Cuando el reloj biológico corre más rápido que el deseo de ser madre
Edición Impresa | 16 de Febrero de 2023 | 02:04

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com
Melina tardó en preguntarse si quería ser madre, algo que Juliana sí deseaba y tenía resuelto, aunque no en el momento en que se lo planteó. Las dos necesitaban tiempo, eso que pasa sin importar lo que hagamos, ni cuánto nos demande tomar una decisión que será clave en nuestra vida. Ambas recurrieron entonces a la vitrificación de ovocitos, una técnica popularmente conocida como “congelamiento de óvulos”, que permite mantener la calidad genética de los mismos para usarlos cuando cada mujer lo decida. O no. Algo así como frenar el tiempo.
Melina quedó embarazada de manera natural. Juliana, utilizando los ovocitos vitrificados y después de varios intentos frustrados. Pese a que este procedimiento está a punto de cumplir 40 años, en nuestro país creció de manera fenomenal después del 2020: ese año ya había registrado una suba del 20% respecto del 2019, que se disparó a 137% en 2021.
Para conservar los gametos femeninos (óvulos) con fines reproductivos, se los extrae del ovario y solidifica mediante la técnica de vitrificación, que consiste en tratarlos con sustancias criopotectoras y sumergirlos en nitrógeno líquido a una temperatura de -196º C, para evitar afectarlos. A esta temperatura, los óvulos pueden conservarse durante años, con la calidad del primer día. De hecho, es argentina la mujer que entró en el Record Guinness por concebir a su hija, en 2014, con óvulos que estuvieron criopreservados durante 14 años.
“Es un tratamiento sencillo, que tiene varias etapas”, dice Ariel Guiglioni (MP 19973), Director del Centro de Reproducción de La Plata, antes de detallar que todo arranca con una evaluación de la reserva ovárica de la paciente. Esto se logra a través de “un análisis de sangre que mide las hormonas y una ecografía (endovaginal), para contar los folículos que naturalmente comienzan en un ciclo espontáneo”. Estos estudios ayudan a determinar si se logrará “una buena recuperación de óvulos en el tratamiento. Lo ideal es que sean más de 14, pero la realidad es que es casi imposible contar con eso porque (la maternidad) se posterga cada vez más y las pacientes que llegan a vitrificar están pasadas en su edad”.
Un estudio privado determinó que la edad promedio de las mujeres que realizaron este procedimiento en 2022 fue de 36,5 años, con 7,9 ovocitos maduros criopreservados por paciente.
Lo paradójico, apunta Guiglioni, es que “a más edad, necesitás más cantidad de óvulos para llegar a tener un embrión sano con posibilidades de implantar.” Es por eso que lo ideal es encarar este procedimiento antes de los 35 años.
Esta técnica permite “detener el tiempo, para preservar la posibilidad de descendencia genética en el futuro, por si la maternidad llega en un momento en que la calidad o la reserva ovárica puedan estar afectadas”, por decisión propia o por una causa médica, asegura Eugenia Baum, ginecóloga especializada en medicina reproductiva, del Instituto Médico Halitus y en el Departamento de Fertilidad del Hospital San Martín.
Baum también hace foco en el “factor edad” y la cantidad de óvulos acopiados, que aumenta las probabilidades de llegar a un embarazo exitoso. Los números son elocuentes: en una persona de menos de 35 años, que tiene 10 óvulos criopreservados, la “probabilidad de nacido vivo” (así se denomina en esta especialidad a un parto exitoso), es de 42,8%
Frente al mismo panorama, las chances caen a 10% para mujeres de más de 35 años.
“Hace años no veíamos tantas dificultades en fertilidad, porque entre los 20 y los 30 años la mujer ya tenía planificada su etapa reproductiva o había sido madre. Hoy las mujeres empiezan a explorar la maternidad más cerca de los 35 años y aún después. Por eso es un privilegio que pueda tener óvulos guardados, porque se parecería más a los que les sucedió a su mamá, a su abuela o a su tía”, refiere Baum, aludiendo a la calidad de los gametos que se preservan para cuando la mujer esté lista o lo decida.
“La edad reduce la cantidad y la calidad de óvulos”, aporta Guiglioni, en particular porque esta última “está íntimamente ligada al estado cromosómico; el mensaje genético se va alterando con el correr de los años”. Dicho de otro modo, con la edad aumentan la cantidad de intentos necesarios para lograr un embarazo, la tasa de abortos y los trastornos cromosómicos o genéticos en los hijos.
“UNA HISTORIA DE DESEO”
Melina, una psicóloga de 43 años, decidió recurrir a la vitrificación de óvulos a los 38: “Tardé en hacerme la pregunta sobre la maternidad, se me hacía una nube en el momento de pensar en eso. En análisis se me despertó el deseo a partir de resolver problemas con mi propia madre, pero me preocupaba el avance de la vida, la biología y el envejecimiento”.
“Fue una inversión”, reconoce, porque “la obra social no me la cubría”, como sí sucede con los tratamientos de fertilidad. ¿Por qué no usó directamente este recurso?
“No estaba segura de querer ser madre sola. Prefería esperar a estar en pareja y serlo de otra manera. Que mi hijo supiera quién era su padre; que hubiera una historia de deseo” detrás de ese nacimiento, cuenta Melina, quien se sometió a dos extracciones para obtener, en total, 5 óvulos maduros. “La primera vez me extrajeron dos, por eso repetí. Si me lo hacía a los 45 años y fallaba, perdía toda posibilidad”, explicó. No fue necesario esperar tanto, ni recurrir a esa reserva.
A los 40 años Melina quedó embarazada de manera natural, aunque decidió mantener en reserva los ovocitos criopreservados al menos por un año más, porque no descarta “buscar un hermanito” para su hijo.
Para la psicóloga Diana Bonsignore (MP 50.477), la vitrificación de óvulos es “un adelanto en beneficio de la mujer”, porque “hay un cambio social importante respecto de la familia, la pareja y, obviamente, la maternidad. Antes, la familia tradicional era sagrada; ahora se suplanta por la que uno elige”, ésa tan particular que se puede conformar con amigos, vecinos o pares en distintas actividades. “La pareja también cambió –agrega Bonsignore-, y se habla de que no es para siempre; hay cambios de vida, mudanzas dentro y fuera del país”.
Entre tantos sacudones de creencias, se pregunta la psicóloga “¿qué es lo que hace más feliz al ser humano? ¿Sentir que la vida es una sucesión de cambios a los cuales tiene que adaptarse, o pelear por mantener algo estable?”
Por eso, reflexiona, congelar óvulos “da un cierto grado de estabilidad” entre tantas dudas. Y vuelve a preguntarse, sin esperar respuesta: “¿Es preferible una mamá joven o una mamá que en su juventud pudo disfrutar de las salidas con sus amigos, viajar, o estudiar?”
CAMBIO DE ROLES
La primera vez que se sumergió un ovocito en nitrógeno líquido fue en 1983, “con tasas aceptables de supervivencia y fertilización”, según se reportó. No obstante, el primer nacimiento de un ovocito criopreservado se oficializó en 1986. De entonces hasta ahora, cambiaron la técnica y el contexto social, entre tantas cosas más.
“Los primeros tratamientos fueron por causas oncológicas”, indica Guiglioni; sin pasar por alto que “antes era congelación y luego fue vitrificación”, lo que implica un proceso de protección del óvulo para evitar que se formen cristales de hielo. También cambió el nivel de popularidad de este procedimiento que “tiene más de 15 años” en Argentina”, de la mano de nuevos roles de la mujer en el ámbito social y laboral, “que hace que a veces sus responsabilidades sean incompatibles con criar un hijo o llevar un embarazo adelante”, refiere Guiglioni.
“También se postergan las relaciones de pareja y muchas pacientes deciden tener un proyecto monoparental; ser madres haciendo una inseminación con semen de donante o fecundación in vitro, o hacer esta preservación de óvulos para usarlos más adelante”, suma el profesional.
¿Con qué dudas, preocupaciones y expectativas suele llegar una paciente a una consulta de este tipo?
“En general, porque “la ginecóloga o el ginecólogo se lo mencionó en su control anual, algo que no venía sucediendo”, celebra Baum, o “porque mantuvo una relación estable durante mucho tiempo, decide cambiar de pareja y criopreservar óvulos para definir el día de mañana. Y hay una causa muy frecuente actualmente que es ‘no se si quiero ser madre, pero, por las dudas, los voy a guardar’. Esto no se escuchaba habitualmente antes, porque antes la mujer iba a ser madre”.
Coincide la especialista en que los cuestionamientos respecto a la maternidad tienen mucho que ver con un crecimiento profesional de las mujeres y una ambición por fortalecer sus carreras “sin perder la posibilidad reproductiva con gametos propios”, aunque, advierte Baum, para las nuevas generaciones “la ovodonación ya no es un tabú”. La clave, refuerza la médica, es que cada mujer conozca todas las opciones y probabilidades reales, para que alcance eso que fue a buscar al consultorio: “Paz mental” en relación con un tema complejo.
COSTOS Y PROBABILIDADES
Los óvulos, al igual que los embriones, pueden permanecer congelados indefinidamente, sin que el tiempo afecte a su calidad. De todos modos, nada garantiza que el tratamiento termine con un parto exitoso.
Cuando cumplió 34 años, Juliana decidió criopreservar ovocitos junto a su pareja, porque tenían el deseo de ser padres, pero no en ese momento. Obtuvieron 16 óvulos. Y, un año más tarde, comenzaron a intentar un embarazo, con 8 de ellos. No funcionó. Después de múltiples tratamientos, de encarar un cambio radical en los hábitos de vida para hacerlos más saludables y de probar una nueva estimulación ovárica que también resultó fallida, Juliana empezó a barajar la posibilidad de una ovodonación. Después de todo, si no era con sus óvulos, sería con los de otra mujer.
“No estaba segura de querer ser madre sola. Quería estar en pareja y que mi hijo tuviera un papá”
Finalmente, la médica la convenció de intentar fertilizar los últimos 8 ovocitos que tenía reservados (en rigor, eran los primeros) y lograron obtener 5 embriones, de uno de los cuales está actualmente embarazada. Juliana tiene 38 años.
“Hay que transmitirle a la mujer que lo que está guardando es una célula con potencial beneficio reproductivo el día de mañana; la probabilidad de preservar la descendencia genética. Luego hay que ver a qué semen se expone esa célula y en qué útero se pone el embrión que se forma, porque tener un bebé es más complejo”, advierte Baum.
En el mismo sentido, expone Guiglioni que se están conociendo resultados de desvitrificaciones de óvulos guardados “hace 5, 6 o 10 años, de todas las edades, así como los reclamos que eso genera en el mundo, sobre todo en Estados Unidos. Por eso hay que tener mucho cuidado con la información, para que la paciente sepa que es un muy buen camino, pero no es una garantía”.
“Nunca hablamos de hijo vivo porque es un proceso largo, pero sí hablamos de tasa de euploidía (embriones normales), que en pacientes de menos de 35 años es de 60% y cae al 20% en más de 40. Con esa estadística tratamos de desaconsejar el método cuando las chances son remotas”, explica el médico.
El costo del tratamiento ronda los 1.200 dólares, lo que incluye los dos primeros años de conservación de los óvulos. A partir del tercer año, el mantenimiento en el laboratorio demanda alrededor de 250 dólares anuales.
“Lo más costoso es la medicación”, explica el director del Director del Centro de Reproducción de La Plata. Y Baum, de Halitus, coincide, al revelar que el valor está directamente relacionado “con lo que necesite la paciente para la estimulación ovárica. La medicación no será igual para una paciente joven que en aquella que tenga una reserva ovárica más baja”.
Las obras sociales no cubren este tratamiento de criopreservación de óvulos, excepto cuando existe el riesgo de que una intervención quirúrgica o patología médica afecte la fertilidad de una mujer.
“Los casos de pacientes oncológicas son muy especiales”, reconoce Guiglioni, quien rescata el rol clave del oncólogo que recomienda el tratamiento en mujeres jóvenes y con buen pronóstico de recuperación: “Si tenemos dos o tres semanas de tiempo podemos resguardar los óvulos de alguien que no tendrá otro camino que la ovodonación”.
1) Síndrome de hiperestimulación ovárica
2) Intolerancia a la medicación.
3) hemorragia, infección o torsión ovárica, aunque son poco frecuentes
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