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Información General |UNA SEQUÍA QUE ARRANCÓ EN 2018 Y YA COMPROMETIÓ UNAS 175 MILLONES DE HECTÁREAS PRODUCTIVAS EN EL PAÍS

Escasez de lluvias: prevén algo de alivio, ¿alcanzará?

Expertos del INTA y el Servicio Meteorólogico coinciden en que se espera una mayor frecuencia de precipitaciones para este mes, marzo y abril en gran parte del territorio nacional afectado por la falta de agua

Escasez de lluvias: prevén algo de alivio, ¿alcanzará?
20 de Febrero de 2023 | 02:03
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Tras un déficit de precipitaciones que arrancó en 2018 y llegó a afectar el mes pasado unas 175 millones de hectáreas de nuestro país, el final del verano traería un poco de alivio a la situación. Por una conjunción de condiciones climáticas, tanto los expertos del INTA como del Servicio Meteorológico Nacional prevén una mayor frecuencia de precipitaciones para el trimestre febrero, marzo y abril.

“Están dándose las condiciones climáticas como para poder proyectar que se produzca una mayor frecuencia de precipitaciones en el territorio nacional”, lo que significará un “aliciente” en el escenario de sequía imperante”, señaló el director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, Pablo Mércuri.

Como explicó el especialista, “las condiciones de los forzantes oceánicos nos indican un gradual debilitamiento del enfriamiento en el Pacífico y esto llevaría a que las condiciones vuelvan a la neutralidad”.

Para Mércuri, “en el corto plazo, tenemos una ventana de oportunidad de eventos de precipitación por diferentes condiciones atmosféricas que confluyen y esto va a generar al menos dos, tres, cuatro diferentes situaciones de lluvias y tormentas en muchas áreas productivas del país”, remarcó.

También la meteoróloga Cindy Fernández, del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), adelantó que “se espera que para inicios del otoño comience una fase neutral, es decir, que ya la anomalía del océano Pacífico ecuatorial esté dentro de los valores normales”, aunque reconoció que “habrá una demora hasta que la atmósfera cambie su comportamiento”.

Desde el año 2018, el país se encuentra en un período de déficit de precipitaciones acrecentado por el fenómeno de La Niña que en la actualidad se encuentra débil al límite de moderada.

“UN PROCESO LENTO”

“Salir de una sequía es un proceso lento que requiere de varios eventos de precipitación normales y que transiten en el tiempo”, indicó la meteoróloga al advertir que “tras una sequía tan prolongada, las lluvias intensas no serían lo mejor ya que la capacidad del suelo de absorción es menor”.

“Si precipita mucha cantidad de agua en poco tiempo, se transforma en escorrentía que erosiona el suelo, quita sus nutrientes y arrasa cultivos”, explicó Fernández.

 

Están dándose las condiciones climáticas como para poder proyectar que en el trimestre febrero, marzo, abril se produzca una mayor frecuencia de precipitaciones en el territorio nacional”

Pablo Mércuri
Experto del INTA

 

Un antecedente a tener en cuenta es que tanto en el norte de la provincia de Buenos Aires como en la región del Litoral, una zona productiva que se encuentra muy afectada por la sequía, el otoño suele ser una estación lluviosa momento que además coincidiría con el fin de La Niña.

Si esto se cumple (y si no se da de manera intensa) sería beneficioso y muy esperado ya que el último informe de la Dirección Nacional de Riesgo y Emergencia Agropecuaria de enero indica que en diciembre de 2022 se observó un incremento de 10 millones de hectáreas en riesgo de sequía en el país respecto de noviembre, por lo que se totalizaron 175 millones de hectáreas en esa situación.

En cuanto a los índices de humedad de suelo, en zonas amplias del territorio nacional la humedad se encuentra por debajo de los requisitos hídricos de cultivos y pasturas, en especial en el centro y con fuertes caídas en el Litoral.

 

Salir de una sequía es un proceso lento que requiere de varios eventos de precipitaciones normales y que transiten en el tiempo. Tras una sequía tan prolongada, las lluvias intensas no serían lo mejor”

Cindy Fernández
Meteoróloga del SMN

 

CAMBIÓ LA FORMA DE LLOVER

Más allá de los pronósticos y de las sucesiones de períodos secos y húmedos que se dan normalmente, investigadores advierten modificaciones en las condiciones climáticas que se han empezado a dar en las últimas décadas.

“Lo que está cambiando es la forma en cómo llueve. A lo mejor en un mes llueve la misma cantidad que otros años en los que no hubo problemas en el mismo período, pero a partir de una precipitación intensa por tres días consecutivos y el resto del mes no pasa nada. Desde el punto de vista agrícola esto es perjudicial”, afirma la investigadora del Conicet y del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Exactas y Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires, Olga Penalba.

En base a estudios, la investigadora señala al cambio climático como responsable de un aumento de la variabilidad y de eventos extremos como lluvias intensas y de secuencias secas de más de 15 días sin lluvias (o precipitación inferior a un milímetro) en algunas regiones del país.

“Después de una quincena o más días sin llover, el suelo queda desquebrajado y prácticamente no puede absorber las lluvias intensas. Entonces el agua se pierde o el suelo se degrada”, agrega la especialista.

Por su parte, el investigador adjunto del Conicet en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, Juan Antonio Rivera, señala que si bien en los últimos 100 años se observa un incremento en los totales de precipitación, esta tendencia presenta una reversión a partir de la década de 1990, con lo cual regiones centrales y productivas del país registran más eventos de sequía.

Según Rivera, en distintos modelos climáticos existe un acuerdo sobre los aumentos de las precipitaciones en el centro-este del país y decrecimientos sobre la región cordillerana.

“Ambos resultados son preocupantes”, indica y explica que, en el primer caso, “al incremento en las precipitaciones medias hay que superponerle la variabilidad interanual, lo cual da como consecuencia una mayor frecuencia de eventos extremos, tanto húmedos como secos”.

En el segundo caso, el investigador mencionó que el mencionado descenso en la zona cordillerana afecta la disponibilidad hídrica regional para las actividades socio-económicas que podría implicar la reducción de glaciares y otros cuerpos de hielo, la disminución en los caudales de los ríos andinos y de la generación de energía hidroeléctrica, que para la región del Comahue representa aproximadamente un 30 por ciento del total del país.

 

 

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