Las motos, en el foco por las tragedias viales en nuestra zona

Edición Impresa

Con el choque ocurrido en las últimas horas entre un motociclista y un automovilista, en el que el primero perdió la vida, son 62 los conductores de vehículos que en 2023 fallecieron en incidentes viales en la Región. En 2022, a esta misma altura del año, eran 46 los que murieron. El número de víctimas de este año implica que cada cuatro días fallece el conductor de un automotor en nuestra región por estas mismas causas, estimándose que un tercio de ellos eran motociclistas.

Todo pareciera como naturalizado y las estadísticas frías no alcanzan para promover las acciones correctivas que, sin embargo, están haciendo falta en forma imperiosa. Si bien debe computarse la incidencia del azar en estos episodios, de la mala suerte o fatalidad, que no es imputable a nadie, está claro que la mayor densidad vehicular y la imprudencia en varios casos en el manejo de las motocicletas -algo que ha sido corroborado no sólo por los datos estadísticos, sino por la observación de los especialistas viales- viene originando esta penosa sucesión de tragedias en la Región.

No solo pierden la vida los conductores y, en ocasiones, sus acompañantes, sino que en cada uno de estos incidentes suelen quedar personas heridas, algunas gravemente. En el caso de los heridos, debe tomarse en cuenta que además de las graves secuelas que suelen padecer, algunos de ellos, lamentablemente, fallecen después, sin que figuren luego en las estadísticas de mortalidad vial. De todos modos, el saldo doloroso es mucho mayor que el que se ve reducido en cifras, ya que además el duelo se propaga hacia familiares y seres queridos y el quebranto, más allá del de naturaleza económica, llena de angustia a muchas personas.

Se está ante una espiral en crecimiento, en una situación que los especialistas debieran analizar en profundidad, no sólo en lo que concierne al comportamiento en las calles de esos conductores, sino en lo que se refiere a la ostensible mayor cantidad de motocicletas en el parque automotor de la Región y a la movilidad alternativa que se sumó, entre bicicletas y monopatines eléctricos.

Y aquí corresponde hablar, una vez más, de la creciente temeridad, de los malos hábitos como el no uso de casco, del no acatamiento a los semáforos, del hecho ostensible de que algunos motociclistas conducen a grandes velocidades o realizar maniobras bruscas o inesperadas -como la llamada willy- que constituyen flagrantes infracciones en donde el hecho fortuito tiene poco que ver.

Sería por demás interesante que los inspectores de tránsito de los tres distritos de la zona constataran, en algún semáforo ubicado en zonas céntricas, cuántas son las motocicletas –e incluso las bicicletas- que cruzan en luz roja. Se obtendrían resultados “sorprendentes”.

Desplazamientos en zigzag, de un carril a otro y a su completo arbitrio por las avenidas y caminos de la zona, en ocasiones cruce de plazas por los senderos interiores, deliverys que circulan a grandes velocidades, maniobras inesperadas como sobrepasar dos autos pasando peligrosamente por el medio de ellos, forman parte del inventario de maniobras que no deberían realizar los conductores de estos vehículos.

No cabe sino insistir en lo que sostienen los especialistas viales desde hace mucho tiempo. Esto es, en la necesidad de que se les inculquen a los chicos y jóvenes principios propios de educación vial, que les permitan tomar cabal conciencia de lo que significa socialmente conducir un vehículo, sea del porte que sea, en una política que debe alcanzar también a los futuros peatones. Sin que se eleve sustancialmente la cultura vial de la población, será ilusorio aguardar mejorías.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE