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Repartidores, cocineros y albañiles, son algunas de las personas que le ponen el cuerpo a las altas temperaturas y cuentan sus estrategias para atravesar las extenuantes jornadas de las últimas semanas
Los repartidores cruzaron la ciudad bajo el sol agobiante/ D. Alday
“Son los gajes del oficio: los brazos y la cara negra, pero el resto del cuerpo no”, comentó entre risas Edgardo, el resultado de trabajar todo el día en la calle puede verse en su piel curtida por el sol. Pero este “bronceado” a la fuerza es solo una de las consecuencias que tienen quienes trabajan expuestos a las altas temperaturas de esta ola de calor.
Cada vecino tendrá su táctica para afrontar estos días, los más afortunados pasarán sus jornadas bajo un aire acondicionado o en la pileta, otros pegados a un ventilador o al resguardo de la sombra de un árbol, pero hay quienes no lo pueden hacer y deben salir a ponerle el cuerpo al calor. Repartidores, albañiles, vendedores, barrenderos o cocineros, son solo algunos de los trabajadores que sufren en su cuerpo las consecuencias del calor y en las últimas semanas han recurrido a todo tipo de estrategia para poder disminuirlas.
Edgardo pasa entre siete y nueve horas diarias sobre su moto en la que recorre la ciudad de una punta a otra llevando pedidos. Trabaja para dos empresas diferentes, en una lo hace a la tarde y en la otra a la madrugada, llueva o truene, con calor o con frío, él siempre está en la calle.
Pero a pesar de estar acostumbrado a trabajar bajo distintas condiciones climáticas, las temperaturas extremas de las últimas semanas repercutieron en su cuerpo y pudo notar como a diferencia de otras veces con la ola de calor “termino más cansado que nunca, más exhausto, porque pierdo mucho líquido. Cuando llega la noche estoy detonadísimo, pero sigo soportando la calle, uno lo tiene que hacer sí o sí, así que quema el sol pero le damos para adelante nomás” reconoció en diálogo con EL DIA.
“Antes me cansaba mucho más pero mi cuerpo ya está acostumbrado, ya no sufro tanto el calor y si me quemo no lo siento porque ya estoy bastante quemada”, aseguró por su parte Agustina quien sostuvo ya estar “curtida” a la exposición al calor. Al igual que Edgardo se desempeña como repartidora pero ella lo hace en bicicleta, los días de semana pedalea unas cuatro horas bajo el sol y los fines de semana llega a completar las doce horas de trabajo.
Para poder afrontar el calor “me congelo una botella grande de agua y cuando se me termina voy pidiendo agua en los locales. A veces me dan fría, a veces me dan tibia, pero todo sirve para hidratarse”, relató la joven y añadió que en su mochila “también llevó un spray con agua para tirarme en la cabeza y en la nuca y uso un gorro”. Esa fue la forma que encontró para “intentar zafarme del calor”, explicó, pero a pesar de su esfuerzo esto no siempre es suficiente y muchas veces “me insolo igual”.
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Muchos de los clientes reconocen el arduo trabajo que hacen los repartidores para llevarle sus cosas a casa a tiempo y en optimas condiciones a pesar del calor y esto a veces se traduce en mejores propinas o en regalos, como por ejemplo “algunos cuando hacen un pedido también encargan una gaseosa chiquita y te la regalan”, contó Edgardo y afirmó: “¡Esos son gestos que enamoran!”. Pero esto no es lo normal, sino que “una vez cada cuatro días hay algún cliente que se copa”, especificó.
Ambos repartidores reconocieron que siempre, pero en especial en estos días, la hidratación es clave para no sufrir mayores consecuencias, pero solo hay una empresa de repartos que cuenta con dispenser de agua en distintos puntos de la ciudad para sus trabajadores. Ante esto, el resto de los deliverys que trabajan para otras plataformas “tienen que pedir a los clientes o en los locales de comida rápida, ahí siempre nos dan”, señaló Edgardo y destacó que la falta de lugares donde recargar agua es “un punto flojo que tienen las empresas”.
Si hay un rubro que está siempre expuesto a las altas temperaturas sin importar la época del año es el gastronómico. Los hornos y las freidoras prendidos durante horas en espacios cerrados hacen que sin importar lo que ocurra en el exterior, dentro de la cocina el termómetro siempre esté en rojo.
Ante esto podría considerarse que los gastronómicos tienen experiencia para poder sobrellevar de la mejor manera el verano, pero ninguno estaba preparado para la temperatura de la ola de calor.
“Yo ya estoy acostumbrada a trabajar con calor, llega un momento en el que ya no lo sentís más, pero estos últimos días fueron tremendos, no hay manera. Te liquida”, aseveró Patricia, quien tiene un local de comida junto a su casa y confesó estar “desesperada esperando a que llegue el invierno”.
Los clientes reconocen el esfuerzo y les dejan mejores propinas o les regalan bebidas
Tomar agua, vestirse con ropa liviana, atarse bien el pelo son algunas de los puntos que enumeró para atravesar el calor pero a pesar de eso se “hace difícil igual”, manifestó.
Fuera de las horas de trabajo el calor no cesa, “nunca se va, en el local está todo caliente constantemente, las paredes, el piso, el techo, todo. Cuando pasan las horas y comienza a enfriarse todo ya tenés que volver a prender el horno y empieza otra jornada infernal”, describió la cocinera.
Entre las estrategias que encontró para poder atravesar estos extenuantes días fue intentar cambiar el menú que le ofrece a sus clientes. “Este tipo de días es cuando una se pone más creativa intento pensar recetas que no lleven horno, pero a veces es inevitable prenderlo entonces hacemos lo más temprano posible todo lo que se cocina de esa manera así lo apagamos rápido. Pero de todos modos hace tanto calor que ya no hay ni diferencia entre tenerlo apagado o prendido”, sentenció.
Antonio es vecino de Los Hornos que trabaja como plomero, “cuando tengo que subir a los techos a cambiar los tanques o las turbinas que se rompen se siente como si estuvieras adentro de una fundición”, describió.
“Toda la gente últimamente repite ‘que calor’, pero nosotros cuando nos sacamos la remera la escurrimos y podemos hacer una sopa con el liquido que sale, solo faltan los fideos”, bromeó Antonio sobre el estado en el que termina luego de una jornada de trabajo.
Al igual que sucede con los repartidores, muchos de sus clientes toman dimensión del esfuerzo que realizan junto a sus compañeros y colaboran con su hidratación. “Ni bien llegamos nos ofrecen algo para tomar, nos dan un vaso de agua o una botella de agua fresca y cuando terminamos, antes de irnos nos vuelven a dar”, comentó el plomero y explicó que atraviesan estos días “mojándonos la cabeza o poniéndole agua la gorra para intentar estar siempre frescos. Además nos secamos la cara constantemente con un trapo limpio que llevamos con nosotros, pero a pesar de esto transpiramos mucho, es terrible como queda la remera”.
El calor no solo le resulta insoportable en su trabajo, sino que también le dificulta su descanso. “Me despierto a las tres de la mañana, a las cuatro, no puedo dormir. Después ya a las 6.30 estoy arriba y le doy todo el día, no paro”, expresó y concluyó: “me siento todo el día pegoteado y cansado. La verdad es que estoy fundido”.
“Estos últimos días fueron tremendos, estoy desesperada esperando que llegue el invierno”
Los repartidores cruzaron la ciudad bajo el sol agobiante/ D. Alday
Obreros, barrenderos, repartidores, todos se enfrentaron al calor
“Termino más cansado que nunca, más exhausto, porque pierdo mucho líquido. Cuando llega la noche estoy detonadísimo, pero sigo soportando l a calle, uno lo tiene que hacer sí o sí, así que quema el sol pero le damos para adelante nomás” Edgardo Repartidor
“Congelo una botella grande de agua y cuando se me termina voy pidiendo más en los locales, a veces me dan fría, a veces me dan tibia, pero todo sirve. También llevo un spray con agua para tirarme en la cabeza y en la nuca, así es como intento zafarme del calor” Agustina Repartidora
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