Destino de velocidad: la pasión al filo de la muerte de Enzo Ferrari llega al cine
Edición Impresa | 4 de Febrero de 2024 | 04:13

Siempre hubo un cierto magnetismo entre el cine y los autos. Quizás porque ambos son productos de la modernidad, máquinas que vienen desde sueños febriles para cumplir los deseos de la humanidad. Lo cierto es que la cámara siempre filmó autos: persecuciones y road movies han sido parte del cine desde siempre.
Y cada tanto aparecían películas dedicadas directamente a los autos, desde “Le Mans” a “Días de trueno”, desde “Cars” a “Ricky Bobby”. El cine sobre las carreras de autos se ha multiplicado en los últimos años, desde el fenómeno de “Rush”, pasando por “Ford / Ferrari” y el estreno reciente de “Audi contra Lancia”, todo mientras se produce una ficción sobre Fangio… “Ferrari”, la nueva película de Michael Mann (“Fuego contra fuego”) sobre la vida del italiano Enzo Ferrari, llega a los cines este jueves en ese marco.
Pero “esta no es una película de carreras”, adelanta Mann. Es, más bien, una ópera con autos, que pone el énfasis en un momento particular de la vida de Ferrari, el fundador de la escudería más famosa del mundo: 1957. Justo cuando su creación está a punto de quebrar, y la fachada de una doble vida, con dos mujeres y dos casas, está a punto de caerse a pedazos, poniendo aún más en riesgo su imperio.
“Su historia habla de cosas que nos pasan a todos: duelo, pérdida, amor, pasión, ambición”, contó Mann sobre la película protagonizada por Adam Driver, un Adam Driver con panza, acompañado por Penélope Cruz y Shailene Woodley. Son los temas de la vida, pero también de la ópera, de la tragedia, y Mann busca construir una italianísima propuesta en este sentido, llena de peleas a los gritos y comidas, pero también del sentido dramático exaltado del país europeo.
En “Ferrari” hay velocidad a raudales y preciosos coches de color rosso corsa, no fue eso lo que impulsó a Mann, durante tantos años, a rodar la película. “Si realmente entiendes lo que son los Ferraris, los correctos en cualquier caso, vas y te compras uno”, añade Mann, quien, para que conste, posee un par. “No tienes que ir a hacer una película sobre ellos”.
Lo que lo movía, agrega el director, era contar una historia de “pasiones tórridas, casi operísticas, y poderosos motores emocionales, por eso hice la película. No por los coches”, dice Mann antes de añadir riendo: “Los coches no tienen nada de malo. Me encantan los coches”.
En ese marco de pasiones operísticas, la muerte, claro, planea sobre “Ferrari”. Cuando nos encontramos con Enzo y Laura, su mujer, ambos están todavía de luto por la muerte de su hijo, Dino, ocurrida el año anterior. Para la flota de conductores de Enzo, la perspectiva de la muerte en la carretera está presente en cada curva cerrada y en cada grieta del pavimento. “Hay muerte por todas partes, y por todas partes en esta película”, dice Mann, señalando el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial en Italia.
Así, “Ferrari” es una especie de tragedia con autos, y casi una tragedia, porque Enzo, que se metió solo en líos, no tiene las herramientas para salir: solo puede salir “hacia adelante”, siguiendo hacia el frente. Destino de velocidad: como Enzo le dice a un piloto que, necesariamente, terminará mal, ante las curvas “frená después que todos, mantené la línea”. En “Ferrari”, el precio de la determinación apasionada es igual de claro. Aun así, Enzo sigue avanzando implacablemente en “Ferrari”, incluso cuando la película se acerca a una colisión catastrófica.
“No creo que haya un precio que pagar por ello. Creo que los malos resultados van con el territorio. No se gana”, dice Mann. “Tenés que ser capaz de superar la adversidad y los contratiempos y las decepciones que destruyen el alma. Tenés que ser capaz de encontrar los medios para superarlo o no podrás conseguir nada. Creo que querer alcanzar logros, querer superar los límites, es un rasgo humano absolutamente universal. Toda nuestra historia como especie es correr más rápido, ir más lejos, descubrir lo que no ha existido antes, ir más allá de las circunstancias limitadas en las que nos encontramos cuando nos aterrorizan o nos limitan o incluso simplemente nos aburren”.
“Mann una vez me dijo: ‘Es difícil no filosofar sobre un motor’”
Adam Driver,
Enzo Ferrari en “Ferrari”
MANN Y LOS AUTOS
Cuando habla de autos, Mann sabe de lo que habla. Ha sido aficionado a las carreras. Durante años compitió en el Ferrari Challenge, una carrera de cuatro días, recuerda con cariño, en la que “el resto del mundo desaparece”. Lo que Mann recuerda de esas vueltas -o al menos de las cuatro o cinco buenas que encadenó- es el sabor de lo que podría ser el verdadero dominio del coche.
“Si puedo tener una sensación de algo, puedo proyectarlo e imaginarlo con bastante plenitud”, dice Mann. “Así que entiendo de verdad la pasión y la adicción, lo que Jean Behra, el piloto de carreras, describió como el éxtasis de cuando existe esta unidad, una armonía entre la máquina y vos”.
Mann, cineasta de 80 años autor de “El último mohicano”, “El infiltrado” y “Ladrón”, ha demostrado durante mucho tiempo una rara armonía con las maquinaciones del cine. Realiza dramas viscerales de grano fino que vibran con el existencialismo. El fervor de su obsesión, el rigor de su investigación y la intensidad de su impulso reflejan a menudo las compulsiones de sus protagonistas.
“Una vez me dijo: ‘Es difícil no filosofar sobre un motor’, y creo que eso es lo que él es”, afirma Driver. “Hay tantas cosas que tienen que funcionar al milímetro para que un motor funcione, la sincronización y todos esos elementos móviles. Luego está el piloto. Es parecido a él y la cámara”.
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