Ser cura hoy: seminario San José, cuna de vocaciones sacerdotales

En 102 años se formaron más de 800 curas. Cómo es la preparación actual y los objetivos que buscan los futuros egresados. Se abrió a los laicos la posibilidad de estudiar Filosofía

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Plantado en una sociedad en la que la gente vive procesos de angustia, vulnerabilidad y carencias, un grupo de “nativos digitales” se forma en el Seminario San José, acompaña en las parroquias y hasta recurre a las redes para predicar respondiendo al tiempo presente. “Hay 11 seminaristas que viven acá y otros 15 que llegan de otros lugares; además este año se abrió para laicos la carrera de Filosofía”, resume Gabriel Mestre, Arzobispo de La Plata y docente.

Tras los muros de esa centenaria joya arquitectónica ubicada en 24, entre 65 y 66, está la iglesia y el claustro, en donde transcurre la vida cotidiana de los seminaristas. Disponen de dormitorios, biblioteca, talleres, comedor, cocina y almacenes. Los espacios se conectan por una galería delimitada por arcadas que dan hacia el jardín central de cuatro mil metros cuadrados.

El instituto de formación sacerdotal, donde estudian jóvenes de esta Región y de la Diócesis de Mar del Plata, pertenece a la Arquidiócesis de La Plata. Fue fundado en 1922 por el arzobispo Francisco Alberti para responder a la necesidad asignar sacerdotes a las iglesias de la Región.

Monseñor Mestre destaca que el plantel de docentes, en el que también hay mujeres, está conformado por sacerdotes y laicos.

“Esta camada de seminaristas responde al tiempo presente en la que si bien hay vulnerabilidad también se percibe mayor transparencia para abordar temas como el mundo afectivo del celibato; el abuso en el clero, algo en lo que hay que seguir trabajando, y la sociedad descristianizada”, apunta el Arzobispo.

Los seminaristas tienen una formación de 8 años, pero también realizan distintas tareas en las parroquias. Stéfano - 23- oriundo de Mar del Plata, cursa el quinto año y habla de que es importante entender que “vivimos con espiritualidades diversas”. El joven describe que hay gente que no va a misa, pero participa de las procesiones a la Basílica de Luján; otra enciende velas para rezar o cree en las energías. Su anhelo es que descubran al Dios creador.

El llamado vocacional

Para Stéfano tomar el camino de su vocación “fue muy fácil” porque siempre participó de grupos de la iglesia y la familia lo tomó como algo muy natural.

“Estuve de novio dos años, pero tenía un sentido religioso muy fuerte y en libertad decidí seguir mi vocación”, afirma.

Valentín -24-, seminarista de séptimo año, agrega que una de sus tareas es acompañar a las juventudes para buscar a Dios “como puedan”. En esa línea, monseñor Mestre aclara que en las personas hay señales que se pueden condenar o decodificar y él es partidario de esta instancia para dar contenido y acompañar en las búsquedas.

El seminarista platense se anima a decir que en su vida el celibato es uno de los temas de mayor reflexión y dificultad: “Muchos se preguntan por qué los sacerdotes tienen que practicar el celibato, es una forma de echar raíces con dolor, encontrar algo que sea vocación, enfrentar los miedos; no es para todos, no es para cualquiera”.

Valentín destaca que el amor amplio del célibe les permite tener el corazón abierto, pero también reconoce que hay muchos curas amargados por la mala forma de vivir el celibato. “Lloré mucho por el tema de los hijos, pero uno va aprendiendo a despojarse, el cura diocesano le brinda su amor a todos”, reflexiona.

Con relación al número de sacerdotes en actividad, el Arzobispo indica que hay menos cantidad, pero se forman más a conciencia de las necesidades, priorizando ámbitos como el de la psicología y la teología espiritual.

“Se le da mucha importancia al tema de la escucha, `recibir la vida como viene´, como dice el Papa Francisco; no cuestionar, sino acompañar y escuchar”, agrega el Arzobispo.

Es que una de las carencias que más se observa es la afectiva. “En Berisso hay mucho intento y suicidio joven por eso les reforzamos la idea de que valen y que Dios nos ama a todos por igual”, dice Valentín.

Los seminaristas reciben una formación integral que abarca los aspectos humanísticos, intelectuales, espirituales y pastorales. Se cursan las carreras de profesorado en Filosofía (abierto al público en general) y profesorado en Ciencias Sagradas, donde reciben una sólida formación filosófica y teológica y profundizan en el conocimiento de la Sagrada Escritura, la liturgia y la doctrina de la Iglesia.

Una vida muy normal

Los jóvenes aseguran que la vida dentro del Seminario Mayor es muy normal. Se despiertan a eso de las 6:30, a las 7 van a misa, de 8:30 a 12 cursan, a las 13 almuerzan y por la tarde deben estudiar al menos dos horas. A las 20 se dedican a la oración y a la meditación.

También realizan tareas de limpieza y en el tiempo libre practican distintos deportes. No ven muchos programas de televisión porque, aclaran, son de la generación de la “compu” y el celular.

”El seminario tiene mas formato de hogar que de internado, podemos entrar y salir”, afirman.

Cada uno de los jóvenes aspira a terminar su formación y ser cura en su arquidiócesis. “Yo quiero acompañar la situación de dolor de las personas y los procesos”, dice Valentín y Stéfano agrega “que la gente que acompañe se sienta amada por Dios, que le encuentre un sentido a su vida, me gustaría hacerle la existencia más liviana”.

Ambos coinciden en opinar que el perfil del sacerdote que buscan ser es más el de acompañar que el de responder.

Reciben una formación integral: humanística, intelectual, espiritual y pastoral

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