Acuerdo comercial con EE UU: ¿socio estratégico o un rival potencial?
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 03:34

Instituto de Economía Aplicada
Universidad del Este (UDE)
Aunque todavía no hubo confirmación oficial, en los últimos días ha habido trascendidos sobre negociaciones entre la Argentina y Estados Unidos para un acuerdo comercial. Desde el Gobierno Nacional señalan que podría tratarse de un pacto “inédito”, con reducción recíproca de aranceles y tratamiento preferencial a ciertos sectores. En la agenda política lo promocionan como un salto hacia el “mercado avanzado”, pero la dinámica comercial entre ambos países revela más tensión que complementariedad: en varias líneas, Argentina y Estados Unidos compiten directamente, con estructuras productivas en conflicto. En otros casos, Argentina exporta insumos para los productos que luego importamos desde Norteamérica.
Un vistazo a los datos exportadores argentinos lo confirma. Hasta agosto, los principales destinos acumulados de bienes fueron: Brasil con USD 8.186 millones (mayoría bienes de origen industrial, en particular transporte), China con USD 5.173 millones (mayoría productos primarios del agro), en tercer lugar, Estados Unidos con USD 4.696 millones (dominado por las crecientes exportaciones de combustible y energía), Chile con USD 4.429 millones (combustible/energía) e India con USD 3.408 millones (bienes agroindustriales). En el comercio bilateral, según bases del OEC, las exportaciones argentinas hacia EEUU incluyen petróleo crudo, oro, aluminio y hormonas, mientras que Argentina importa de EEUU petróleo refinado, gas, vacunas y polímeros.
Argentina exporta también bienes agrícolas de alto valor agregado: harina de soja, maíz, aceite de soja, además de partes automotrices (camiones en Brasil) y productos industriales. Pero los Estados Unidos no están exentos de competir: muchas de las manufacturas e insumos que produce Argentina son áreas donde el aparato industrial estadounidense tiene ventajas decisivas en escala, tecnología y eficiencia. A diferencia de relaciones complementarias —donde cada economía produce lo que el otro no hace—, Argentina y EEUU comparten segmentos industriales y energéticos en los que se solapan. Por ejemplo, en combustibles y energía, Argentina exporta materias primas, pero importa combustibles refinados. En manufacturas e insumos (polímeros, farmacéuticos, autopartes), las producciones estadounidenses tienen ventaja competitiva abrupta. Esto puede presionar la balanza comercial, pero con efecto de fagocitar empresas locales.
Esa competencia es una amenaza real para las ramas industriales y de autopartes radicadas en la Provincia de Buenos Aires. La PBA concentra buena parte de la manufactura local, de la cadena automotriz y de proveedores metalmecánicos. Municipios con fábricas y planta de autopartes estarían más expuestos a importaciones más baratas e integradas.
De hecho, si miramos el origen provincial de las exportaciones, las exportaciones de PBA en el primer semestre de este año fueron mayoritariamente manufacturas de origen industrial, en particular material de transporte terrestre, representando el 23% del total. Lógicamente, el principal destino de estas manufacturas es el Mercosur.
La negociación misma tiene riesgos implícitos. En primer lugar, la asimetría de condiciones: EEUU puede imponer estándares estrictos en propiedad intelectual, cláusulas de inversión extranjera, regulaciones técnicas, y mecanismos de solución de controversias. En segundo lugar, Argentina está ligada al Mercosur y la unión aduanera: no puede firmar tratados plenamente libres sin sortear el bloque o negociar excepciones, lo que complica acuerdos bilaterales absolutos. Además, podría haber salvaguardias ocultas, listas negativas, cláusulas sunset que permitan repentinos retrocesos y normas no arancelarias que actúen como barreras técnicas disfrazadas.
No todo lo que se negocie será inevitablemente negativo. Sectores energéticos, agroindustriales o extractivos podrían beneficiarse de condiciones más abiertas hacia EE.UU. Pero ese posible beneficio no es homogéneo ni compensatorio frente al daño que podría sufrir el tejido manufacturero. En lugar de pensar una liberalización general, Argentina debería negociar cláusulas de protección estratégica, fases de transición o mecanismos de ajuste dinámico mixto.
En conclusión, un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos podría presentarse como un salto comercial, pero en realidad tiene más sentido verlo como una relación de competencia asimétrica con riesgo de que el socio más poderoso imponga condiciones. Para la industria argentina y, en particular, para la Provincia de Buenos Aires, el mayor desafío será sobrevivir no sólo los aranceles, sino la integración desigual que acecha detrás de promesas diplomáticas. Si el pacto se firma sin blindajes ni transiciones, puede convertirse en una puerta abierta a la desindustrialización.
Argentina exporta también bienes agrícolas de alto valor agregado, como maíz y aceite
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