Un “jefe” encima de Pequeño J: “No es verosímil que él sea un líder narco”
Edición Impresa | 5 de Octubre de 2025 | 03:08

El triple homicidio narco de Florencio Varela, en el que fueron asesinadas Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15), sigue sumando capítulos que refuerzan la hipótesis de un plan criminal estructurado. En las últimas horas, el jefe de la División Antidrogas de la Policía Nacional del Perú, general Nilton Reinaldo Santos Villalta, aseguró que Tony Janzen Valverde Victoriano, alias “Pequeño J”, no actuó solo y que respondería a jefes dentro de una organización que excede los límites del caso. “No es verosímil que sea un líder narco”, expresó.
El agente, que encabezó el operativo que culminó con la detención del principal acusado en Lima, detalló cómo se logró ubicar al joven de 20 años, quien llevaba varios días prófugo. Según relató, Pequeño J fue hallado escondido en la cabina de un camión que transportaba pescado cuando intentaba reencontrarse con su cómplice, Matías Ozorio, ya extraditado a la Argentina. “Él sabía que lo buscaban. Se movía por rutas secundarias, cambiaba de vehículo y trataba de llegar a Lima, donde planeaba huir con Ozorio hacia Trujillo”, explicó Santos Villalta.
El general precisó que la captura fue posible gracias al intercambio constante de información entre la policía peruana y la bonaerense, que permitió rastrear las comunicaciones y la geolocalización de los teléfonos utilizados. “Pequeño J no es el que inicia la distribución de drogas, sino que éstos tienen varios grupos a los que les provee entre 5 y 10 kilos, y ese grupito es el que tiene personal”, sostuvo en una entrevista.
Al ser detenido, Pequeño J se identificó sin oponer resistencia. “Solo tenía monedas y un celular”, reveló el oficial, que también aportó un dato inquietante: el acusado habría buscado refugio en Perú “porque se sentía más seguro en su país de origen”.
Pero lo más relevante de las declaraciones de Santos Villalta fue la descripción del entorno delictivo en el que creció el joven. “Ha vivido siempre vinculado al crimen. Su padre fue asesinado en 2018, pertenecía a una banda criminal llamada Los Injertos de Nuevo Jerusalén, y sus tíos tienen antecedentes por robo y extorsión”, explicó. Incluso señaló que ambos tíos salieron de Perú rumbo a la Argentina poco antes del triple crimen, y que uno de ellos no volvió a registrar ingreso a su país.
Esa línea de parentesco y los movimientos migratorios abren una nueva pista: los investigadores argentinos sospechan que “Pequeño J” respondía a otros mandos, lo que refuerza la hipótesis de una organización más amplia que operaba entre ambos países.
Dos sicarios en la mira
Mientras el principal acusado permanece bajo prisión preventiva en Lima, la Justicia argentina busca a dos presuntos sicarios que habrían participado directamente en el traslado y asesinato de las víctimas. Según confirmó el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, uno de ellos ya fue identificado y sería de nacionalidad peruana. Ambos serían los encargados de conducir el auto en el que las tres jóvenes fueron secuestradas antes de ser asesinadas.
“Hay personas argentinas y peruanas involucradas en esta organización. Una de ellas, de nacionalidad peruana, tiene un rol clave en el homicidio”, indicó Alonso, quien aseguró que los investigadores están ante una red más compleja de lo que se pensaba.
En paralelo, el proceso judicial en Perú avanza. El juez Chumpitaz Pariona dictó prisión preventiva para Pequeño J con fines de extradición a la Argentina. Aunque el acusado se negó a una “extradición simplificada”, que hubiera acelerado su regreso, las autoridades argentinas confían en que el trámite podría resolverse en los próximos quince días.
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