Otra vez las aguas inundan la llanura fértil de la Provincia
Edición Impresa | 6 de Noviembre de 2025 | 01:52
Hace varios meses desde distintos distritos de la Provincia se alertó sobre las inundaciones que sufría el 80 por ciento de los numerosos campos existentes, como lo señaló primeramente el distrito de Bolívar, para reiterarse luego esas advertencias desde lugares como Daireaux, Pila, Urdampilleta y otros partidos y localidades del centro de la Provincia, relacionados a la cuenca del Salado.
Más tarde se sumaron con idénticas advertencias y reclamos distritos del Norte, Oeste y Sur bonaerenses, preocupados por la suerte de las cosechas y de los ganados ante el avance de las aguas.
Desde la Bolsa de Cereales de Buenos Aires se indicó que son 4,3 los millones de hectáreas afectadas por el exceso hídrico, de las cuales 90.000 están completamente inundadas, una superficie superior a toda la provincia de Tucumán.
Las últimas lluvias no hicieron más que agravar un problema estructural que padece un amplio sector del interior bonaerense, desde donde reclaman obras hidráulicas, llegándose a una situación crítica en un área amplia que va desde Bragado hasta Guaminí, con campos cubiertos por una interminable espejo de agua, caminos convertidos en canales de barro y animales buscando los últimos brotes secos para sobrevivir.
Tal como se informó ayer en este diario, las lluvias, vientos fuertes y caída de granizo impactaron también sobre muchas localidades y anegaron a muchas localidades y campos. Al achicamiento de la superficie disponible para la hacienda se suman las complicaciones para avanzar con la siembra de soja y maíz, y la imposibilidad de trasladar insumos o producción por muchos caminos. “Ya no se puede pasar ni siquiera en tractor”, informó la Sociedad Rural de Bolívar. El estado de la red de caminos de tierra es deplorable.
Un gran volumen de agua corre cuenca abajo hacia los partidos de 9 de Julio y Carlos Casares, que se encuentran ya en situación crítica. Desde la ruta 2 puede verse la gran crecida que sufren las lagunas y los ríos Salado y Samborombón. Al achicamiento de la superficie disponible para la hacienda se suman las complicaciones para avanzar con la siembra de soja y maíz, y la imposibilidad de trasladar insumos o producción por muchos caminos.
Tal como se reclama desde hace décadas, la Provincia necesita impulsar una política hídrica integral y capaz de neutralizar fenómenos climáticos, que son obviamente inmodificables para el hombre, pero que pueden preverse y manejarse mediante obras que mejoren el retiro o el eventual depósito en grandes reservorios de las aguas, para usarlas cuando lleguen los períodos de sequía.
En este acuciante tema no se puede seguir actuando siempre solo por reacción y cuando las inundaciones o sequías se vuelven críticas, mediante operativos que resultan esporádicos, desplegándose estrategias de corto plazo o, a lo sumo, aptas para paliar mínimamente algunas emergencias.
Claro que todo ello se encuentra muy alejado, por cierto, de la política que la Provincia necesita desde muy antiguo para evitar estas calamidades que, entre otras consecuencias, afecta a uno de los resortes más efectivos para la economía de nuestro país.
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