Los padres de los escritores

Las dispares experiencias familiares de los últimos Nobel, Laszló Krasznahorkai y Han Kang. Los casos de Paul Auster, Leila Guerriero y Jorge Fernández Díaz

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

La figura del padre en la literatura es desde siempre un tema complejo y rico por sus connotaciones. La influencia del padre en los escritores –sean estos varones o mujeres- constituye una cuestión casi definitoria en muchas identidades y propuestas literarias, porque casi no hay autor que no sienta amor y orgullo o, en cambio, distanciamiento y recelos con sus progenitores.

Acaso podría decirse algo similar para todas las profesiones y oficios –médicos, ingenieros, arquitectos, carpinteros o pintores, entre las muchas otras actividades humanas- pero con la literatura, con el hecho de que un hijo o hija le diga a su padre “quiero dedicarme a escribir”, allí se disparan actitudes variadas, propias de ese agotador oficio, que marcan para siempre a los autores y a sus obras.

Está el caso del reciente Nobel de Literatura, el húngaro Laszló Krasznahorkai que en sus obras casi no menciona a su padre y cuyos temas preferentes apuntan a la complejidad y al fracaso de la sociedad moderna.

Krasznahorkai contó que su padre György le reveló que era judío cuando él tenía 11 años de edad. Que se lo había ocultado por temor a la dictadura socialista que imperaba en Hungría. Y también le dijo que su abuelo había cambiado el apellido original, para sobrevivir en los años de la guerra.

“Mi padre tenía raíces judías. Pero solo nos contó este secreto cuando yo tenía unos once años. Antes de eso, no tenía ni idea. En la era socialista, estaba prohibido mencionarlo. Bueno, soy medio judío, pero si las cosas siguen en Hungría como parece que van a seguir, pronto seré completamente judío”, dijo en una entrevista.

Se ha dicho que esta revelación puede explicar, entre otras características de su literatura, el “sombrío humorismo” de las novelas de Krasznahorkai.

HAN KANG

Con la Nobel 2024, la reconocida autora coreana Han Kang –una distante y certera discípula de nuestro Jorge Luis Borges- pasó lo que no muchas veces suele pasar entre un padre y su hija escritora.

Ocurre que el padre de Kang es también un conocido escritor –Han Seùn-Wong- que no sólo la formó como escritora, sino que la impulsó y guió en su trayectoria.

Cuando un periodista le informó por teléfono que su hija había sido galardonada con el Premio Nobel, no lo pudo creer. “Le dije ‘¿De qué hablas? ¿No habrás leído una noticia falsa?’”, explicó frente a su estudio en el condado de Jangheung (unos 320 kilómetros al suroeste de Seúl).

Al descubrir que no se trataba de una noticia falsa afirmó que le invadió “una sensación de desconcierto”. “Los jueces de la Academia Sueca suelen elegir a escritores o poetas mayores para el premio. Pensé que mi hija tendría que esperar varios años más”, afirmó.

El escritor de 85 años fue una presencia activa para Han Kang, a la que apoyó en sus estudios y en todos sus pasos como escritora.

PAUL AUSTER

En cambio, para el escritor estadounidense Paul Auster (1927-2024) no fue amistosa la figura del padre, sino hasta casi cruel. A tal punto es así que una conocida psiquíatra argentina puso los focos en esta tormentosa relación padre-hijo escritor, en un artículo titulado “La cuestión del padre en Paul Auster”.

La profesional analizó un libro de Auster: La invención de la soledad. Y afirma que “hoy diría que la escritura del libro es la invención de la soledad entre un padre y un hijo, de lo insondable de esa relación, o si se quiere, de ese imposible encuentro; al modo en que lo evoca el sueño paradigmático que introduce el capítulo 7 de La interpretación de los sueños de Freud: “...Padre, ¿acaso no ves que estoy ardiendo?”

“En La trilogía de Nueva York, otro de los libros de Auster, “el padre misterioso está presente como amenazado, ausente o muerto”, agrega, para encontrar la recurrencia de un padre alejado e inaccesible.

Añade que a Paul Auster siempre lo persiguieron “esas historias de filiación y paternidad, esos hijos y esos padres que se buscan, al modo del “no busco, encuentro”. Padres ausentes y culpables, e hijos abandonados a sus interrogantes”.

LEILA GUERRIERO

En cambio, la notable escritora y periodista argentina Leila Guerriero, tuvo suerte con su padre y no la oculta. “Es de todo, un padre potente, un padre terrible, que te forja”, dice de su progenitor, Julio Guerriero.

Todo sobre su padre es y ha sido como una bendición para ella: “Es un padre que te saca el miedo y que te da fortaleza”. Y agrega que siempre le dio impulso para volar sola: “No te cobija sino que te empuja, pero te da herramientas para que ese empujón no te arroje al vacío”.

Su amor por el arte, la literatura y la música, dijo, forman parte de la influencia de su padre.

JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ

En octubre de 2019 había fallecido María Carmen Díaz –más conocida como Carmina- la madre del periodista y novelista argentino Jorge Fernández Díaz, a la que años antes le había dedicado una emotiva biografía novelada titulada “Mamá” (Alfaguara, 2002), convertida pronto en best sellers. Ese libro, además, recibió en Barcelona el empinado Premio Nadal. Es la vida sacrificada de una inmigrante española que vino al país, luchó, formó pareja y le dio vida y amor al autor.

Y ahora, hace pocos meses, Fernández Díaz escribió un libro –El secreto de Marcial (Alfaguara, 2025)-, pero dedicado a su padre. Tal como se dijo, el núcleo argumental de esta obra podría resumirse en pocas palabras: “¿quién es nuestro padre?”

En la presentación reciente de esta obra, en la que acompañó y dialogó con el autor el periodista Luciano Román, dijo Fernández Díaz algunas frases que dieron varias claves de este libro: “Tempranamente mi madre lo había eclipsado y él era opaco”, al hablar de Marcial Fernández ese “asturiano laburante”.

Fernández Díaz buscó descifrar la verdadera personalidad de su padre, enigmática y alejada para él durante su infancia y acaso hasta entrado en su madurez. Su padre lo castigó con años de silencio y distanciamiento. Todo lo contrario de aquella luminosa figura materna.

Sin embargo, en el cercano ocaso del padre y en la ganada experiencia de vida del autor se registró –como suele ocurrir en otros tantos casos- un cambio profundo en esa relación.

Y así explicó Fernández Díaz el reencuentro: “La corta vejez de mi padre... Fue no obstante reparadora: en la adolescencia, al descubrir que quería ser escritor me dio por perdido, pero luego de una reconciliación tardía tuvimos una serie de acercamientos afectivos que sanaron por completo aquellas mutuas laceraciones.

Al padre de Fernández Díaz no le gustaba la literatura. Y el hijo contó hace poco: “La literatura nos había distanciado y nos volvió a unir, realmente. Nos indultamos mutuamente, como muchas veces hacemos con las personas que queremos. Nos indultamos. Punto. A otra cosa”.

El padre de Kang -Han Seùn-Wong- es escritor e impulsó y guió a su hija en su carrera

 

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