Volver a trabajar y sentirse sin ganas
Edición Impresa | 28 de Diciembre de 2025 | 04:12
Por PAULA
Gorina
Me tomé un mes de vacaciones. Treinta días completos, como no me pasaba desde hacía años. Al principio conté las horas para que empezaran; después, los días se me fueron encima sin darme cuenta. Dormí sin despertador, me levanté tarde, caminé sin apuro, pensé poco. Y ahora volví a trabajar y no tengo ganas. Ninguna.
No es que odie mi trabajo. Nunca fue un sueño, pero tampoco una pesadilla. Cumplo, cobro, me llevo bien con la mayoría de mis compañeros. Sin embargo, desde que regresé siento una especie de vacío difícil de explicar. Me siento frente a la computadora y miro la pantalla como si estuviera escrita en otro idioma. Contesto mails, atiendo llamados, hago lo que tengo que hacer, pero por dentro estoy en pausa, como si todavía no hubiera regresado del todo.
Me da culpa decirlo. Porque tengo trabajo, porque hay gente que busca y no consigue, porque “no hay que quejarse”. Pero la desmotivación no entiende de lógica ni de agradecimientos. Vuelve sola, se instala y pesa.
Me pregunto si el problema es el trabajo, si soy yo, o si ese mes me mostró una versión de la vida que ahora cuesta volver a guardar en un cajón.
Escucho a otros decir que es normal, que a todos les pasa después de las vacaciones. Que en unos días se acomoda. Yo quiero creerles, pero mientras tanto voy contando las horas para irme, como si recién empezara a trabajar y ya estuviera cansada. Tal vez no sea pereza, sino cansancio acumulado. Tal vez sea una señal. No lo sé.
Escribo esta carta porque no encuentro motivación, pero sí preguntas. Y porque, aunque no se diga mucho, sospecho que somos varios los que volvemos de las vacaciones con la sensación incómoda de haber probado algo que no sabemos cómo volver a soltar.
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