La odisea de las tareas de cuidado sin ayuda

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Por ANTONIA

City Bell

Tengo un padre de 79 años que, de a poco, empezó a olvidarse de cosas. Al principio fueron detalles mínimos: una llave que no aparecía, una fecha confundida, una pregunta repetida. Después vinieron otras señales más inquietantes, esas que no se pueden seguir justificando con el paso del tiempo. Todavía no hay un diagnóstico cerrado, pero todos sabemos que algo neurológico, degenerativo, empezó a asomarse sin pedir permiso.

Desde hace unos meses, mi papá asiste a un centro de día. Va por la mañana, hace actividades, ejercicios de memoria, comparte el almuerzo y vuelve a casa cerca del mediodía. Ese espacio es un alivio para él y también para mí. Lo noto más estimulado, más contenido. El problema empieza cuando se cierra la puerta del centro y la responsabilidad vuelve a ser completamente mía.

Mi papá sigue activo. Camina, habla, quiere salir, hace preguntas, necesita compañía.

No es una persona postrada ni dependiente las 24 horas, pero tampoco puede estar solo sin supervisión. Y ahí es donde me siento sola yo. Porque tengo hermanas y hermanos, pero en los hechos no tengo con quién compartir este cuidado cotidiano. Siempre hay una excusa, una urgencia, un compromiso impostergable. Yo, en cambio, parezco ser la que siempre está disponible.

No escribo esto desde el enojo, sino desde el cansancio. Cuidar a un padre que empieza a desdibujarse duele de una manera silenciosa. No es solo el tiempo que se va, es la tristeza de verlo perder partes de sí mismo y, al mismo tiempo, cargar con la sensación de que esta tarea no se reparte de forma justa. A veces me pregunto si el resto de la familia no ve lo que yo veo o si simplemente elige mirar para otro lado.

Escribo esta carta porque cuidar también cansa, y porque el amor no siempre alcanza cuando no hay red. Porque aunque mi papá esté contenido medio día, el resto del tiempo seguimos siendo dos personas enfrentando algo demasiado grande. Y porque sé que debe haber muchas hijas y hijos atravesando lo mismo, en silencio, sosteniendo solos lo que debería ser compartido.

 

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