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Séptimo Día |UNA NOVELA Y UN CUENTO

Obras clásicas: dos imperdibles de la literatura de EE UU

Entre la década del 50 y del 70, en plena Guerra Fría, dos autores eligieron exhibir la transformación cultural del país del norte: la adolescencia, la adultez, el miedo al paso del tiempo

6 de Abril de 2025 | 03:02
Edición impresa

 

Ilustración histórica de la novela de Hugo Heikenwaelder / Web

“EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO” (1951)

La novela de Jerome David Salinger es un relato sobre la alienación, el miedo al crecimiento y la hipocresía del mundo adulto

Holden Caulfield tiene dieciséis años, pero se siente viejo. Expulsado de una prestigiosa escuela preparatoria, vagabundea por Nueva York durante unos días antes de volver a casa, atrapado en un limbo entre la niñez y la adultez. En su errático recorrido, se encuentra con profesores, taxistas, excompañeros, prostitutas y su hermana menor, Phoebe. Todos estos encuentros refuerzan su sensación de desarraigo y su convicción de que el mundo adulto es una vil mentira.

“El guardián entre el centeno”, publicada en 1951, se convirtió en un fenómeno literario inmediato. Con una prosa coloquial y sincera, Salinger construye una voz narrativa que captura a la perfección la angustia adolescente. Holden no solo es un personaje, sino un arquetipo: un joven que se rebela contra un mundo que considera hipócrita, mientras enfrenta su propio miedo al cambio y la soledad.

El título de la novela proviene de una imagen que obsesiona a Holden: él quisiera ser un “guardián entre el centeno”, alguien que protege a los niños para que no caigan de un precipicio metafórico, evitando así su ingreso a la adultez. Esta fantasía es el corazón de la novela y revela su conflicto más profundo: Holden quiere preservar la inocencia a toda costa, pero el tiempo no se detiene.

Salinger construye la narración con pequeños episodios que, en apariencia, carecen de un argumento clásico. No hay grandes giros ni eventos extraordinarios. Sin embargo, en cada conversación, en cada paseo solitario por la ciudad, se despliega la desesperada búsqueda de sentido de su protagonista. La obra es un testimonio de la adolescencia como un estado de suspensión, donde todo parece frágil y a punto de derrumbarse.

La controversia ha acompañado a esta novela desde su publicación. Fue prohibida en escuelas, censurada en bibliotecas y relacionada con crímenes célebres, como el asesinato de John Lennon. Su lenguaje crudo y su mirada desencantada sobre la sociedad la convirtieron en un símbolo de rebeldía, pero su verdadero impacto radica en su capacidad de conectar con lectores de todas las épocas.

Hoy, a más de 70 años de su publicación “El guardián entre el centeno” sigue siendo un libro de iniciación. Un refugio para aquellos que, como Holden, se sienten alienados y perdidos. La voz de Salinger es un eco de las preguntas que atraviesan generaciones: ¿qué significa crecer?, ¿cómo lidiar con la soledad?, ¿hay alguna forma de ser auténtico en un mundo donde todo parece impostado?

El guardián entre el centeno
JEROME DAVID SALINGER
Editorial: Edhasa
Páginas: 274
Precio: $23.000

 

John Cheever y una pluma histórica

EL NADADOR (1964) DE JOHN CHEEVER
La figura estadounidense: de nadador a náufrago

Con el correr de los años se convirtió en una obra tradicional del siglo XX. El paso del tiempo, el verdadero protagonista

John Cheever, el gran cronista de la clase media norteamericana, reflejó en “El nadador” (1964) la esencia de su universo literario: el esplendor artificial de los suburbios, la fragilidad de la identidad y la inminencia de la ruina. Publicado originalmente en “The New Yorker”, este cuento es una exploración despiadada de la alienación moderna, disfrazada de fábula extrañamente lírica y desoladora.

El relato sigue a Neddy Merrill, un hombre que, una tarde de verano, decide cruzar su condado nadando a través de las piscinas de sus vecinos. La idea, en apariencia inverosímil pero seductora, adquiere la gravedad de una odisea: cada piscina es una estación en su viaje, un umbral que lo enfrenta con el paso del tiempo, la desintegración de su vida y la revelación final de su desgracia.

Desde el inicio, la prosa de Cheever nos envuelve con una sensación de irrealidad. El mundo de Neddy es de una luminosidad opaca, como una postal envejecida. La piscina inicial, donde comienza su travesía, está rodeada de amigos y cócteles, de risas y promesas de eternos veranos. Pero a medida que avanza, las estaciones cambian de tono: la amabilidad se torna indiferencia, las casas que parecían suyas ahora lo rechazan, y las piscinas, antes cristalinas, se vuelven frías y turbias. Lo que empieza como un acto de vitalidad y rebeldía se convierte en un descenso inexorable hacia la soledad y el desconcierto.

El tiempo en “El nadador” es el verdadero protagonista. Lo que parecía ser un solo día de verano se alarga, se deforma: de una piscina a otra, Neddy atraviesa estaciones enteras sin notarlo. Los indicios de que algo anda mal -un guiño aquí, una conversación interrumpida allá-se acumulan hasta que la revelación final golpea con la fuerza de un mazazo: su casa está vacía, abandonada y su vida, colapsada. El cuento, que empezó con la ligereza de un capricho, se cierra con la angustia de una tragedia.

Esta estructura onírica y casi de terror, convierte a “El nadador” en una metáfora perfecta del colapso del sueño americano. Neddy, como tantos personajes de Cheever, es un hombre que se aferra a una imagen idealizada de sí mismo: exitoso, encantador, dueño de una vida plena y próspera. Sin embargo, al igual que los suburbios que habita, su existencia es un espejismo. El confort material es una burbuja frágil, la juventud una ilusión, y la estabilidad, un mito que se desmorona sin previo aviso.

La modernidad en Cheever es un teatro de apariencias. Sus personajes viven en una escenografía perfecta -casas con jardines impecables, cócteles a la hora justa, matrimonios sonrientes- pero todo es un artificio. Detrás de esa fachada se esconde el miedo al vacío, al fracaso, al paso implacable del tiempo. Neddy es la encarnación de ese desajuste: incapaz de aceptar su propia ruina, persiste en su empresa absurda, nadando hacia un destino que ya no existe.

El cuento, además, es un prodigio técnico. La economía de Cheever, su capacidad para sugerir más de lo que dice, hace que “El nadador” funcione como un mecanismo de precisión. Cada párrafo introduce un leve desplazamiento en la percepción de Neddy, una grieta en la continuidad del relato que amplifica su efecto desconcertante. La elipsis es el recurso maestro: Cheever nos priva de información crucial y nos obliga a reconstruir el derrumbe del protagonista a partir de detalles mínimos pero devastadores.

La posteridad ha consolidado a “El nadador” como una de las piezas más emblemáticas de la literatura norteamericana del siglo XX. Su influencia se deja ver en escritores como Richard Yates, Raymond Carver o incluso en cineastas como David Lynch, cuyo tratamiento del extrañamiento suburbano resuena con el desasosiego cheeveriano.

En última instancia, “El nadador” es la historia de un hombre que se ahoga en la propia negación de su destino. Es un viaje al centro de la desesperación disfrazado de gesta absurda. Es, también, una advertencia: la vida, como el agua, es un medio inasible, y la memoria, un océano donde es fácil naufragar.

Cuentos
JOHN CHEEVER
Editorial: Random House
Páginas: 880
Precio: $57.990

 

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