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“Donde los árboles dan carne”, el lado B de la vida del gaucho

En su primera película, Alexis Franco vuelve a su provincia natal para mostrar la dureza de la vida en el campo en medio de la crisis climática. Desde hoy en el Eco Select

“Donde los árboles dan carne”, el lado B de la vida del gaucho
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

29 de Mayo de 2025 | 00:07

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Alexis Franco lleva un tiempo radicado en Estados Unidos, donde trabajaba como arquitecto cuando el cine lo encontró: su oficio lo cruzó con el realizador Roberto Minervini, cineasta de “What You Gonna Do When the World’s on Fire?”, a quien empezó a ayudar a hacer películas. Y, cuenta en diálogo con EL DIA, en algún momento una historia propia, la de su familia, empezó a aparecer en su mente: pensaba en ofrecérsela a Minervini, pero el cineasta italiano le dijo que tenía que hacerla él mismo.

Así nació “Donde los árboles dan carne”, ópera prima de Franco, que se verá desde hoy en el Cine Eco Select del Centro Cultural Islas Malvinas (hasta el miércoles, a las 18): es la historia de Omar, un dedicado ganadero, se encuentra enredado en una batalla implacable contra la furia de la naturaleza, mientras tanto, su madre de 93 años ha comenzado a hacer planes para su propia partida. Una historia íntima e intergeneracional sobre el amor, la resistencia y la supervivencia en un mundo que cambia rápidamente. Y es un western, o una especie de western criollo y deconstruido.

“No quería trabajar con el mito del gaucho, no quería una folclorización: quería deconstruir todo eso y volverlo a construir de una forma humana. Lo que importa en la película que es la humanidad, el contacto con la naturaleza, los animales, la muerte, el cambio climático, la importancia de los abrazos, el amor, el cariño con la gente”, relata Franco.

“La cultura gaucha, especialmente desde fuera del país, es muy tentadora, para cualquier cineasta”, sigue Franco. “Pero quería escaparme de eso. Es tentador dejarse llevar por la belleza del gaucho, pero como pasa en el western, tenemos una imagen idealizada, la realidad del gaucho es totalmente diferente a la imaginada, hemos hecho un estereotipo de eso y yo quería contar cómo vivía cuando era chico, que realmente no es así. Incluso a veces se piensa en el gaucho como alguien que maltrata animales, y no es así, el gaucho está realmente protegiendo la tierra, alimentando la ciudad, a nosotros, está constantemente tratando de levantar los animales, que es lo que pasa en la película. El gaucho está tratando de mantener el ecosistema, un ecosistema que pelea contra los fuegos, los pumas, la sequía… Están protegiendo miles de hectáreas que nos pertenecen a todos. Una sola persona protegiendo todo eso”.

LA HISTORIA DE LA PELÍCULA

“Donde los árboles dan carne” nació de su relación con Minervini, con quien trabaja desde hace 17 años. “Con él aprendí todo”, dice el realizador y arquitecto: Minervini también es constructor y era cliente de Franco, con quien encaró un proyecto de casas verdes en Texas. Eso fue justo cuando Minervini encaraba su primera película: “No me acuerdo cómo terminé con él, y con otras cuatro, cinco personas, en el set, no sabía qué estaba haciendo porque no sabía mucho de hacer cine”, recuerda. Minervini, que “habla de la parte oscura de Estados Unidos”, estrenó su ópera prima en Venecia; vinieron luego, con otras películas, Cannes y otros grandes festivales, premios, reconocimientos. 

De carácter independiente, pequeño, las películas de Minervini son proyectos de pocos. Así que Franco hacía el scouting y también parte de la investigación, e incluso cuenta que llegó a investigar las redes de tratar y drogas en Argentina para un proyecto que no se concretó. “Pero me encantaba meterme en esos lugares oscuros y peligrosos que me sacaban un poquito de la naturaleza de lo que yo hago”, cuenta el realizador, que sigue manteniendo su vida con su labor como arquitecto.

Lo cierto es que en ese camino con Minervini, Franco empezó a imaginar su propia película, sobre su familia, en sus pagos, en la Argentina profunda, esos campos hoy asolados por los efectos de la crisis climática. “Mi intención era que Roberto hiciera la película, pero él que estaba listo para mi primera película, y que nadie la iba a contar como yo, nadie iba a tener esa cercanía a mi familia”, cuenta. Así comenzó el largo proceso, de un lustro, para juntar la plata, filmar y finalmente, estrenar.

Esa sociedad comenzó alrededor de las casas verdes de Texas, un proyecto que en el conservador estado parecía imposible, y se cierra un círculo con la primera película de Franco, que también tiene en su centro la preocupación ambiental, a partir de las vivencias de su familia en los campos mendocinos.

La película es una especie de documental ficcionado, improvisado, con su familia como protagonista, una observación sensible y honesta sobre lo gauchesco alejada por completo de los clichés e idealizaciones, donde la lucha tiene que ver contra las condiciones materiales y la propia naturaleza.

Ese eje ambiental, dice Franco, apareció mientras buscaba una narrativa para ordenar las horas que había filmado, improvisando con sus familiares delante de cámara. En algún momento, encontró “un paralelismo entre la abuela, la muerte, y las vacas que también van muriendo: me di cuenta que ese era el tema que tenía que enfocar. Era contar una historia mucho más universal, mucho más grande: cómo el cambio climático afecta a la gente pobre, a la gente simple”.

En la película, entonces, “está absolutamente expuesta a la adversidad y la pelea para sobrevivir”, una pelea universal, motivo por el cual Franco no dice dónde está rodada la película, ni en que momento del tiempo. Es en algún lugar de Sudamérica, en algún momento: “Está contando una historia mucho más grande que está afectando a todos”.

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