La Bolsa y el génesis de la ficción: un puente místico

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En “La teoría de la bolsa sobre el origen de la ficción”, Le Guin articula, con voz inconfundible, la idea de que el acto de contar historias surge de lo tan elemental y misterioso como la bolsa, ese receptáculo de lo indispensable y lo olvidado. La autora se sumerge en la metáfora de la bolsa para dilucidar cómo la ficción emerge de la necesidad de conservar, transformar y dar nueva forma a la experiencia humana. La narrativa no se limita a una explicación racional, sino que convoca símbolos, tradiciones y ritos, que trascienden la mera lógica para abrir un portal hacia lo sagrado. Le Guin, con su estilo poético y casi ritual, nos invita a ver en lo cotidiano la semilla de lo fantástico. La bolsa se erige como símbolo del contenedor de la memoria, del acervo cultural y del potencial creativo latente en cada ser. El lenguaje se torna entonces un artefacto que, al igual que un amuleto, guarda y libera la esencia de las historias, otorgándoles vida, poder y destino. De esta manera, la autora sugiere que la ficción es un arma blanda, un puente entre la experiencia real y la reinvención de nuestro propio ser. La fuerza de esta obra reside en su capacidad de desdibujar fronteras. Lo mundano se imbrica con lo mítico, y lo material se funde con lo inmaterial. Le Guin, al explorar el origen de la narrativa a través de la bolsa, nos recuerda que las historias son, en sí mismas, recipientes de identidad, memoria y transformación. No es sólo un cuento, sino un acto de creación perpetua, un ritual en el que cada palabra es un tesoro y cada relato, un universo en potencia.

 

Úrsula K. Le Guin

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