Protestas, trampas y violencia en los estadios de fútbol
Edición Impresa | 24 de Agosto de 2025 | 04:47

Mientras la Justicia determina las responsabilidades acerca de los dramáticos incidentes y la noche sangrienta vivida en el estadio de Independiente de Avellaneda -en un enfrentamiento entre hinchas de ese club y de Universidad de Chile-, cuyo informe inicial alude a un gravoso saldo de 177 adultos, 5 menores de edad y tres mujeres heridas, así como a 125 personas detenidas, corresponde no sólo repudiar un episodio tan lamentable, sino también reflexionar sobre la espiral de violencia y de malos comportamientos que ensombrecen al deporte del fútbol profesional, tanto en el nuestro como en otros países.
Duele señalarlo pero episodios similares se vivieron en estadios de Brasil, Uruguay, Chile y otros países de nuestro continente. Pero en el caso de la Argentina aflige sobremanera no sólo la violencia de los barrabravas –responsables principales de las cruentas batallas que se libran a partir del fútbol- sino la creciente agresividad e inconducta de los jugadores profesionales y de no pocos directores técnicos, que son protagonistas principales en este deporte.
Protestas en tumulto por cualquier fallo ante los árbitros por parte de numerosos jugadores; crecimiento desmedido de agresiones entre los adversarios; simulación de lesiones o de supuestas faltas cometidas por adversarios, en situaciones a las que se suman no pocos directores técnicos que formulan ampulosos reclamos con sus brazos en alto contra cualquier decisión arbitral y lo hacen frente a las tribunas, creando así climas hostiles contra los árbitros, forman parte de la nutrida lista de incorrecciones.
En estos casos se advierte un persistente desinterés de la Asociación del Fútbol Argentino y del sector de los árbitros para impedir estas verdaderas desnaturalizaciones del juego. Lo mismo cabría señalar en el caso de la Conmebol, cuyos partidos por torneos sudamericanos suelen transitan por carriles similares y concluir en verdaderas bataholas.
Un párrafo especial merece también la Policía. En el partido disputado entre Independiente y Universidad de Chile, la seguridad estuvo a cargo de 650 efectivos de la Policía y 150 agentes de seguridad privada. Se trata de un número más que importante y a pesar de ello no pudo verse a ningún efectivo previniendo o sofocando los incidentes. Los hinchas de los dos equipos pelearon durante largos minutos y ningún policía o agente de seguridad fue visto en el “campo de batalla”. El tema de dónde se ubican los policías debiera ser revisado.
Mientras estas y otras graves irregularidades y deficiencias funcionales sigan registrándose y, también, en la medida en que los barrabravas no sean erradicados definitivamente de los estadios, por lo pronto carece de sensatez la medida dispuesta por la AFA de retorno de las hinchadas visitantes en los partidos correspondiente a los campeonatos internos.
Pareciera llegada la hora de que las autoridades nacionales y de las distintas provincias, en lo concerniente a la disputa de los campeonatos argentinos, reclamen a la AFA para que impulse medidas y políticas destinadas a bajar los niveles de inaudita violencia que existen en nuestro fútbol profesional. Esa acción debiera orquestarse con la totalidad de los clubes federados.
De lo contrario cada partido de fútbol podrá seguir convirtiéndose en una batalla de trompadas y patadas, piedrazos y combates con armas blancas en las tribunas y de todo tipo de infracciones antideportivas en los campos de juego.
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