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ESTABA PROFUGO

5 de Abril de 2000 | 00:00
Fue abatido por un policía que evitó el robo en Avellaneda. Había usado un documento robado. Era conocido por protagonizar violentos incidentes dentro y fuera de las canchas
Pablo Sergio Prado tenía 30 años y sobre sus espaldas cargaba una increíble historia de violencia. Era un barrabrava de Estudiantes que se había hecho de una triste fama tras varios enfrentamientos con otros hinchas. Ayer, finalmente, se confirmó que Prado era el supuesto asaltante que había muerto en un enfrentamiento armado con la policía durante un asalto a una pizzería de Avellaneda.
El barrabrava, como se sabe, estaba prófugo desde el pasado mes de noviembre cuando había salido con permiso judicial de la cárcel de Olmos para, presuntamente, trabajar en una vidriería de Villa Elisa. Lo habían detenido unos ocho meses antes al ser sorprendido, junto a una adolescente, merodeando una estación de servicio de Tolosa en un auto en el que llevaba una pistola calibre 9 milímetros que estaba cargada con balas de "alto impacto".
Prado, que incluso declaró como testigo en la causa que se abrió por el crimen del joven Martín Orelli (ver página 17), jamás había sido condenado por la justicia, pese a que estuvo procesado por varios hechos extremadamente violentos, entre ellos una zaga de enfrentamientos con su rival y enemigo en la barrabrava de Estudiantes, Omar "El Ache" Alonso (ver aparte).
Tal como este diario adelantó en su edición de ayer, el último caso delictivo que tuvo como protagonista a Prado ocurrió el pasado viernes, en una pizzería de la localidad bonaerense de Avellaneda que está ubicada en la calle Lacarra 41, que se llama "Nueva Galli".
Era de noche cuando el dueño del comercio, Marcelo Pérez, se encontraba acompañado por un amigo suyo, el sargento de Caballería Francisco Eduardo Russo, quien estaba vestido de civil, aunque llevaba su arma reglamentaria. Además, en el comercio había unos clientes, entre ellos un matrimonio con un bebé.
En ese momento, dos delincuentes armados con pistolas calibre 9 milímetros entraron al local. Y uno de ellos inmediatamente saltó el mostrador, para ubicarse detrás de la caja. Allí el policía se defendió a los tiros, matando a uno de los asaltantes mientras que el otro logró huir abriéndose paso a los balazos.
Policías de la comisaría 1¦ de Avellaneda, que trabajaron bajo las órdenes del comisario Miguel Testamanti, inmediatamente intentaron identificar al supuesto delincuente abatido. Y vieron que tenía un documento a nombre de Rubén Zevallos.
Antes de comenzar a buscar a los familiares de Zevallos, los investigadores tomaron algunos recaudos. Primero inspeccionaron el cuerpo del hombre y se dieron cuenta de que tenía tatuajes carcelarios, por lo que no había dudas de que se trataba de un ex convicto. Y acudieron a los registros de los padrones electorales, en donde figuraba que Rubén Zeballos había votado siempre. "Los presos no votan nunca", fue la expresión que usó un policía que sospechó de esa identidad.
Por este motivo, fueron a ver a Zeballos, que es un vecino de Avellaneda, quien dijo que había sido víctima de un robo a mano armada, en el que le habían sustraído, entre otras cosas, sus documentos (ver aparte).
El misterio se develó anteayer cuando Fernando Fabián Prado (32), un taxista que vive en nuestra ciudad, se presentó en esa seccional y dijo que se había enterado de que la persona que había muerto en el asalto podía ser su hermano Pablo.
Fernando Prado fue conducido a la morgue judicial, en donde reconoció el cuerpo de Pablo. Y, a su vez, se cotejaron las huellas digitales del cuerpo con la de los registros que existen en el Servicio Penitenciario.
Ayer, desde la fiscalía nº 6 de ese distrito judicial se comunicaron con el juez de garantías Guillermo Federico Atencio, a quien le informaron la muerte del hombre que el magistrado platense había enviado a la cárcel de Olmos y que después de ocho meses de detención había beneficiado, tal como lo dispone el nuevo Código Procesal Penal, con salidas socio-laborales, pero que jamás había regresado.
El cuerpo de Prado fue conducido en horas de la mañana de ayer, sólo acompañado por unos pocos familiares, al cementerio local. Ahí terminaba la historia de uno de los barrabravas más violentos de La Plata.
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