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Los budistas platenses

La meditación zen es una práctica milenaria que tiene un gran impacto en la comunidad local. Con los años, son cada vez más los que se acercan a ver de qué se trata. Originario de la India, pasó por China y Japón, y ahora se practica en la Ciudad

Los budistas platenses

Los budistas platenses

3 de Mayo de 2009 | 00:00
Para entrar al Dojo (templo) hay que descalzarse. Dar el primer paso con el pie izquierdo y saludar a Buda con una reverencia. Si se decide caminar por dentro del templo, hay que hacerlo respetando el sentido de las agujas del reloj. En el Dojo hay un silencio sepulcral. Afuera, en pleno urbanismo platense, un portero baldea la vereda con una manguera que no para de desperdiciar agua. La calle colapsa de autos estacionados. Es imposible conseguir un lugar libre a las ocho de la mañana en 40, entre 5 y 6. Los primeros minutos del día se disparan para los vecinos que salen apresurados. Todavía con las secuelas de la almohada pegadas en la cara. Adentro, el tiempo parece que no corre. Que los minutos son eternos. El monje budista y sus discípulos comenzaron con el zazen a las siete de la mañana. El "za" (sentarse) "zen" (meditación) es el rito milenario que significa sentarse a meditar. Durante hora y media, lo único que divide la materialidad del cuerpo con la pared es el aire mismo. O la nada, si se quiere. Ese mismo muro divide dos formas distintas de ver la vida. Estilos de vida que conviven en silencio. Como la meditación del Dojo. Afuera y adentro el tiempo es uno solo. El mismo. Unos meditan mientras los otros andan a las corridas. El budismo Zen, una tradición milenaria de hace 2500 años que nace en la India, llega a China y luego Japón, cobra vida durante una mañana en pleno centro de la Ciudad.

JUEVES. 08:30 hs.

La rutina de zazen comenzó a las siete de la mañana. Noventa minutos después, al abrirse la puerta de madera robusta, las bocinas enojadas dan paso a una oración en un idioma totalmente desconocido. En el imaginario popular está presente el onomatopéyico "aooommm". No es precisamente ese, pero es primo hermano. Es una especie de mezcla entre el sánscrito con el japonés y el chino. El de la voz grave que se oye es Nicolás. Lleva el Kesa (vestimenta sagrada), una suerte de kimono que, más tarde contará, tiene la forma de los cultivos de arroz y que él mismo coció durante año y medio. No hay olor a sahumerios, tampoco revistas de feng shui, mucho menos dragones, atados a una cinta bebé roja, colgando del techo y ni hablar de jardines zen. Sí hay un monje en plena acción y tres discípulos cumpliendo al pie de la letra el zazen. La religión más antigua del mundo. El sonido de la voz se va y da paso a un repique de maderas.

Nicolás Nessi estudia física y es el monje platense. El referente del budismo Zen en la Ciudad. Tiene 24 años y vive con sus padres en City Bell. Una familia de católicos no practicantes que respetan su decisión espiritual. A no ser por el Rakusú que lleva sobre el buzo polar celeste, una suerte de pechera que usan desde los tiempos de Buda, nada podría indicar que se está en frente de un monje budista zen. Su cabeza rapada no aporta ningún dato adicional. Podría ser producto de la comodidad o de su culto. El se inclina por la primera opción. Reconoce que la primera vez que practicó el zazen le dolió todo. Supo a sus 18 años que había encontrado el tesoro que tenía adentro.

Para Nicolás, practicar el zazen es una revolución interna. Es como una gran ola que se convierte en corriente que altera el ritmo interno". El Doyo local se reúne seis días de la semana, de lunes a sábado. Entre 3 y 6 personas acuden de lunes a jueves. Los curiosos o principiantes suelen iniciarse los fines de semana. En esas ocasiones se reúnen más de quince personas que le dan forma a la sangha. Dentro del lenguaje propio, así se denomina a la comunidad que practica el zazen. La cuestión material de tener que pagar una mensualidad suele ser una crítica, "son 40 pesos que sirven para la mantención y para la compra de insumos, sólo eso", indica Nicolás.

La primera vez que Nicolás practicó zazen sintió una vibración por todo el cuerpo, "fue como que me agradecía por haber meditado. Sentí que se alineaban las células del cuerpo con el alma". Una vez al año, durante febrero, los budistas zen se trasladan a un retiro espiritual a cargo del Maestro Kosen Thibaut. Son campamentos en el Templo Shobogenji ("Ojo del verdadero dahrma"), ubicado a 7 kilómetros de Capilla del Monte, en las laderas del magnético Cerro Uritorco en el Valle de Punilla. Fue precisamente allí, en el primer templo Zen de América latina, donde Nicolás le pidió a Kosen la ordenación como monje. Una vez ordenado, en una suerte de segundo bautismo, el maestro Kosen, bajo un arrebato de pura intuición, le asignó su nuevo nombre. Nicolás y Shin Ryo son la misma persona. El significado en japonés es "espíritu precioso".

EL GRAN MAESTRO

"Zazen es el método para girar el botón que nos integra a todo el universo. El universo Zen consiste en sentarse tranquilamente en la postura correcta. Zazen significa poner el espíritu en reposo. El Zen no es un estado en particular, es el estado normal, silencioso, apacible, sin agitación -explica el Maestro Kosen Thibaut, el 83° patriarca en el linaje de Buda-. En el Zen no es necesario ninguna intención de búsqueda, ni de esfuerzo en particular, ni de imaginación. Es suficiente ser sin hipocresía, sin dogmatismo, sin arrogancia, abrazando las contradicciones. Está más allá de las religiones. Supriman la palabra Zen y pongan en su lugar Verdad, Orden del Universo; o "Vida". En las religiones, le pedimos a Dios o a Buda. En el Zen uno se dirige a si mismo".

El maestro Kosen nació en Francia en 1952. Es el heredero del gran Taïsen Deshimaru, el hombre que exportó el Zen a Europa. Quienes lo conocen afirman que Stéphane, como todos lo llaman, es lúcido, bromista y un poco mal hablado. Cuando no está meditando, habla de mujeres, de motos, o se conecta a su ipod. Ama la velocidad, la música electrónica y los cómics. Antes de convertirse en el máximo referente del Budismo Zen, fue hippie y músico. Es monje desde 1971. Trece años después recibió el Shiho (transmisión del Dharma) del Maestro Niwa Zenji, la más alta autoridad del Zen en Japón. De gran predominio espiritual en Latinoamérica, dentro de sus filas de discípulos cuenta con el hijo del Che Guevara.

"Zazen es difícil, lo sé -afirma el Maestro Kosen-. Pero practicando cotidianamente es muy eficaz para la expansión de la conciencia y el desarrollo de la intuición. Zazen no libera solamente una gran energía, es una postura de despertar. Durante su práctica no hay que querer alcanzar nada, sea lo que sea. Es solamente concentración sobre la postura, la respiración y la actitud del espíritu, sin objeto".

"Cuando uno se cree serio, se da cuenta que en realidad no lo es para nada. -respondió el maestro Stéphane-. A veces yo me digo, no soy serio, no tengo nada de monje, y después me doy cuenta de que en realidad sí lo soy. La religión está hecha para los humanos. Algunos dicen: 'mirá, ése era un santo, nunca comió carne y nunca miró una mujer'. Muy bien, mejor para él. ¿Pero qué cambia eso en una humanidad totalmente podrida?".

Para Toshiro Yamauchi (45), nieto de japoneses y presidente de la Asociación Zen de América Latina, el maestro Kosen es sorpresa pura.

EN LAS DIAGONALES

Con puntualidad de reloj Suizo, el zazen del jueves acaba de finalizar. Luciana se quitó su Kesa y empieza con el samú (el trabajo). Guarda en el placard de madera, con puertas de espejo, los zafu (cojín redondo para sentarse) que se acaban de usar. No está de luto pero viste toda de negro. Esa es una recomendación de los maestros para practicar zazen. "Si una mujer se pone unas calzas rojas no creo que te puedas concentrar, y mucho menos meditar", ejemplifica Nicolás la razón del luto obligatorio.

Luciana además de bodhisattva, una categoría previa a la de monje, es artista plástica y docente. Antes de comenzar con el zazen, cuatro años atrás, incursionó en el kung fu. Siempre interesada en el Budismo, el primer paso fue la lectura. Luciana no es de las entrevistadas que responde rápido. Se toma su tiempo. Enseguida dice que no quiere ser malentendida. Usa pocas palabras. La pregunta que se le formula apunta a saber qué se siente cuando se practica el zazen. "Es algo muy profundo y sutil que en dos palabras no lo puedo definir", dice.

"El samu es un trabajo en donde lo mas importante es la actitud y cuyo resultado ha de estar más allá de cualquier provecho personal -enseña Luciana-. Realizar la tarea con la única motivación de hacerla bien, es la mayor actitud de desprendimiento". El rostro de Luciana y su tono de voz transmiten tranquilidad. "Los cambios que produce en uno son muy fuertes. Uno se da cuenta que es el responsable directo de la propia realidad. Uno es el que va tomando las determinaciones de su vida".

La pareja de Luciana también practica zazen. Comenta que en algunas oportunidades meditan en pareja. Solos pero juntos. "Igual es mejor hacerlo en el Dojo. Te ayudan, te guían con la respiración y te corrigen las posturas. Si no las haces bien de entrada terminas todo dolorido". El zazen también funciona bajo el mandato del tradicional boca en boca. "Soy de las que no tiene reparos en contarlo, pero cuando me preguntan les digo que mejor lo tienen que vivir en persona", aclara Luciana.

Jorge Cabral gugleó "Budismo La Plata"y la respuesta apareció rodeada de 15.500 opciones posibles. La primera fue la de la página del Budismo Dojo Zen de la Kosen Sangha. Maestro Kosen Thibaut, linaje del Maestro Taisen Deshimaru. Tomó la dirección, se entrevistó con Nicolás, y como le pareció "gente muy seria"no dudó en comenzar. Jorge es platense, tiene 40 años, es guitarrista y profesor de música. "Recuerdo que la primera vez terminé todo dolorido. Se te acalambran las piernas por la falta de costumbre del cuerpo. Después, te acostumbras y eso cambia", confiesa Jorge.

La escoliosis y las constantes contracturas, que tanto molestaban a Jorge, desaparecieron desde que practica zazen. "Mi primer acercamiento fue a través de la lectura. Me interesé por el Budismo en general y por todo lo que tenía que ver con ello. Internet y libros son indispensables para armarse de buena información previa antes de comenzar a meditar -aclara Jorge-. Es raro que el que se acerque al Dojo no haya leído algo antes. La mayoría llegamos con una buena base de conocimiento".

Cuatro días a la semana el despertador eléctrico de Jorge lo despierta a las seis de la mañana. Como vive a cuatro cuadras del Dojo, desayuna y luego sale caminando. "Cuesta pero uno se acostumbra. Me pasó que hubo un día que se cortó la luz y el despertador no sonó. Es tanta la costumbre que me desperté solo", relata. Para Jorge, cuatro días de zazen es el equilibrio justo. El no cuenta a los cuatro vientos que practica zazen. "No lo comento mucho. Sólo con algunas personas. Hay mucho desconocimiento, y no quiero que se malinterprete. Muchas veces se cae en una idea errónea, lo ven como algo exótico o extravagante cuando de eso no tiene nada", afirma.

En comparación con sus compañeros, en lo que tiene que ver con lo ceremonial y los conocimientos de terminología japonesa, Jorge sostiene que es un "gran ignorante". Enseguida aclara lo mucho que saben sus compañeros. "La naturaleza de la mente es pensar. Observar la conciencia. Sin desarrollar los pensamientos ni detenerlos. Surgen otros nuevos y los viejos se desvanecen. La conciencia tira pensamientos todo el tiempo", sintetiza. Los cambios, agrega Jorge, no tardaron en llegar. "Mi visión de la vida cotidiana es otra. Hay una mayor aceptación de la realidad, es más simple. Mucho menos compleja".

Sin dudas, los noventa minutos en la más profunda soledad entre la propia conciencia y el muro disparan sensaciones diferentes entre quienes practican zazen. Para Nicolás fue meditando "en donde más sufrí". Enseguida aclara que es tan fuerte la experiencia y tan grande su convicción y compromiso que él no podría dejarlo. El no lo oculta pero tampoco lo sociabiliza al extremo. La falta de conocimiento acerca del budismo y sus ritos podría llegar a generar malos entendidos. "Nunca me pasó que hayan confundido al Budismo Zen con una secta. Pueden pensar y creer lo que quieran, yo sólo les digo que hay que informarse para entender de qué se trata", aclara Nicolás.

Los ojos cerrados, las posturas firmes y concentradas le imprimen al Dojo un clima de pureza y tranquilidad celestial. De respeto mutuo. La imagen quieta de Buda en su altar los acompañó los noventa minutos. Los ojos se abren lentamente y la luz del iluminado irradia el despertar de la sangha platense.


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