Los tatuajes ya no son una elección exclusiva de los jóvenes

La primera vez que decidió hacerse un tatuaje fue hace ya diez años. Se animó a una pequeña letra “A” de estilo gótico en la zona del pecho. Luego, hace unos seis años, quiso seguir explorando y se tatuó el delineado de los ojos para que ese detalle estético le acompañara la mirada por siempre. Ahora, a los 51 años, Ana Peirano quiso ir por más y decidió tatuarse una bailarina de tango alada que le cubriera buena parte de la espalda. Ni raro ni tan poco demasiado habitual, Ana es una de las tantas personas adultas con tatuaje que se empiezan a ver en la región.

Si bien hace unas cuantas décadas atrás era una práctica frecuente entre marineros y presos, la ilusión de verse la piel con un dibujo, un retrato, un nombre o una simple letra de origen lejano es moneda cada día más corriente en personas que pasaron los cincuenta y, en muchos casos, ya son abuelos.

“Todavía es una moda ganada por jóvenes y adolescentes -cuenta Mariano Taka, un tatuador platense con un par de años en el oficio-, pero es cierto que se empiezan a ver a personas mayores con tattoos. Un poco están los que se animan ahora por primera vez, pero también los que se tatuaron cuando eran jóvenes y hoy ya tiene sesenta años”.

Lo que dice Taka entra en sintonía con las palabras de Pablo Vacherand, otro tatuador de la región con casi 16 años de experiencia. “Yo tatúo cada vez más abuelos y abuelas -cuenta-, aunque es cierto que también más nenes chiquitos deciden hacerse un tatuaje y vienen con sus padres. Es un fenómeno de los últimos años. Así como hay más personas mayores que buscan un tatuaje, también hay más nenes que quieren tatuarse o hacerse un piercing a edades más bajas”.

El fenómeno no se da sólo a nivel local: un estudio de la revista American Demographics demostró que entre las personas de 40 y 64 años de los Estados Unidos, el 9% estaba tatuado. Sucede que no sólo son cada vez más los abuelos que se tatúan, sino que, como apunta Taka, muchos de los que se tatuaron de jóvenes ya ingresaron a la tercera edad.

Aunque sin cifras oficiales, algunos tatuadores aseguran que en los últimos tres años la demanda para someterse a esta práctica milenaria (los antiguos pobladores de la Polinesia fueron los primeros en grabarse motivos en la piel en el 5000 antes de Cristo) se triplicó entre los mayores de 60 años.

Aunque todavía no llegó a esa franja etaria, el caso de Ana Peirano bien encaja en la historia de las personas mayores que lucen con orgullo algún dibujo tatuado sobre su piel. Como buena bailarina de tango, Ana busco un diseño para su espalda que la identificara con su arte y le diera así un toque personal.

“Fue todo un proceso -cuenta ella-. El dibujo me lo empezaron a hacer en abril y me lo terminaron recién en junio pasado. Estoy conforme con los tres tatuajes que tengo, con la letra, con mi delineado de ojos y ahora con esta bailarina, pero no creo que me siga haciendo más. Así ya estoy bien”.

Para muchos tatuadores, la demanda de personas mayores que buscan algún tattoo para su cuerpo creció más de un 30 por ciento en los últimos años porque, de un tiempo a esta parte, “se acabaron los miedos sobre el método de esterilización del instrumental. Antes lo más habitual era tatuar a una persona mayor cada mes, ahora una por semana siempre aparece”.

La tendencia indica que a la mayoría de los mayores que ingresan al mundo del tattoo poco les importa el ‘qué dirán’. “Antes podía ser algo extraño o llamativo -opina Vacherand-; en cambio ahora es de lo más común. Siempre hay un abuelo que se acerca a pedir un tatuaje”.