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La Presidenta en un discurso desde la Casa Rosada. La atención estuvo puesta toda la semana en su relación con el Gobernador bonaerense
Por PEPE ELIASCHEV
Twitter: @peliaschev
A fines de 1973, Juan Perón estaba convencido de que el entonces gobernador de la provincia, Oscar Bidegain, debía ser removido de su cargo. Bidegain había sido electo el 11 de marzo de 1973 jefe político de Buenos Aires con casi el 53% de los votos (la UCR recibía el 20.4% y el Partido Intransigente de Oscar Alende el 10%). Médico cirujano nacido en 1905, Bidegain tuvo que renunciar a su cargo el 24 de enero de 1974, tras el ataque a un regimiento de caballería blindada en Azul perpetrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 19 de enero de ese año. Perón y su entorno le imputaban a Bidegain, que gobernaba con una fuerte influencia de Montoneros en su administración, debilidad y hasta complicidad con la guerrilla. Destituido Bidegain, asumió la gobernación el vice, Victorio Calabró, una expresión pura y dura de la “patria metalúrgica”. Treinta años después, el 27 de abril de 2003, la formula Néstor Kirchner-Daniel Scioli, gestionada y efectivizada con la participación decisiva de Eduardo Duhalde, era votada por el 25.7% de los bonaerenses, mientras que a Carlos Menem lo votaba el 20.4% y a Adolfo Rodríguez Saá el 13.8%, lo que indica que el peronismo sumaba casi el 60%. Cinco meses más tarde, el 14 de septiembre de 2003, al concluir el mandato de Carlos Ruckauf y Felipe Sola, éste último era electo gobernador de la Provincia con el 43,3% de los votos, superando al hoy encarcelado Luis Patti, votado por el 12.3% y a Aldo Rico, al que lo votó el 11.5% de los bonaerenses.
En las elecciones de octubre del año pasado, ante los 4.2 millones de Scioli, Sabatella cosechó 501 mil, una diferencia de 8x1
OTROS PORCENTAJES
El 23 de octubre de 2007, Cristina Kirchner ganó la Provincia con casi el 46%, mientras que Scioli llegaba a la gobernación con el 48.2%, casi 94.000 votos más que los logrados ese día por la señora de Kirchner, una afrenta que nunca le perdonarían al nuevo conductor de la mayor provincia argentina. Finalmente, en la presidenciales del 23 de octubre de 2001, Cristina recaudaba en la Provincia el 56.4%, mientras que Scioli era reelecto con el 55,07, unos 590 mil votos menos que la Presidenta.
Ese 55% de Scioli fue cosechado hace apenas seis meses. Implicaba un siete por ciento más que lo conseguido en 2007, tras cuatro años de gestión en medio de la dura crisis de 2008/2009, año en que Scioli fue conminado a acompañar a Néstor Kirchner como candidato testimonial, en una lista que encabezaba el difunto ex presidente. En esas elecciones de 2009, Kirchner fue derrotado por la alianza entre Francisco de Narváez y Mauricio Macri, que con 2,6 millones de votos, aventajaron a Kirchner/Scioli, que lograron 2,4 millones, una diferencia de casi 189 mil votos que representó una herida sangrante para el oficialismo. Como en 2003, en 2007 y 2011, Scioli siempre ha sido conmovedoramente leal al kirchnerismo. Pero no es ése un valor que cotiza alto hoy en el sistema de toma de decisiones de la Presidenta. Kirchner no lo amaba a Scioli, pero lo necesitaba. Y desde esa necesidad, operaba. Cristina no sólo no lo quiere, sino que lo desprecia. Súbitamente poseída por un incomprensible purismo ideológico, la Presidenta ha cortado ya amarras con el Gobernador. Está convencida de que las imágenes del naufragio no la perjudicaran a ella. Se repite, de modo grotesco, simétricamente inverso pero tendencialmente equiparable, la desgracia de hace 39 años.
En 1973 el peronismo ortodoxo no dudaba de que Bidegain era un “traidor”. Profundamente rencoroso, Perón le achacaba a Bidegain la responsabilidad de los trágicos ataques terroristas. No podía ignorar que la izquierda guerrillera no aceptó el veredicto de las urnas en marzo de 1973 y con Héctor Cámpora en la Casa Rosada proclamó que seguiría atacando cuarteles, secuestrando empresarios y asesinando policías y militares. Pero a ese peronismo ortodoxo nadie lo convencía de lo contrario: el problema eran los “infiltrados” y por eso el propio peronismo consumó, además, los sacrificios de los gobernadores Jorge Cepernic de Santa Cruz, Ricardo Obregón Cano de Córdoba y Miguel Ragone de Salta.
La Casa Rosada de 2012, como la de 1974, cree que hay infiltrados en el gobierno. En el ’74 la infiltración era de la “zurda”, mientras que en 2012 proviene de la derecha que no asume el modelo. Con este modelo de matriz crudamente vertical y sectaria, el Gobierno avanza irremisiblemente hacia el vaciamiento de Scioli, al que se le reconocen los votos pero al que se lo desprecia por no exhibir el grado de revolucionarismo ideológico que tiene rating imbatible en la Quinta de Olivos. La Presidenta se siente cómoda con el discurso y relato de hombres como Martín Sabatella, que fustiga diariamente a Scioli por considerarlo “ajeno” al modelo ideológico cristinista. En las elecciones de octubre del año pasado, ante los 4.2 millones de Scioli, Sabatella cosechó 501 mil, una diferencia de 8x1. Por eso, en el organigrama oficial, el vicegobernador Gabriel Mariotto reencarna hoy el fantasma destituyente de 1974: salvando las epidérmicas diferencias doctrinarias, Mariotto es a Scioli lo que Calabró fue a Bidegain. En ambos casos, los enemigos a defenestrar son “del palo”, o sea traidores a la causa, una endémica patología del justicialismo.
UNA GRABACION
El intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, lo puso negro sobre blanco. El 22 de junio, Díaz Pérez fue a la quinta de Olivos con otros intendentes del conurbano. Iban a pedir recursos para darle mayor sustento a la pelea contra el delito en sus municipios. Cristina les bajó línea y sus palabras, grabadas, trascendieron a través de Díaz Pérez. Cuando le pidieron 300 millones de pesos para reforzar la seguridad, Cristina preguntó “¿tenemos que poner 300 millones de mangos para cubrir a este inútil? Nooo, estamos perdidos. Que se vaya de la Provincia, que me deje sola, que la gobierno yo y seguramente la salvo. No sabe gestionar, es un desastre. Es insostenible lo que pasa en la provincia”. Palabras sin retorno, aún en el siempre elástico peronismo, pero las divulgó el intendente de Lanús en un encuentro celebrado el sábado de la semana pasada en el Auditorio Hugo del Carril del Palacio Municipal. Él agrego aceite y vinagre a las palabras terminales de Cristina: “Scioli es una cáscara. Es un buen tipo, pero es un híbrido. No te podés pelear con él porque es un vegetal. No emite opinión política”.
Encima, agregó: “Daniel copia un modelo de los pastores evangelistas norteamericanos. Mal no le fue, pero es un modelo sin contenido ideológico ni político. Es cero. Pero cero de verdad. Lo digo con mucha, mucha, mucha preocupación. Es grave lo que estamos viviendo”. Remató así: “este tipo (Scioli) está rodeado de amianto. Este tipo está protegido por los medios. No puede ser que no le entre nada de lo que está pasando”. Finalmente, diagnosticó que lo que ocurre entre el gobierno nacional y el provincial “no es una confrontación”, sino que “estamos en el medio de la caída de un imperio. La burbuja de Daniel está explotando”.
El 55% de Scioli fue cosechado hace apenas seis meses. Implicaba un siete por ciento más que lo conseguido en 2007
En el cerrado y ácido mundo K es imposible conjeturar que Díaz Pérez cortó polea y se mandó de modo imprudente. Además de pensar que es un conservador de derecha, un “reaccionario” de siete suelas, en la Quinta de Olivos se considera que Scioli es un pésimo e incompetente administrador. Pensamiento de vanguardia fielmente setentista: las avanzadas camporistas perciben que la “falsa conciencia” de un pueblo poco educado y muy indigente determina la popularidad de Scioli. Esa vanguardia, en cuyo estado mayor militan a tiempo completo Mariotto y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, se propone depurar el escenario, purgando de manera aleccionadora a quienes no comulgan con “el modelo” de manera total. Domínguez, por ejemplo, pregona que “mientras Buenos Aires no logre tener un gobernador que sea parte de la historia política de la provincia” persistirán “los problemas” financieros. El santacruceño Kirchner fue electo senador por la provincia de Buenos Aires en 2007, pero sin embargo Domínguez asegura que “Buenos Aires necesita ser gobernado por dirigentes que sean de la provincia de Buenos Aires, que conozcan la provincia de Buenos Aires y que interpreten el sentimiento de la provincia de Buenos Aires”.
Así están echados los dados. Así están repartidas las cartas. Así están posicionadas las fichas. Aún en un mundo cambiante como el actual, hay situaciones que ya no se revierten. Su única evolución puede ser para peor. Es una discordia que late, indómita, en el disco rígido del grupo gobernante.
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