Entre simulacros, zafarranchos y ficciones

LAS ELECCIONES PRIMARIAS, EN MUCHAS FUERZAS NO OFRECEN MÁS QUE UNA LISTA

Por PEPE ELIASCHEV

Twitter: @peliaschev

A sólo cinco semanas de las llamadas “primarias”, es evidente que las elecciones del 27 de octubre no serán secundarias. No es un mero juego de palabras. Las elecciones abiertas y obligatorias que tienen que celebrarse simultáneamente el 11 de agosto nada tienen de “primarias”. En la fuerza política hasta ahora mayoritaria, el kirchnerismo, nadie vota nada.

Dicho de otra manera, sólo “vota” (decide) Cristina Kirchner. Ella se expidió por Daniel Filmus y Juan Cabandié en Capital Federal y Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires. Así se hizo. No debe llamar la atención: estas “primarias” fueron concebidas y convertidas en ley por el Gobierno, que no apela a ellas. El oficialismo es un espacio político de verticalidad afilada en cuyo vértice sólo una persona da la vida o la niega, en términos políticos.

Nada demasiado diferente organizó Sergio Massa para su bonaerense Frente Renovador. Sus listas se ensamblaron como un rompecabezas empeñosamente armado en la intendencia de Tigre. ¿A quién se le ocurre salir a pedir la opinión de los vecinos para elegir candidatos?

DIFERENCIAS

Si se la compara con la política de Chile, la de la Argentina es escasamente democrática. La prueba de este postulado se lee en los resultados de las primarias chilenas del 30 de junio, en las que ambos espacios primordiales (centro izquierda y centro derecha) midieron sus fuerzas hacia adentro. Nadie dudaba de que Michelle Bachelet sería la triunfal ganadora en la hoy opositora Concertación Democrática (a la que ahora se ha sumado el Partido Comunista), pero no se abandonó la práctica democrática y participativa. Nada menos que 2.139.472 chilenos votaron dentro del espacio de centro izquierda Nueva Mayoría. La socialista Bachelet recogió el 73.06% de esos votos (1.563.208), mientras que el radical socialdemócrata José A. Gómez Urrutia cosechaba el 5.06% (108.329 votos), el demócrata cristiano Claudio Orrego era votado por el 8.85% (189.550 votos) y el independiente Andrés Velasco se alzaba con el 13.01% (278.385 votos).

En el mayor distrito argentino, la provincia de Buenos Aires, las cuatro listas principales se armaron como únicas

No era un misterio que a Bachelet “no había con qué darle”, pero igual se votó. Del mismo modo, en la centro derecha con el rubro Alianza, Pablo Longueira se alzó con la nominación, al recibir 414.427 votos (51,37%), derrotando a Andrés Allamand, que tuvo 392.229 (48,62%). Fue una primaria de la que participaron 806.656 personas. En total, más de tres millones de chilenos acudieron a votar para seleccionar a los candidatos. Bachelet y Longueira se enfrentan en las presidenciales del próximo 17 de noviembre. No solo esto. Los cuatro candidatos inscriptos por la Nueva Mayoría (Bachelet, Gómez, Orrego y Velasco) debatieron entre ellos por Canal 13 y CNN Chile. Del mismo modo lo hicieron, en ocasión diferente, Allamand y Longueira, y por los mismos canales.

SINGULARIDAD

¿Quién debate algo con alguien en la Argentina? Pino Solanas, no tan insólitamente asociado con Elisa Carrió para disputar la primaria porteña por el acuerdo UNEN, enfrentando a Alfonso Prat-Gay y a Rodolfo Terragno, ya avisó que este acuerdo es por pocas semanas. La proliferación de rivalidades es inversamente proporcional a la voluntad de ejercer métodos fornidamente democráticos.

En la Capital Federal, al margen de los tres espacios centrales (macrismo, centro izquierda y kirchnerismo), las fuerzas de izquierda se desperdigan en cuatro listas diferentes (Altamira, Lozano, Zamora, Bodart) y los peronistas en tres (Bárbaro, Oliveira, Rodríguez Saá). En lugar de competir para ungir a la más popular, van todos contra todos, de modo que nadie gane y todos pierdan.

Nada más argentino que la pasión por el simulacro. Las “primarias” del 11 de agosto son un zafarrancho, un “como que”, pero en esencia los casos de competencia auténtica son contados. El más importante es el de UNEN en Capital Federal. Al margen del caso especial de Solanas/Carrió, confrontan otras dos listas de acendrada alcurnia radical, pero con aliados diversos. Rodolfo Terragno enfatiza la novedad del ex funcionario peronista Martín Lousteau, a manera de anzuelo de jóvenes e independientes. Proveniente de la Coalición Cívica, Alfonso Prat-Gay va para senador junto al también radical Ricardo Gil Lavedra para diputado, escoltados, respectivamente, por Victoria Donda y Humberto Tumini, ambos de Libres del Sur.

Hay otros casos, desde ya. Los radicales tienen primarias verdaderas por lo menos en Tierra del Fuego, Río Negro, Corrientes, Córdoba y Chubut. Pero en el mayor distrito argentino, la provincia de Buenos Aires, las cuatro listas principales se armaron como únicas. Son las del Gobierno (Insaurralde), las del Frente Renovador (Massa), las del peronismo anti K (De Narváez) y las del centro izquierda (Stolbizer-Alfonsín).

Una lista única consensuada sin primaria electoral no es un pecado capital, claro. Revela una cierta indigencia civil. Los casos son diferentes. En el oficialismo no se vota porque no se vota. Y no es una mera tautología. El kirchnerismo apela a la soberanía política como consigna retórica, pero no cree en ella o no la aplica. Votar está bien, pero para otros. En el caso del pan radicalismo bonaerense (UCR y GEN) se trata de hermanos gemelos que evitan competir para no fragmentar el de por si espinoso andarivel opositor.

BATALLA

Pero lo cierto es que la disputa central se sitúa en los municipios principales del conurbano, sobre todo La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes, Almirante Brown, Lanús, Merlo y San Martín, siete comunas en las que votan casi tres millones 200 mil electores. En ese atiborrado e inasible cosmos metropolitano es donde se concentrará el poder de fuego de más del ochenta por ciento de la temible maquinaria oficial. El Gobierno no gana en las grandes ciudades del país y así seguirá siendo. Su fuerza se edifica desde el denso tramado de relaciones municipales y sociales construidas a lo largo de los años, una gruesa alianza de intereses y prebendas que es muy duro desarticular. Por eso, no es una conclusión pequeña que en el nuevo compromiso electoral del 11 de agosto, la Argentina siga presumiendo de un republicanismo representativo que tarda en encarnarse de verdad en su praxis cotidiana, muy fuertemente determinada por el caudillismo y el clientelismo. Un día como hoy hace cincuenta años, el 7 de julio de 1963, la Unión Cívica Radical ganó las elecciones convocadas por el régimen instaurado en el golpe de marzo de 1962 contra Frondizi

Cabe incluir en este punto un recuerdo deliberado, en un aniversario llamativo. Un día como hoy hace cincuenta años, el 7 de julio de 1963, la Unión Cívica Radical ganó las elecciones convocadas por el régimen instaurado en el golpe de marzo de 1962 contra el gobierno del presidente Arturo Frondizi y en las que no se permitió la concurrencia del justicialismo. Ese 7 de julio de hace medio siglo, Arturo Illia fue consagrado presidente por el 25.13 por ciento del total de votos, y con el 31.90 por ciento de los votos positivos (el 19.41 por ciento votó en blanco). Ya en el poder, la UCR levantó la proscripción del peronismo y en 1965 hubo elecciones libres, tras las que, en junio de 1996, Illia fue derrocado por un golpe castrense con el visto bueno del sindicalismo peronista. Para ponderar ese 25.13 por ciento de lllia en 1963, hay que recordar que, 40 años más tarde, Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada con solo el 22.24 por ciento.

El pesado pasado nacional sigue proyectándose ominosamente sobre una Argentina nunca del todo convencida de que la democracia en sentido integral es el mejor sistema.

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