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Especial para EL DIA de National Geographic
Las luminarias de las calles y la luz de los centros comerciales, estadios y viviendas convierten la noche en día, y esta “pérdida de noche” está afectando los relojes internos de las aves en todo el mundo. Actualmente se está estudiando la forma en que las luces artificiales afectan el canto, el apareamiento y la reproducción de las aves ya que no es raro escuchar por las noches el canto de aves que deberían dormir hasta el alba.
La pregunta es si esas aves artificialmente desveladas tendrán energía a la mañana para defender su territorio, atraer una pareja y cuidar de sus pichones. En todo el mundo, los científicos que intentan responder esa pregunta reunieron numerosas pruebas de que las luces de la ciudad están alterando la fisiología básica de las aves urbanas, suprimiendo estrógeno y testosterona y cambiando su conducta a la hora de cantar, aparearse y alimentarse. A través de una de las experiencias se demostró que los mirlos machos no desarrollaban órganos reproductivos cuando quedaban expuestos durante dos años a la luz durante la noche.
“Las aves son particularmente sensibles a la luz y a distintas intervenciones químicas. Si observamos los efectos perjudiciales en las aves, probablemente pronto los observaremos en el hombre. Lo sensato es prestar atención a la reacción de las aves”, aconsejó Vincent Cassone, que en su laboratorio de la Universidad de Kentucky estudia las hormonas y el sistema nervioso de aves y mamíferos.
Las personas pueden sufrir una serie de problemas de salud cuando trabajan en horarios nocturnos que alteran sus ritmos circadianos, o sea sus ciclos biológicos diarios. Los animales también: la contaminación lumínica desorienta a las tortugas marinas que van a desovar a la playa y también a las mariposas monarca que buscan rutas migratorias. En los experimentos de campo, el salmón del Atlántico nada demasiado pronto hacia el mar, y las ranas dejan de aparearse cuando el cielo se ilumina con las luces que encienden los estadios cercanos durante los partidos. Millones de aves mueren al chocar con torres de comunicaciones profusamente iluminadas, y las bandadas de aves migratorias se confunden con las señales que han fallado.
Recientemente, se ha documentado que las aves cantan más temprano, lo que influye en la selección de pareja, la alimentación y las interacciones entre las especies. En un nivel molecular, más profundo, los cambios hormonales de las aves influyen en su salud reproductiva y en las potenciales consecuencias ecológicas y evolutivas.
“Cuando hay luz de noche, algo se altera e incide en el sistema hormonal”, explicó el profesor de biología de la Universidad de Memphis Stephan Schoech, que detectó cambios hormonales en la chara californiana (Aphelocoma californica).
El ciclo de luz anual es la clave ambiental más importante para las aves porque sincroniza sus cambios estacionales de fisiología y comportamiento. Como la luz artificial altera los niveles hormonales y las señales, también puede desbaratar los intrincados relojes, que les permiten adaptarse a ambientes complejos.
“Las aves tienen la hora en la cabeza. Saben qué hora es, cómo va a ser mañana. Saben en qué lugar del mundo están valiéndose de la información del sol. Pueden rastrear al sol. Escuchan el sonido de las olas y del viento sobre las montañas”, explicó Schoech.
Y lo que es más, las aves pueden ver la luz en el espectro ultravioleta. “Están fenomenalmente sintonizadas con el tiempo y el espacio, al punto de parecer ciencia ficción. Pero no es ciencia ficción”, agrega Schoech.
Las aves tienen receptores de luz en la retina y en la glándula pineal, y en otras partes del cerebro además.
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