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¿A qué edad “soltar” a los chicos? Temores y dilemas entre los padres

Con la inseguridad se estiró la edad del despegue. Especialistas opinan sobre cuándo es el momento indicado

¿A qué edad “soltar” a los chicos? Temores y dilemas entre los padres

¿A qué edad “soltar” a los chicos? Temores y dilemas entre los padres

Por AGUSTINA MUSSIO

4 de Abril de 2015 | 02:06

La etapa en la que los chicos empiezan a moverse solos -acaso para ir al colegio, para encontrarse con amigos o para cumplir con algún mandado- suele resultar difícil, sobre todo para los padres. El momento de soltarles la soga para darles un poco de autonomía generalmente despierta temores, angustia y dudas entre los adultos.

¿Estará preparado? ¿Cuándo es el momento adecuado? ¿Cómo advertirle de los peligros sin asustarlo? Son algunas de las preguntas que rondan la cabeza de muchos padres cuando aparece la necesidad del despegue: algunas veces impulsada por cuestiones organizativas de la familia, y otras por razones de índole emocional, para acompañar el crecimiento de los chicos con una mayor libertad.

“Se considera que los niños aprenden, recuerdan y ejecutan con eficiencia las reglas de seguridad peatonal entre los 7 y 9 años”, plantea María Cecilia Passaro, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Pediatría filial La Plata, aunque aclara que esto se logra gradualmente, con el acompañamiento de padres y docentes, y que la situación puede variar según la familia y el contexto social.

Antes de esa edad (entre los 7 y los 9) no comprenden el lenguaje ni la simbología vial -según explica la especialista- y les cuesta distinguir la derecha de la izquierda. Tampoco cuentan con la capacidad de prestar atención a los múltiples estímulos del tránsito: cruzar por las líneas demarcadas, mirar el semáforo como corresponde, escuchar e interpretar los ruidos del tránsito, y calcular con qué velocidad cruzar la calle. Suelen ser ágiles, inquietos, rápidos y muchas veces se mueven de forma impredecible.

Aunque entre los 7 y los 9 ya estarían en condiciones de enfrentar las situaciones básicas necesarias para moverse en la calle, Passaro alerta: “Los niños no son capaces de manejarse solos de un día para otro. La autonomía se establece de forma progresiva, en función del desarrollo y de la madurez. No acceden de golpe a la autonomía solo por haber cumplido determinada edad”.

La psicóloga infantil Silvia Medina considera que entre los 10 y los 11 años es una buena etapa para empezar a soltarles la soga y que los chicos experimenten sus primeros momentos de autonomía. “Pueden ayudar en la casa con tareas que tengan que ver o con el afuera o que impliquen algún viaje en transporte público. Siempre que los padres le hayan inculcado los cuidados necesarios para manejarse solos”. dice, y remarca la importancia de no retrasar el inicio de este proceso: “En el secundario ya deberían estar moviéndose solos”.

Las especialistas consultadas coinciden en la importancia de prepararlos antes de soltarlos. Una de las tareas para los papás, previas al despegue de los chicos, consistiría en acompañarlos y marcarles el camino que luego deberán recorrer solos, advertirles sobre los peligros del tránsito y sobre cómo comportarse ante eventuales acercamientos de extraños en la calle.

“La independencia se tiene que dar de forma gradual. En el proceso los padres deberán mostrar a los chicos los caminos, no sólo geográficos sino también de vínculos: explicarles cómo observar a las personas y que deben poner cierta distancia y no entablar diálogo con desconocidos”, señala Medina.

Mariela Sánchez cuenta que su hijo Alfonso (13) comienza a moverse solo. El año pasado lo buscaba a la salida del colegio, almorzaba en su casa, y lo volvía a llevar a las clases de gimnasia. Hasta que se enteró que los compañeros del nene comían en una plaza y después caminaban juntos hasta el club. Alfonso se sumó al grupo. “Al principio no se animaba a ir caminado. Pero después se sintió más seguro y nos pidió permiso. Empezamos a hablar de las calles para que se oriente y comencé a explicarle cómo cruzan las diagonales”, dice la mamá. Este año Alfonso hace mandados por el barrio, y camina solo las ocho cuadras que separan su casa del instituto de inglés.

EL TRÁNSITO Y SUS RIESGOS

Como los niños tienden a imitar a los adultos, Passaro plantea que para lograr que mantengan un comportamiento adecuado en la vía pública se vuelve importante educar con el ejemplo.

“Es necesario recordar que los adultos deben ser un ejemplo para los pequeños y que 1 de cada 3 involucrados en episodios de accidentes viales tienen entre 5 y 10 años”, afirma la especialista.

Tiempo atrás era común que niños de siete u ocho años vayan al quiosco o al almacén del barrio, y tal vez para los 10 u 11 algunos ya estaban viajando solos. En la actualidad, por cuestiones relacionadas con la inseguridad, es frecuente encontrar niños de 12 o 13 que todavía no se mueven sin compañía de un adulto.

Este fenómeno se da a nivel internacional. Un estudio de la Universidad de California señaló que los niños estadounidenses pasan el 90 por ciento de su tiempo libre dentro de sus casas, y que cuando físicamente se encuentran activos, acaso con la práctica de algún deporte o en juegos que implican movimiento, están siendo supervisados por un adulto.

De hecho, la crianza sobreprotectora se naturalizó a tal punto que el año pasado, en el estado estadounidense de Maryland, intervinieron organismos oficiales en un asunto de “autonomía infantil”: la policía recogió a dos hermanos (de 10 y 6 años) que volvían a casa solos desde un parque. Los servicios estatales de protección de los niños culparon a sus padres de “descuido infantil no comprobado”.

La autonomía de la que gozaron otras generaciones de chicos, en la actualidad aparece cuestionada. Surgen interrogantes y muchos padres no saben qué actitud tomar.

“Por lo general, entre los 10 y 12 años son conscientes de las situaciones de riesgo que pueden suceder en la calle, y son capaces de manejarse responsablemente. La mejor manera de protegerlos es trasmitiéndoles la información sin cargarlos de miedo”, asegura Passaro.

Las expertas sostienen que es necesario advertirles de los peligros sin atemorizarlos. Para Medina una buena medida para prevenirlos podría consistir en contarles casos delictivos y pensar junto a ellos cuáles serían las reacciones más adecuadas en tales circunstancias.

Aunque recomiendan soltarlos, para el desenvolvimiento cotidiano, entre los 10 y los 12 años la situación varía según el caso. Dicen que la capacidad de los niños para resolver problemáticas cotidianas, podría servir a los padres de indicador para determinar si están preparados.

“Los adultos también deben observar cómo se manejan los chicos en la calle cuando están con ellos. Es un dato fundamental para que puedan decidir si están listos para comenzar a despegar”, afirma la pediatra.

Aunque los temores de los padres son lógicos y en algunos casos bien fundados, las expertas insisten en la necesidad de “soltarlos”. “Llega un momento en el que no hay manera de sostener que un chico no vaya o no vuelva solo del colegio”, manifiesta Passaro.

Medina plantea que la falta de independencia muchas veces se vuelve blanco de cargadas entre compañeros y los que todavía no se mueven solos se avergüenzan de su situación.

Para la psicopedagoga María Inés Mazza, que hace 34 años se dedica al apoyo escolar, la autonomía de los chicos en la calle también repercute en el desempeño académico.

“Cuando no los dejan moverse solos se les nota. No rinden tanto en matemática porque no saben de vueltos, por ejemplo. No tienen la misma responsabilidad ni la misma atención que uno que se mueve solo. Aunque es entendible que los padres tengan temores, es bueno que los suelten un poco porque se terminan desempeñando mejor”, afirma Mazza.

En cuanto a la actitud de los padres, Medina plantea que deben disimular sus temores y trasmitir confianza a los chicos: “Es bueno que se muestren confiados en la formación que tiene el niño para afrontar esas situaciones, que son los primeros indicadores de independencia. Eso les da a los chicos seguridad y firmeza”.

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