Ese amigo del alma

Por WALTER EPISCOPO
SENSACIONES

Día raro. Horario raro. Un lunes a las tres de la tarde, algunos disfrutando de las vacaciones de invierno llegando tranquilos. Otros con paso apurado y desajustándose la corbata. Nadie quería perderse el partido ante el Tomba. Con el envión del triunfo por la Copa Argentina, el hincha quería disfrutar del momento, y fue al Bosque por más.

Grupos de amigos encontrándose en el mismo lugar de siempre. Cafecito y charla en los jardines; semillitas o garrapiñada en el sector de la tribuna de siempre. Un lunes temprano, que a medida que la tarde fue avanzando se fue pareciendo a un sábado o domingo.

“¡Lobo, mi buen amigo!” cantaba la gente mientras por la manga aparecía el equipo. El Bochi Licht abrazaba a su hijo Matías ; Fito Rinaudo mate en mano se sacaba fotos, muy cerca Caco García y Pucho Barsottini ; un rato después se sumaba el Mono Monetti . El actor Alejo García Pintos se frotaba las manos esperando ver ganar al equipo de sus amores y el gran Juan Carlos Mancinelli , histórico administrativo de fútbol Tripero era saludado por su cumpleaños.

El Día del Amigo tuvo un sabor especial por encontrarse cada uno con los amigos de la tribuna, recordar a los que ya no están, pero siempre con una sonrisa o una linda anécdota. Y en la soleada, pero fresca tarde del Bosque, todos fueron entrando en calor a medida que los desacertados fallos del juez Beligoy iban llegando. Para colmo de males, el Lobo parecía errático en ese primer tiempo flojo, donde el “uuhh!!!” más fuerte de la popular se generó por una chance mal definida por Rojitas , que le tiró un suave globito al arquero bodeguero que alcanzó a controlar sin problemas.

EL LOBO DEL REVES

El entretiempo generó comentarios al por mayor, que estaban cansados por haber jugado entre semana, que esto y el otro, pero el equipo de Troglio , como ocurriera fechas atrás con Aldosivi tuvo un complemento donde fue más que su rival.

Apoyado por el “dale Lobo y dale Lobo” , los hombres vestidos de azul fueron por todo. Partido chivo donde había que trabar, meter y jugar con dientes apretados. El “Oreja, Oreja” ante algún quite del defensor parecía un grito de guerra.

El zurdazo impecable de Nacho Fernández a los 32 minutos para desatar la locura contenida y el grito del Tucu Contreras tras exigida corrida para dar tranquilidad con el 2-0 ilevantable para los mendocinos que encima jugaban con diez.

Esos gritos de gol fueron sanadores. El abrazo con el de al lado, la mirada al cielo, los puños cerrados, y la garganta que a esa altura ya molestaba. Qué importaba a esa altura si el equipo les regaló otra victoria. El hincha se fue feliz, por que como los buenos amigos, esos del alma, jamás te fallan.