El show de los lapachos ya embellece la Ciudad

En el eje de calle 12 y en 3 y 55, por caso, ofrecen un festival para los sentidos

Aletargados por la crudeza de un invierno que se prolongó más de lo esperado, los árboles florales platenses empiezan a mostrarse en plenitud acompañando la instalación definitiva de la primavera. Por estos días, los lapachos rosados ofrecen un adelanto de lo que será, en las próximas semanas, un verdadero festival para los sentidos, convirtiendo el laberinto de cemento en un oasis urbano.

Distribuidos de manera poco uniforme en las veredas del casco histórico, en parques y plazoletas como las de diagonales 76, 77, 78 y 80, estos árboles oriundos de la selva de yungas y el noroeste argentino tienen hoy su mejor escaparate en calle 12. El eje comercial que vincula plaza Moreno con parque Saavedra fue remodelado por la Comuna en dos etapas -2003, entre 54 y 60; 2006, entre 60 y 64-; aunque en primera instancia se había anunciado la colocación de setenta y dos fresnos dorados, las autoridades de Espacios Verdes decidieron finalmente implantar lapachos.

Esa apuesta por una especie autóctona que requiere paciencia para apreciar su esplendor, ya que los ejemplares jóvenes no suelen florecer, está dando sus frutos una década después. El centro comercial de calle 12 empieza a lucir como se lo imaginó, con las copas de los árboles avanzando sobre la calle y dándole un marco singular entre el rosa y el púrpura.

Llamados en terminología científica “Handroanthus impetiginosus”, “Tabebuia impetiginosa”, o “Tabebuia avellanedae”, los lapachos se encuentran en toda Latinoamérica, pero particularmente, en el noroeste argentino: Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero. Longevos y de crecimiento lento, pueden alcanzar los treinta metros de altura; sus flores tubulares acampanadas, que miden entre cuatro y siete centímetros de longitud, aparecen en primavera antes del desarrollo pleno del follaje, que tiende a concentrarse en el extremo de sus ramas.

Mientras en sus lugares de origen suelen florecer a partir de septiembre, en nuestra región lo hacen más tarde debido a las diferencias de luz y temperaturas.

 

Mientras en sus lugares de origen suelen florecer a partir de septiembre, en nuestra región lo hacen más tarde debido a las diferencias de luz y temperaturas respecto del NOA. Explotado por la calidad de su madera, que se considera prácticamente imputrescible, se lo considera en peligro de extinción en el área de yungas, si bien desde hace poco más de una década es una es de las especies más introducidas en nuestro medio -junto con los jacarandás- por su calidad ornamental.

Entre las tonalidades que pueden presentar estos árboles, de la familia de las bignoniáceas, se cuentan la amarilla -abundante en Brasil- y la blanca -variedad albina de la rosada-. En nuestro país, que alberga siete especies diferentes, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria realizó hibridaciones en busca de ejemplares que comiencen a florecer en su juventud. Otras investigaciones atribuyen al lapachol, sustancia presente en la madera, cualidades desinfectantes, antifúngicas y antiinflamatorias.

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