El terror se mete en la Navidad alemana
| 22 de Diciembre de 2016 | 03:02

Por JUAN PABLO PETTORUTI (*)
El clima desmejora, oscurece temprano, hace frío y llovizna todo el tiempo. El invierno endurece la vida diaria, la empuja hacia adentro de los hogares. Entonces aparecen los mercados navideños, que funcionan como punto de encuentro social. Se arman a mediados de noviembre y se desarman el 31 de diciembre. Las navidades se extienden bellas, absurdas y opulentas a lo largo de un mes y medio, con el fin de calmar los ánimos, aliviar el peso de la rutina y distraer a las personas. Grupos de colegas, amigos y hasta desconocidos se arman en torno a mesitas, cada cual con su Glühwein (bebida tradicional navideña), y charlan, ríen y hasta gritan. Estos espacios tienen, además de un claro fin turístico, una importante función social, tal vez no premeditada, pero inevitable. No son tradiciones regionales, ya que se extienden por toda la superficie germana. Pero el pasado 19 de diciembre este simbólico espacio de recreación y fraternidad fue violentado por un individuo a bordo de un camión con acoplado que luego de internarse en un mercado de navidad, terminó con la vida de 12 personas y dejó a más de 40 heridos.
En la noche del 19 de noviembre la información comenzó a circular, las inexactitudes y las suposiciones empezaron a alarmar a los ciudadanos de a pié. Medios locales informaron sobre una razia llevada a cabo por las fuerzas policiales en uno de los principales alojamientos para refugiados en Berlín (en donde se interrogó a muchos y no se obtuvo nada) horas después del suceso. Luego se supo sobre la empresa de procedencia polaca a la cual el camión pertenece y que su conductor original (también polaco) había sido asesinado. Un joven pakistaní de 23 años, del cual no mucho se supo pero mucho se intuyó, fue apresado esa misma noche. 24 horas después resultó que el principal sospechoso nada tenía que ver con el trágico hecho y fue liberado. Enumeraron muertes y heridos y la palabra “ataque“ se repitió una y otra vez: todavía no hay nada confirmado, pero todo indicaría que se trata de un ataque terrorista. Así se plantearon los hechos: un “todo indica“ que significó nada y un ataque terrorista que sugería la presencia del enemigo. Horas después surgió la versión de que un grupo militar terrorista había lanzado una propaganda adjudicándose el ahora cada vez más atentado, y pronto comenzaron a conocerse las repercusiones mundiales. Lo sucedido esa tarde no sólo es una tragedia en si mismo, sino también el arrebato de un fuerte símbolo alemán de festejo y alegría. Los mercados navideños son en Alemania más que necesarios, no por su contenido religioso, sino por su valor pagano y festivo. Allí concurren y coinciden, sin importar religión o edad, todo tipo de personas que quieren hacer del largo invierno una estación más llevadera. El oportuno partido de la Alternativa, con su clásico tono de discriminación pop, hizo responsable de la tragedia al plan de asilo político (de refugiados) de la actual primer ministro alemán, y algunos refugiados entrevistados expresaron su enojo por ser injustamente sospechados.
Se puede percibir ya desde hace unos dos años un temor creciente en las calles alemanas
Para poder ver lo que sucede alrededor de esta tragedia hay que retrotraerse varios meses atrás. Ya el primer día del 2016 Alemania amaneció con los vestigios de una ola de violaciones e intento de violación en los centros de lagunas de las principales metrópolis. Esto desató, ya en ese entonces, algunas oportunas y efímeras preocupaciones políticas sobre el rol de los refugiados en dichos sucesos (sospechas que no se sustentaron). Mucho antes, la serie de atentados ocurridos en Francia ya habían comenzado a enrarecer las calles. Los minutos de silencio y la solidaridad para con los “buenos“ tomaron los escenarios más populares, y el aviso expreso de que “nosotros podríamos ser los próximos“ se propagó por los medios alemanes de difusión. Apareció personal policial armado custodiando los espacios públicos: aeropuertos, estaciones de tren, mercados de navidad, entre otros. Las armas y el temor parecieron preceder a la violencia. Y es que el temor a lo desconocido genera extraños recaudos que se confunden aveces con profundos sentimientos de rencor (ergo racismo) que, a su vez, genera rencor en quienes son objeto de dichos recaudos, y luego aparece la violencia, luego las medidas para detener esa violencia (por lo general más armas), luego el miedo, el rencor, los recaudos, el rencor, etc…
Sin necesidad de leer el periódico, ver televisión, escuchar la radio o entrar a las redes sociales, se puede percibir ya desde hace unos dos años un temor creciente en las calles alemanas. El crecimiento (tal vez exponencial) de este temor se debe en parte a que el mismo abreva de un peligro sobre el que pocos conocen y entienden, ya que se expone como una dicotomía de antaño reciclada: el bueno y el malo; pero no se sabe bien quién es el malo. Alemania profundiza una crisis, no económica sino social, y sus representantes políticos continúan discutiendo en la superficie. Hace ya varios años pretende irrumpir en la sociedad germana (también francesa, danesa y tantas otras), la idea de que una de las principales virtudes de los países como Alemania, su dinamismo cultural (o interculturalidad), es en realidad la raíz de los graves problemas de inseguridad. Esto se quiere lograr generando temor mediante trending topics bélicos y divulgando la teoría de la existencia de un enemigo omnipresente (células dormidas por doquier) que sólo responde a incoherentes mandamientos religiosos y no escucha razones de paz, es decir el enemigo perfecto: eterno, indescifrable y paradójicamente identificable en el otro y sus extrañas costumbres y creencias. Mediante este peligroso maniqueísmo: estamos nosotros, quienes bregamos por el bien, y ellos, los terroristas que nos atacan; se logra evitar la discusión de fondo que amerita el artificio de la exclusión cultural (o pobreza cultural, un sinsentido), entendida como aquellos que, aunque sí formen parte de una reactivación económica, nunca terminarán de integrarse.
Tal vez sea incierto el camino, pero la violencia, el rencor y la intolerancia (cualquiera sea su procedencia) no serán nunca partes de solución.
(*) Músico platense residente en Aleamnia
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE