María Alejandra García Ceppi
| 26 de Diciembre de 2016 | 02:07

El fallecimiento de María Alejandra García Ceppi provocó muestras de profundo pesar en diferentes ámbitos de la Región.
Había nacido en 1961, en el seno de una tradicional familia platense. Sus padres fueron la profesora Alicia Pérez Drupat y Guillermo García Ceppi, abogado.
Recibió en su hogar una esmerada educación. Fue alumna del Jardín de Infantes General San Martín. La primaria la realizó en la Escuela 10 y el secundario en el Liceo Víctor Mercante de la UNLP. Posteriormente realizó estudios universitarios en la facultad de Bellas Artes, en la carrera de diseño y comunicación visual.
Con la presentación de una calificada tesis sobre actualización ambiental y señalización del Museo de Instrumentos Musicales “Emilio Azzarini”, continuó su perfeccionamiento profesional con asistencia a cursos, seminarios y talleres afines a su especialidad. Trabajó en una destacada editorial de Buenos Aires en la ilustración de libros, donde expuso su creatividad y originalidad en claros mensajes de textos e imágenes.
Paralelamente trabajó en su propio estudio. Se desempeñó como diseñadora gráfica en la subsecretaría de Salud de la provincia de Buenos Aires, escuela superior de Sanidad, repartición en la que se había jubilado recientemente.
Fue incansable viajera dispuesta a conocer lugares que la contactaran con la naturaleza, con otras culturas y con la historia del hombre. Viajó desde muy joven con compañeros y amigos de la adolescencia,y luego con su esposo, el doctor Sergio Grasso y sus hijos, Celina y Mateo.
La experiencia adquirida en sus giras y estadías era transferida luego a amigos y conocidos. Buena fotógrafa, documentó momentos de su vida familiar y de sus viajes en innumerables tomas de excelencia.
Muy sociable, cosechó numerosas amistades en los diferentes niveles de enseñanza que recorrió, desde el jardín de infantes hasta los estudios universitarios y de posterior capacitación, quienes encontraron en ella una anfitriona que los recibía con alegría, a quienes escuchaba y aconsejaba siempre que se lo pedían.
Durante los últimos cuatro años padeció una progresiva y grave enfermedad contra la que luchó con entereza y valentía, con el apoyo incondicional y profesional de su esposo médico. Varias veces pudo sobreponerse a esta dolencia y fue cuando resurgía en ella su natural optimismo y nuevos proyectos.
Muy informada y actualizada, se interesó siempre sobre las problemáticas sociales y políticas. Fue categórica en sus juicios y defendió con gran vehemencia sus convicciones.
Tuvo también diversas vicisitudes que superó a través de una profunda fe cristiana y de su fuerza moral.
Marialé -como era conocida- tenía mucho para dar a todos los que la rodearon: su amor a los suyos, ternura de madre, comprensión, solidaridad, fidelidad, compañerismo.
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