De Escandinavia a Buenos Aires

Por

Nicolas Isasi

El fin de semana se presentó por primera vez en el país el cantante y violinista Alexander Rybak. Reconocido internacionalmente por su victoria en la TV, logró establecer un vínculo muy grande con sus fanáticas alrededor del mundo a través de las redes sociales.

El show que brindó en el Teatro Coliseo de Buenos Aires tuvo condimentos de todo tipo. Para empezar cantó uno de sus caballitos de batalla. Habló unas palabras en español y luego continuó en inglés interactuando con toda la platea, al son de los gritos y los aplausos.

Con bailarines del folklore nórdico y ruso, un cuarteto y bailarines de tango, un pianista y una cantante, el show tuvo una mezcla inaudita de estilos y épocas que poco tenían que ver una con la otra. Por sus canciones, bailes y el contacto con el público, quien no lo conociera hubiese pensado que se trataba de un chico de 18 años, menos también, aunque en realidad la semana próxima cumple los 30.

Nacido en la ex URSS, es de origen bielorruso, aunque vive en Noruega desde pequeño. Hijo de padres músicos, aprendió a tocar el violín y el piano a los 5 años. Entre varios temas de lenguas extranjeras, se animó al castellano y realizó la canción “Abrázame” que también fue subida a YouTube con un video el pasado 25 de abril y ya cuenta con más de 50.000 visitas.

Rybak saltó a la fama cuando representó a Noruega en el Festival de Eurovisión celebrado en Moscú, donde resultó ganador del certamen con la canción “Fairytale” inspirada en la música folclórica noruega. Eso le valió el reconocimiento en todo Europa y fue convocado por Dreamworks (compañía creada por Steven Spielberg) para colaborar con la canción “Into a Fantasy” en la película “Cómo entrenar a tu dragón 2”, donde también puso su voz para el protagonista en la versión noruega.

En medio del show se trastabilló su arco de la mano aunque las cuerdas ya habían comenzado a tocar. Por un momento vino al recuerdo la penosa presencia de Justin Bieber en Argentina hace unos años, donde no solo hizo algo parecido sino que además llegaba tarde a sus conciertos, dio un muy mal ejemplo de vida a los jóvenes y hasta pateó la bandera nacional. El playback no es ni bueno ni malo. Es un recurso más, totalmente válido pero que nada tiene que ver con el vivo. La realidad es que salvo ese episodio él tocaba y cantaba, pero con el volumen de las bases (que tenían sintetizadores, cuerdas y coros) era casi irreconocible el violín. Las fanáticas seguramente no se sintieron engañadas. Para muchas de ellas, el hecho de tenerlo tan cerca era más que suficiente. De hecho, algunas se acercaron para tomar fotos o dejar regalos. Pero vale destacar que viajar de tan lejos para ofrecer ese tipo de espectáculo es jugar con la ilusión de los espectadores. Sobre todo de las jóvenes adolescentes que no paraban de gritar por él y que quizás ni se percataron del instante fallido.

De la música académica a la música electrónica, Alex posee el encanto, la facha o la simpatía para ser un buen anfitrión y en ese punto, logra unificar todas estas diversas expresiones. En la pantalla de fondo se proyectaba parte del show en vivo, los bailes, escenas de la película o imágenes del libro “Trolle y el violín mágico” presentado a fines del año pasado. Para el final, salió y se puso la camiseta argentina mientras cantaba varios temas. Su relación con las fanáticas quedó sellada cuando decidió bajar a la platea y someterse al encuentro cara a cara. Actualmente continúa escribiendo nuevas canciones, haciendo giras y compartiendo su vida en las redes sociales.

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