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Revista Domingo |CIENCIA

La dura vida del ave de presa y la locura de los pájaros

La dura vida del ave de presa y la locura de los pájaros

Gavilán Caracolero o Rostrhamus sociabilis

6 de Agosto de 2016 | 23:29

Especial para EL DIA
de National Geographic

No es fácil ganarse la vida como ave de presa, especialmente para el caracolero que habita en la península de la Florida. En un momento corrió peligro de morirse de hambre debido a la escasez de su presa favorita, y ahora enfrenta una amenaza terrible: una enfermedad que vuelve locos a los pájaros.

Haciendo honor a su nombre, esta ave come sólo caracoles. Tiene un pico ganchudo ideal para extraer caracoles de sus conchas. Pero un ejemplar adulto debe encontrar y comer docenas de caracoles cada día para sobrevivir, y más aun si está alimentando crías.

Desafortunadamente para las aves, los caracoles de laguna o ampuláridos están en problemas. La mitad de los pantanos de los Everglades están desarrollados, atravesados por canales y diques, por lo que el hábitat tiene una cantidad de agua impredecible. Alternan las sequías y las inundaciones, disecando huevos y ahogando a los caracoles adultos.

Desde que el ecólogo Phil Darby, de la Universidad de West Florida, comenzó a controlar los caracoles a mediados de la década de 1990, la población disminuyó diez veces. “Los caracoles nativos desaparecieron”, explica. Y los caracoleros están en eso. En 2008 la población llegó a su punto más bajo: 800 aves.

Luego llegó un salvador inesperado: el caracol exótico de laguna de América del Sur. Estos caracoles invasivos del tamaño de una pelota de golf, que llegaron a aguas de la Florida a través de los acuarios domésticos, son más grandes que sus parientes nativos. Pueden sobrevivir a la sequía y a la inundación, poner más huevos, y vivir más. Y quizás, lo más importante, los caracoleros los devoran con gusto. Desde que los caracoles exóticos empezaron a abundar, la población de caracoleros aumentó a 1.700 aves en 2014. “De no haber sido por el caracol exótico, habríamos estado a punto de quedarnos sin caracoleros en Estados Unidos”, afirma Ken Meyer, director ejecutivo del Instituto de Investigación y conservación de Aves de Gainesville.

PERSIGUIENDO ALGAS

En tanto, la ecóloga Susan Wilde, de la Universidad de Georgia, ha estado rastreando una misteriosa enfermedad letal conocida como mielinopatía vascular aviaria o MVA. El único rastro físico de la enfermedad son lesiones cerebrales microscópicas, visibles en las aves sólo cuando éstas ya enloquecieron y murieron.

Como la enfermedad es difícil de observar, Wilde no estudia aves afectadas. En cambio, sigue la causa de la enfermedad, una especie tóxica de alga azul verdosa que crece en las plantas acuáticas. Tiene una preferencia particular por la hydrilla, una planta invasiva que también llegó a las aguas estadounidenses a través de los propietarios de acuarios.

Cuando las aves acuáticas, como gallaretas y patos, comen hydrillas cubiertas de algas, pueden contraer la enfermedad cerebral. Las aves enfermas se aletargan y finalmente pierden la capacidad de volar o buscar comida. Ese comportamiento extraño atrae la atención de las águilas calvas y otras rapaces, que comen aves infectadas, y también pasan a desarrollar la enfermedad.

La científica llevó hydrillas del lago Tohoa a Georgia para realizar una serie de experimentos con pollos, sustituto de las aves silvestres en el laboratorio. Alimentó a los caracoles exóticos con algas cubiertas de hydrilla y luego a los pollos con esos caracoles para ver si desarrollaban MVA.

En dos semanas, tres de los cinco pollos empezaron a actuar de manera extraña, informa la científica en un estudio publicado en la edición de abril del Journal of Wildlife Diseases. Las necropsias practicadas a las cinco aves confirmaron que todas presentaban las lesiones cerebrales características de la enfermedad.

El “caracolero” es un ave que come sólo caracoles. Y está en peligro

Hasta la fecha, no se sabe que hayan muerto caracoleros a raíz de la MVA. Pero para diagnosticar la enfermedad, es preciso encontrar un ave muerta y practicarle una necropsia en el lapso de un día, antes que las lesiones cerebrales se descompongan. Si un caracolero muere de MVA mientras se encuentra en las plantas del lago Toho, su cuerpo caerá directo al agua y nunca será encontrado o diagnosticado.

En tanto, la enfermedad ha matado a miles de aves acuáticas, además de casi 200 águilas calvas, algunos gansos, halcones, lechuzas y probablemente otras especies de aves. Por eso Wilde y Meyer se preocupan por los caracoleros.

“Sabemos que está en la hydrilla, y sabemos que está en los caracoles del lago Toho, lugar donde ha ido la mayoría de los caracoleros en los últimos años”, dice Meyer. “Así que sería difícil no creer que mueren por esa enfermedad”.

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