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La preadolescencia cada vez más prematura: ¿ya arranca a los 8?

Especialistas explican cómo viven los chicos esta etapa de cambios físicos y psíquicos

La preadolescencia cada vez más prematura: ¿ya arranca a los 8?

“Lo puberal se da por un cuerpo que cambia, pero también cambia una forma de ver el mundo y la mirada de los otros hacia uno”

6 de Agosto de 2016 | 01:35

Si bien muchos psicólogos se niegan a usar el término “preadolescencia” para referirse a una etapa del crecimiento, todos coinciden en que entre la niñez y la adolescencia existe un momento previo en el que se suceden los cambios que tendrán como fin el pasaje de una etapa a la otra. A este proceso de “transformación” se lo conoce como “preadolescencia” y -como ya advirtieron algunos padres- cada vez se inicia antes.

Desde hace tiempo, psicólogos y diferentes especialistas vienen advirtiendo de que la adolescencia se extendió hasta los 25 años. Ahora señalan que no solo pasó a incluir a chicos de mayor edad (que antes eran considerados jóvenes adultos) sino que también se inicia antes.

Si años atrás las nenas empezaban el proceso de transformación entre los 10 y los 12 años y los nenes entre los 12 y los 14, ahora los primeros cambios corporales y psicológicos empiezan a aparecer a partir de los 8 o 9 años.

“La etapa, en la que nacen sensaciones nuevas y se producen cambios hormonales y físicos, se llama pubertad. Debido a la evolución sociocultural se adelantó unos años”

“La etapa en la que nacen sensaciones nuevas y se producen cambios hormonales y físicos se llama pubertad. Debido a la evolución sociocultural se adelantó unos años”, dice Silvia Medina, psicóloga especialista en infancia.

Cambios físicos y psicológicos

Desde lo físico, los niños van adquiriendo las características sexuales de un adulto: aparece el vello púbico, axilar, crecen los testículos en el caso de los niños y el botón mamario en el caso de las niñas. Aumenta la sudoración y es el momento en el que suelen empezar a usar desodorante. Estos cambios pueden insumir entre dos y seis años, depende de cada chico y de cuestiones hereditarias.

“El proceso de crecimiento no es lineal ni parejo. El desarrollo madurativo (biológico) no significa una transformación adolescente. Primero es necesario reconocer los cambios físicos, y para esto tiene que haber un cambio psíquico que le dé significado a los cambios del cuerpo”, explica la licenciada en psicología Gabriela Bravetti, profesora de la UNLP.

“Lo puberal se da por un cuerpo que cambia, pero también cambia una forma de ver el mundo y la mirada de los otros hacia uno. No hay adolescencia sin esos cambios puberales, pero, a su vez, esos cambios necesitan de un proceso psíquico que los elabore”, dice Bravetti, y aclara que no siempre existe una relación directa entre los cambios psíquicos y físicos.

Desde lo psico-social -plantea Medina- es normal que se produzca un ensimismamiento: “Los chicos buscan comunicarse con sus pares y reclaman mayor intimidad. Es el momento en el que empiezan a pasar más horas encerrados en su habitación o pasan largo rato en el baño. Por un lado los aterroriza enfrentarse a lo hormonal o a un cuerpo que está cambiando, pero cuando entran en contacto se produce todo un descubrimiento”.

Según señalan las especialistas, es un momento en el que suelen evadir a los adultos porque evitan las miradas críticas y los juicios de valor. Los cambios que atraviesan también pueden incidir sobre el rendimiento escolar: “El tema de crecer les provoca cansancio, indiferencia, falta de motivación. Están interesados en los cambios de su cuerpo y en las actividades grupales. Todo lo que pase fuera de su ego ‘no le interesa’ y pueden mostrarse irascibles”, dice Medina.

Las nenas comienzan a comportarse como si fuesen adolescentes: quieren lucir diseños de ropa que usan adultos, maquillarse y teñirse mechones de pelo, entre otras cosas.

También se interesan más por su apariencia física, quieren escribir sus sensaciones en un diario íntimo, aparece un fuerte amor por sus ídolos y pueden pasar varias horas encerradas en su cuarto escuchando música.

Empiezan a organizar “pijama parties” o reuniones con baile entre amigos y compañeros de colegio. Muchas veces los padres se sienten desconcertados frente a los permisos que deben otorgar o negar. Ya que suelen ser cuestiones que esperaban que se manifiesten a mayor edad.

“Las metas que antes estaban exclusivamente en lo familiar y en el mundo infantil se direccionan hacia el afuera”, dice Bravetti, y aclara: “Esto no sólo significa conquistar un nuevo territorio, sino que también genera una sensación de pérdida, de angustia, de conflicto, porque pone a prueba los recursos que tenían hasta ese momento y aparece la necesidad de construir nuevos”.

“Las metas que antes estaban exclusivamente en lo familiar y en el mundo infantil se direccionan hacia el afuera. Aparecen nuevas metas que están más allá de la familia”

También los llaman “tweenies” o “tweenagers”: términos que surgen de la unión de teenagers (adolescentes) y wee (pequeñitos).

La licenciada Bravetti cuenta que en esta etapa surgen cambios relacionados con aspectos identificatorios: “Aparece el interrogante de quién soy: ‘no soy una niña/o, pero tampoco un adulto’”.

La especialista explica que esta situación les genera angustia: “Se pierde la imagen que sustentaba al yo. La representación que tienen de sí mismos tambalea y tienen que construir una nueva”.

Esta “crisis” de representación también se manifiesta en el trato con los adultos: “Hasta hace poco estaba claro que eran niños y los trataban como tales, pero ahora ya no”, dice Bravetti.

Las especialistas coinciden en que los padres, como en todas las etapas de crecimiento, deben acompañarlos de cerca. “Se necesita de una mayor tolerancia. Hay que comprender que el chico esta perdiendo un cuerpo y adquiriendo uno nuevo. Deben generar situaciones en las que puedan estar compartiendo con sus pares y el adulto no muy distante”, dice Medina.

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