Inquietud por la reiteración de episodios de violencia entre alumnos en la Región

En los últimos años han venido concitando la atención pública y, por supuesto, la condena subsiguiente los crecientes problemas que, por mala conducta de los alumnos, se han venido traduciendo en episodios de violencia o actitudes agresivas entre compañeros de escuela, en situaciones que incluyen, asimismo, otros incidentes en los que han resultado víctimas los docentes a cargo de las aulas.

Como dato revelador del clima de creciente violencia en las escuelas, en este diario se publicó el año pasado un informe demostrativo del fuerte crecimiento de los pedidos de licencia de los docentes, afectados por el estado de descontrol que impera en muchos grupos escolares, algo que se traduce en el hecho de que, uno de cada tres maestros de la provincia de Buenos Aires, pide carpeta médica por problemas psicológicos.

Ahora, en una escuela de nuestra ciudad, acaba de denunciarse que un grupo de alumnos golpeó en forma brutal y en varias oportunidades a un compañero de 8 años de edad, que padece trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), a consecuencia de lo cual debió ser asistido en el Hospital de Niños.

Según la madre del pequeño, su hijo fue agredido durante dos días seguidos por compañeros de su grado. Tal como agregó, las lesiones fueron constatadas por profesionales del Hospital Sor María Ludovica, realizándose un acta en la escuela y la presentación de una denuncia ante el ministerio de Educación.

En ese contexto, debe reseñarse acerca de lo ocurrido hace dos meses en otra escuela platense, en la que por la violencia desatada entre alumnos los padres se vieron compelidos a montar guardia ante el edificio escolar y presentar seis denuncias penales, en la que dejaron en claro la necesidad de que las autoridades escolares y del área educativa evitaran tales desbordes.

Está claro que la violencia escolar debe ser primeramente enfocada desde la óptica de los estudiantes que son, a la vez, protagonistas y víctimas de un fenómeno que debe ser combatido y erradicado prontamente. Es evidente que algo debe estar fallando en la formación escolar y que, por consiguiente, lo que interesa prioritariamente es que la escuela recobre su primordial función educativa.

Que las aulas y patios estudiantiles puedan haberse convertido en ámbitos no saludable y de violencia para los propios alumnos, constituye un dato de la realidad que resulta ser, por cierto, sorpresivo y muy doloroso. Aquí debe subrayarse la importancia de que los maestros intervengan con acierto y en forma oportuna, en tanto que no puede dejar de aludirse a la responsabilidad educativa que también les incumbe a los padres.

Lo fundamental es no minimizar los casos de violencia escolar ni tomarlos como hechos aislados. Como aquí se ha destacado en otras oportunidades, también se lo debe ver como un problema que atañe a toda la sociedad. Problemas como los que ocurren en el interior de una escuela, pero que resultan ser de semejante gravedad y repercusión, le incumben no sólo a la comunidad educativa de cada institución sino al conjunto social y constituyen un desafío que debe ser enfrentado por todos.