Síndrome aerotóxico: ¿es dañino el aire que se respira dentro de un avión?

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En 2015, durante un vuelo de Madrid con destino al Caribe, una azafata empezó a sentirse mal. Sufría afonía, picores e irritación en la nariz. En el viaje de vuelta, 24 horas después y en el mismo avión, padeció síntomas similares. Tras el aterrizaje, el tripulante de cabina Pedro González encontró en el mamparo (pared que separa a los pasajeros de la zona de personal) restos de aceite. El caso fue denunciado a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea.

No se ve. No se oye. Sólo se distingue por la nariz. “Es un olor a calcetines usados, a ropa sucia mojada”, dice González. Considera que en aquel vuelo fue víctima del síndrome aerotóxico, una amenaza fantasma para la salud (incluso ha sido relacionada con algún caso de fallecimiento), cuya mayor población de riesgo son tripulaciones y viajeros habituales.

Fantasma porque su diagnóstico es negado por muchos en el sector de la aviación, que consideran que no existe una evidencia concluyente que relacione estos síntomas con el aire inhalado en cabina.

Sin embargo, el síndrome tiene defensores. Jordi Roig Cutillas, neumólogo en la clínica Creu Blanca de Barcelona, es considerado su principal investigador médico en España: “En mi experiencia, he visto dos casos seguros y uno probable: dos pilotos europeos no españoles y una pasajera frecuente extranjera”. En los últimos meses, el personal aéreo ha mostrado su preocupación a que posibles fugas esporádicas de sustancias tóxicas dentro del avión tengan consecuencias a largo plazo en su salud.

“Como no se reconoce el síndrome, tan sólo damos parte si lo identificamos”, dicen expertos

 

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