El riesgo de muerte , hasta nueve veces superior al de la población general
Edición Impresa | 5 de Noviembre de 2017 | 02:27

Son muchos los indicadores por los cuales los especialistas consideran a la situación de los “sin techo” como la más vulnerable de la sociedad. Las personas sin hogar envejecen más rápido que el resto de la población, tienen un riesgo de muerte superior al común de la sociedad, están más expuestos a accidentes y a la violencia de las calles y su expectativa de vida no supera los 60 años, según los datos que surgen de investigaciones realizadas en Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá de las que surge una conclusión alarmante: la situación general de este segmento no ha registrado mejorías en los últimos años aún en los países desarrollados.
Así, según una investigación publicada por la revista The Lancet y hecha en Estados Unidos y Europa, en los últimos años el riesgo de muerte para este segmento de la población no disminuyó en ninguno de los países estudiados.
Según ese mismo informe, las personas sin techo son las que registran los índices más altos de morbilidad.
La permanencia a la intemperie, sometidos a las inclemencias del clima, hace que envejezcan a un ritmo más acelerado que la población en general y estén más expuestas a todo tipo de afección prevenible, según destacan los especialistas.
Entre las dolencias prevalentes que afectan a los sin techo se cuentan las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, junto a los problemas de adicciones a drogas y alcohol y las afecciones de salud mental.
Mientras la expectativa de vida para la población en general ronda los 75 años, la de los deambulantes se ubica en alrededor de 59.
Las enfermedades que afectan a este segmento de la población tienen efectos más devastadores en las mujeres que en los hombres.
La alimentación de la gente que vive en la calle suele ser desbalanceada y rica en sodio, lo que hace que entre ellos haya una alta incidencia de diabetes, hipertensión y problemas renales.
Por otra parte, son habituales las enfermedades en la piel y en los pies, derivados de la exposición al clima y las largas caminatas con calzado inadecuado.
A estas dolencias se suman, además una mayor vulnerabilidad ante la violencia presente en la calle y los accidentes.
riesgo de muerte y enfermedades agravadas
Un estudio realizado en Canadá determinó que el riesgo de morir de un joven en situación de calle es 9 veces mayor que el de una persona con hogar si es varón y 31 veces mayor si es mujer.
Ese mismo estudio destaca como los problemas de salud más frecuentes entre la población sin hogar a las convulsiones, la neumopatía obstructiva crónica, la artritis y otras dolencias mosculoesqueléticas.
La vulnerabilidad es todavía mayor en el caso de la mujer en la calle
A esto se suma que, como consecuencia de factores como la pobreza extrema, el retraso en la búsqueda de atención médica, el incumplimiento del tratamiento, el deterioro cognitivo y los efectos adversos para la salud de la falta de hogar propiamente dicha, el impacto de las enfermedades sea mayor.
Así, enfermedades como la hipertensión , la diabetes y la anemia mal controladas potencian su peligrosidad en las personas sin hogar.
También las enfermedades de la piel y las que afectan a los pies aparecen entre las más frecuentes.
Celulitis, imétigo y éstasis venoso son algunos de los trastornos que registran con frecuencia.
Además, por usar calzado inapropiado, por estar expuestos a la humedad por largos períodos y por caminar largas distancias, pueden registrar onicomicosis, tinea pedis, callos y pie de inmersión a partir de la producción de traumatismos menores repetitivos.
En Canadá, por ejemplo, se registró que la tuberculosis entre los sin hogar de Toronto tienen una incidencia diez veces superior a la media de la población en la provincia de Ontario.
Al mismo tiempo, en este caso, una vez detectada esta enfermedad se tropieza con las dificultades que encuentran los sin hogar para seguir los tratamientos.
Ese factor, sumado a la resistencia de la propia dolencia a los fármacos y a la infección prolongada puede complicar la naturaleza de los cuadros.
Quienes asisten a los deambulantes en sus refugios destacan que, entre los obstáculos que encuentran para mejorar su situación sanitaria se cuenta la misma percepción derivada de la dura vida en la calle.
Así, en muchas ocasiones, preocupados por la prioridad, que es la búsqueda del alimento y el abrigo cotidiano, el cuidado de la salud se convierte en una cuestión menos prioritaria y que se va postergando.
Al mismo tiempo, una vez tratados, muchas indicaciones relacionadas con la alimentación, la medicación y el descanso pueden ser muy difíciles de cumplir en una situación de calle.
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