¿Vago o visionario?: el enigma detrás de una pluma talentosa que “prefirió no hacerlo”

Un filme descubre qué fue de la vida del talentoso dibujante Pablo Fayó, pero revela más de nosotros que de su adorable criatura

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Por: Pedro Garay

“Algo Fayó” es uno de esos documentales que descubren un personaje increíble: la cinta de Santiago García Isler es una película sobre Pablo Fayó, historietista que irrumpió en el panorama local con una potencia inusitada pero que luego se cayó del mapa, pero Fayó, descubre el metraje a medida que avanza, es más que una historia curiosa, y con su plácida vagancia interpela al mundo alrededor, incluido a los propios espectadores.

En esa feliz incomodidad que genera la historia de este curioso dibujante es el punto saliente del documental que se estrenó ayer en salas porteñas: Fayó comenzó a publicar sus páginas en la hoy legendaria revista Fierro hace 30 años, donde irrumpió con su línea humorística de influencias americanas como una novedad inclasificable y que marcaría toda una línea en la historieta argentina, pero, cuenta la historia, de repente decidió dejar su promisoria y esforzada carrera, tomó la guitarra y decidió dedicarse a tocar tango en bares de la Buenos Aires profunda y pasar la funda pidiendo una colaboración.

“En determinado momento, Fayó decidió bajarse de la clase media y dejar de trabajar únicamente para comprar cosas que no necesitaba, y lo hizo”, explica el cineasta, que comienza el relato buscando un documental “clásico”, preguntando a Fayó sobre su infancia, su vida privada, sus razones escondidas. Pero Fayó, reacio a dar demasiadas explicaciones y adentrarse en psicologismos, y que parece agotarse ante la perspectiva de tener que intelectualizar su experiencia, tiene otros planes, y la película muta de esa convencionalidad para adaptarse a las reglas del reino que el dibujante edificó desde la terraza del conventillo que habita, donde vive una vida sin ataduras que sus allegados y colegas, las otras estrellas del documental, consideran irresponsable.

Podeti, Parés y otros ilustres de la pluma no pueden todavía hoy comprender la decisión de Fayó y pretenden esgrimir una opinión autorizada en materia de administración de recursos vitales.

EL MISTERIO

Las razones permanecen misteriosas: cuando el filme consigue romper los muros edificados por Fayó para proteger su mito y su persona, no es la realidad lo que se filtra, sino la interpretación pura: cuando la cámara revela a Fayó, revela un personaje que, según el espectador, será definido de “vago” o “visionario”, como su personaje Agapito, admite él mismo, de quien un hermano piensa que es un genio y el otro, un idiota.

Y mientras este Bartleby de la historieta, que como el personaje mítico de Melville “preferiría no hacerlo”, se pasea por la noche con su guitarra, sus amigos debaten obsesivamente los porqué de su decisión, se quejan de la mística que ha conseguido en ausencia, reprochan su falta de compromiso, o se resignan a acompañarlo y ayudarlo en gestos que dicen más de ellos que de Fayó: el protagonista (imitando, justamente, la genialidad de la creación del autor de “Moby Dick”) funciona casi como un significante vacío donde el resto, sus colegas, los espectadores, escriben el discurso mediante el cual justifican (justificamos) por qué nosotros sí perseguimos la fama, el dinero, el éxito.

 

 

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