Una triste realidad que ya no da para más

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Alcanza con sentarse y escuchar los padeceres de los comerciantes de cualquiera de las arterias del centro de la Ciudad. Esas en las que, teóricamente, se marca el ritmo de la vida platense.

No dan más. Y, de a poco, comienzan a levantar la voz contra una realidad que les preocupa y, en casi todos los casos, los daña.

La sumatoria de inconvenientes los deja, prácticamente, entre la espada y la pared. 

Trapitos, cada vez más numerosos y agresivos, que pretenden cobrar un extra, aunque el automovilista ya haya abonado el estacionamiento medido. Nadie los controla.

Manteros que se instalan frente a las puertas de los negocios, muchas veces, vendiendo el mismo producto que se ofrece en los locales debidamente habilitados. Aunque los saquen, a los diez minutos vuelven a instalarse.

Bandas de menores que protagonizan violentos ataques tipo piraña, terminan de conformar un escenario que aleja a potenciales compradores.

Las prometidas soluciones no llegan y la situación de crisis va en aumento. La triste realidad es que tal como están las cosas, ya no da para más.

El diagnóstico es conocido. Sólo es necesario que se apliquen las recetas para solucionarlo.

 

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