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La familia Marino a poco de su llegada a City Bell, encabezados por Doménica Villani, la mamá
La familia Marino cumplió 60 años desde su llegada a City Bell después de navegar 18 días en el barco “Entre Ríos” provenientes de su pueblo natal, Nusco, en la provincia de Avelino, en el sur de Italia. Desde ese momento los cinco hermanos varones junto a su madre se radicaron en esta localidad, donde ya vivían sus tíos, la familia de Del Tufo.
Amado, Antonio, Genaro, Giovanni y Vicenzo llegaron desde Italia el 28 de abril de 1957, cuando tenían 19, 17, 15, 13 y 9 años, respectivamente, junto a su madre, Doménica Villani de Marino, viajando en ese barco que hizo una sola escala en las Islas Canarias.
Así llegaron a la tierra de promesas que abrió sus brazos a esta madre viuda y sus cinco hijos que venían de Europa. Desembarcaron en el puerto de Buenos Aires después de una larga travesía. Ellos formaron parte de ese fenómeno inmigratorio que se inició casi en los orígenes del 1880 y continuó incorporando a grandes contingentes que llegaban tanto al ámbito urbano como rural, con la ilusión de paz, trabajo y prosperidad.
La familia hoy supera los 40 miembros, con hijos y nietos, que se ganaron el cariño y respeto de toda la comunidad. Es que los trabajos que eligieron los convirtieron en una referencia del comercio local: Antonio y Genaro arreglan zapatos desde hace 53 años en su local de Cantilo entre 19 y 20, mientras que en la misma cuadra Giovanni (Yani) y Vicenzo (Enzo) emprendieron el oficio de peluqueros que aún hoy continúan junto a sus hijos, y Amado se inclinó por la herrería, montando un negocio que mantuvo durante más de 40 años.
En su zapatería, Genaro y Antonio junto a su hijo Miguel (el “Tano”, profesor de Educación Física y que heredó el oficio familiar”) cuentan sus vivencias con una sonrisa y con la simpleza de la gente de barrio. Con la tranquilidad con la que practican su oficio en un local repleto de zapatos, carteras y zapatillas para arreglar, muestran las fotos de jóvenes, recién llegados a City Bell y relatan anécdotas.
“Cuando llegamos algo sabíamos del oficio, en especial Genaro, que en Italia ya fabricaba zapatos. Apenas sabíamos hablar, pero nos pusimos a trabajar con un zapatero que estaba en la esquina y después nos pusimos nuestra zapatería acá, donde estamos hace ya 53 años”, cuenta Antonio.
Esa zapatería en la que no solo ha pasado “casi todo el pueblo”, mucha gente que vivió en la zona y se ha mudado aprovecha cuando vuelve a City Bell para dejarle algún zapato o zapatilla para reparar, confiando en la mano de estos verdaderos artesanos del oficio.
“Nos han traído zapatos gente que viene de Suiza, Holanda, España, Dinamarca; también de Santa Cruz y otras provincias. La gente viene y quiere que se los arreglemos”, cuenta Genaro.
Los vecinos de tienen hace años un dicho: “si no arreglaste un zapato o no te cortaste el pelo en lo de Marino no sos de City Bell”. Un poco en broma, revela la pertenencia que la gente de la zona le da a esta familia de italianos que se convirtieron en referentes de una comunidad que rápidamente los integró.
Y cuando se les pregunta cómo los ha tratado la gente y que opinan del crecimiento que tuvo el pueblo, lejos de mostrar una mirada melancólica aseguran: “la gente nos trata de los mejor y nos gusta como crece City Bell para que sea una ciudad”.
Cuando eran adolescentes llegaron al país, y al poco tiempo se radicaron en City Bell, donde aprendieron oficios y se desempeñan desde hace varias décadas como zapateros y peluqueros. Amado, el hermano más grande, trabajó como albañil y herrero hasta tener su propia herrería, que funcionó por más de 40 años sobre el Camino Belgrano.
Varios de sus hijos y nietos han heredado sus habilidades y continúan con la tradición familiar.
Luego de arribar al país y tras vivir un tiempo en casa de sus tíos lograron comprar el terreno ubicado en Cantilo entre 19 y 20 de City Bell, frente a la delegación municipal, donde ellos mismos construyeron la casa familiar.
Doménica o Dominga, como la llamaban los vecinos, fue la que se animó a venir con sus hijos a este país y es quien “enseñó a cada uno de los integrantes de la familia el significado de las palabras unión, familia y respeto”. Mientras estuvo con ellos, hasta que falleció en 1990, “no dejó ni un sólo domingo de reunir a hijos y nietos, amasando la pasta casera para todos, y enseñándoles las tradiciones típicas de la familia italiana”.
Giovanni Marino, más conocido como “Yani”, en sus comienzos trabajó en una carpintería, pero después aprendió el oficio de peluquero. Luego, abrió la peluquería “Marino”, en un pequeño local lindero a la zapatería de sus hermanos.
Vicenzo o Enzo aprendió el oficio de peluquero con su hermano al finalizar sus estudios primarios, cuando empezaron a trabajar juntos. Después de varios años se mudaron a un local más amplio y luego al que ocupan desde hace mucho tiempo, también en la cuadra de Cantilo entre 19 y 20.
La gran mayoría de la familia Marino continúa viviendo en City Bell, a pesar de haber formado diferentes hogares: “todos hemos seguido el ejemplo de vida de cada uno de nuestros padres y tíos”, aseguran.
La familia Marino a poco de su llegada a City Bell, encabezados por Doménica Villani, la mamá
Los jóvenes Amado, Antonio, Genaro, Giovanni y Vicenzo junto a un primo, durante sus primeros años en City Bell
Genaro y Antonio en la zapatería que tienen desde hace 53 años sobre Cantilo
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