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Séptimo Día |RESURGIR “LLEVARÁ UN TRABAJO INTENSO DE VARIAS DÉCADAS”

¿Qué es el Estado, un don o un castigo?

Un libro de Alberto F. Robredo, sobre uno de los mayores dilemas de la Argentina. La visión y las definiciones picantes de un profesor de la UBA y ex dirigente político. Lo que nos sume en la miseria y el atraso

¿Qué es el Estado, un don o un castigo?

Alberto F. Robredo

MARCELO ORTALE

9 de Diciembre de 2018 | 08:09
Edición impresa

Son múltiples las interpretaciones sobre el dilema que plantea a los argentinos el rol del Estado y, acaso, la predominante –y más inconfesable- sea aquella que dice que el Estado existe para ser expoliado todo lo posible por quienes lo habitan. Expoliado significa engañado, estafado, desobedecido, robado hasta el fondo de todas las latas.

El inefable Borges tiene acercamientos originales –si se quiere literarios- sobre el tema. Así, alguna vez escribió: “Un americano, imbuido de tradición protestante, se preguntará en primer término si la acción que le proponen es justa; un argentino, si es lucrativa. Se da, también, una suerte de picardía desinteresada; ante un reglamento, nuestro hombre se pone a conjeturar de qué manera podría burlarlo. Nos cuesta concebir la realidad de las relaciones impersonales. El Estado es impersonal; por consiguiente no debemos tratarlo con exceso de escrúpulos; por consiguiente el contrabando y la coima son operaciones que merecen el respeto y, sin duda, la envidia”.

Ahora acaba de aparecer un libro de ensayo sobre estos temas, de 560 páginas. Leer la primera de ellas implica que el lector ventilará el resto sin parar, porque allí están casi todos los asuntos más picantes de la realidad y de la historia política argentina. Se trata de “El Estado como un don y el Estado como castigo” (Editorial Claridad, 2018) de Alberto F. Robredo, presentado este año en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y hace pocos días en el porteño Club del Progreso.

El tema no es nuevo para Robredo, profesor universitario y dirigente político hace décadas. A principios de este siglo editó otro libro sobre el tema “El Estado agredido” (Editorial Umbral, 2003) en el que asegura que la agresión permanente al Estado ha provenido en la Argentina de sus dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales y de todos quienes de una u otra manera son factores de poder.

¿Qué pretende aportar el nuevo ensayo? Cuál es el rol que debe cumplir el Estado moderno?, se le pregunta en la entrevista. Dice Robredo: “El rol del Estado es unir y regular a sus integrantes para contribuir a solucionar las pobrezas con que accedemos a la humanidad. No solo las económicas, sino las de salud, las de progreso, las de educación, las relacionadas con la dignidad, que la proporciona el trabajo. Cuando el Estado cumple con ese rol integrador del hombre con el mundo que le toca vivir, el Estado es un don, pues amplía el ámbito individual de cada uno”.

Agrega que “cuando el Estado no cumple con ese rol es un castigo, pues nos quita libertad con normas que no nos elevan sino que nos sumen en la miseria y el atraso, con lo que las normas y los impuestos son elementos de opresión y no de liberación por ampliar la libertad”.

“Cuando el Estado cumple su rol amplía el ámbito individual de cada uno”

 

Nacido en 1939, abogado, profesor durante diez años de derecho político en la UBA, ex subdirector del diario Correo de la Semana, con una vasta carrera profesional, en 1986 renunció a la cátedra en disidencia con la resolución del Consejo de la Facultad, que eliminó el examen final como requisito para la aprobación de la materia. Se desempeñó muchos años en la dirección de Asuntos Legales de la Aduana y tuvo una larga militancia política que inició a los 18 años en la Democracia Cristiana, para pasar luego en el movimiento federalista que lideraba Francisco G. Manrique y enfrentarse contra la guerrilla de la que sufrió un atentado a balazos al salir de un programa televisivo. Cuando se inició el período del Proceso militar, cuestionó abiertamente la represión desatada y se opuso en forma expresa a la invasión a las Malvinas.

Sobre esta última cuestión dice ahora Robredo: “La invasión a Malvinas dispuesta por el gobierno militar presidido por Galtieri fue un secreto rigurosamente guardado, como una suerte de omertá mafiosa, pues ésa es la mejor calificación que puede hacerse de la conducta desarrollada por los responsables de tamaño desatino como el desatado el 2 de abril de 1982, con el ataque a las islas”.

IDA Y VUELTA

-La Argentina oscila entre esas dos alternativas –el Estado como don, el Estado como castigo- sin que parezca hallar fórmulas idóneas para mejorar su presente y futuro. En la página 519 usted dice: “Argentina, desde muchos puntos de vista, es un país virtualmente quebrado, pese a una potencialidad inmensa. Dios proveyó de riquezas, pero el milagro lo tienen que hacer los hombres, explotándolas como corresponde”. ¿Esas realidades representan al “don” y al “castigo”?

-La gente habla de las “riquezas naturales” de Argentina. Pero, en ingresos per cápita en dólares, desde 1940/1949 hasta 2010 Argentina creció un 123,34%, mientras que Brasil creció 384,44%; Chile 310,62%; España 680,89% e Irlanda 608,73%. Si actualizamos desde 2010, las estadísticas nos hunden más. Argentina forma parte legal del FMI y pagó su deuda a intereses bajísimos, en tanto que se endeudó con Venezuela en 1.000 millones de dólares, pero firmó obligaciones por 1.461,9 millones, o sea que pagó o debe pagar 46,19% de interés y sobre los 1.461,9 millones un interés sobre el capital más el 45,19% de interés incorporado al capital. Esto habla claramente de un castigo fenomenal.

- Usted habla de tres presidentes argentinos que tuvieron la posibilidad de hacer de la Argentina una confederación tan fuerte como la de EE.UU: Roca, Justo y Perón. ¿Podría decir, en muy prieta síntesis, por qué fracasaron?

-Para fracasar hay que tener ese objetivo de grandeza geopolítica y no sé si ellos lo tuvieron. Tuvieron, sí. el poder para hacerlo. Roca transformó el país, pero no vió al federalismo como meta, sino que su meta fue hacer un país, sin darse cuenta que un país grande con interior más grande adquiere vigor original e imparable. Justo terminó su presidencia, no tuvo tiempo y murió joven. A Perón el federalismo le puso trabas a su gobierno autoritario y centralizador. Los tres tuvieron fuerza para que Argentina fuera una confederación fuertísima, pero ninguno de ellos lo afrontó.

-En el capítulo II alude al federalismo y al centralismo porteño. Se sabe que en muchas provincias, hoy, perdura un feudalismo anacrónico, patriarcal. ¿Cómo se podría lograr federalismo con provincias que se resisten a todo cambio?

-Todo debe cambiar y para ello la regionalización debe implementarse. En salud, en justicia, en los directores del Banco Central. También hay que cambiar los sistemas electorales, que se analizan en el libro, de modo de eliminar el feudalismo y de hacer que cada provincia y que el pueblo de cada provincia sean los dueños de sus representantes y no partidos nacionales unitarios, subordinados a patriarcas unitarios con vocación de afirmar el centralismo contra la autonomía provincial.

-Cada vez hay más organismos internacionales, políticos o económicos, con repúblicas que se van sumando a ellos. Pareciera que existe una tendencia definida hacia la globalización institucional. ¿Esto significa que se está apurando la extinción del Estado nacional, a la manera de los creados en el siglo XIX?

-No. Lo que hay es una integración en un mundo globalizado que absorbe, como positivo, el elemento coadyuvante de cada país. El G 20 dictó, el 2 de abril de 2009 una suerte de Constitución, que rige a quienes representan el 86,561% del PIB del mundo con paridad de poder adquisitivo, reafirmada en el G 20 de Buenos Aires del 2018. La economía del mundo avanza e incorpora trabajo y modernización en todos sus aspectos. Y el mundo evoluciona rápido: y con lo que llamé la sociedad asociada, que deja atrás a subsidios y el declinar del Estado, en beneficio de los humanos que pertenecemos al mundo y lo transformamos por encima de los Estados.

“El G20 permite ser parte del mundo que evolucionará el planeta por largo tiempo”

 

-¿Cuál sería el saldo que deja para el país la cumbre del G 20?

-Formar parte del mundo que evolucionará el planeta por largo tiempo, con sus derechos y obligaciones. Formar parte de la decisión es ser actor. No formar parte de ese mundo es ser dirigido, sin gozar de sus derechos ni aprovechar el beneficio de aportar obligaciones, que despiertan los socios de un mundo en constante y rápida transformación. A partir de allí, no préstamos, sino trabajo firme argentino, para revertir un país decadente en un país con fuerza propia. Y eso lleva un trabajo intenso de algunas décadas. Con alegría de ser muy sacrificados partícipes de un país que nuestros hijos y nietos harán de él lo que nosotros no pudimos.

-¿Qué política debiera seguir la diplomacia de nuestro país en el tema de Malvinas?

-El último gobierno militar armó un esquema de emoción patriótica para imponer un sucesor presidencial. El resultado de ese desatino fue el siguiente: la Unión Europea reconoce a las Islas como territorio de ultramar de Inglaterra y asociadas a ella. Luego Gran Bretaña dictó en 2009 la Constitución que dio a los isleños el derecho unirse al Estado que elijan, con la plataforma continental de las Islas. Los vuelos a las Islas son también un atraso, pues unen a Chile con Malvinas y con una plataforma continental inmensa en el Atlántico. En el libro se trata intensamente, pues todo el Atlántico Sur está en peligro ante una diplomacia atrasada y sin noción de lo que se juega.

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