Indiferencia frente al mal uso de los espacios públicos

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El grave incidente callejero protagonizado por limpiavidrios y trapitos que, en la cuadra de 1 entre 44 y 45 y haciendo uso de un arma blanca, asaltaron a un peatón, en un episodio que, afortunadamente, concluyó sin heridos y con los agresores detenidos por la policía, volvió a colocar sobre el tapete una cuestión que, en la ciudad, tiene como contexto preocupante el crecimiento constante y descontrolado en la vía pública de actividades informales que cotidianamente originan toda clase de conflictos.

Tal como se informó, los efectivos policiales lograron detener a cinco limpiavidrios y trapitos que, armados con una navaja, habían asaltado a un peatón en un atraco que quedó registrado por las cámaras de seguridad de la Municipalidad. Según las fuentes oficiales los agresores estaban consumiendo alcohol en la calle, frente a un kiosco, cuando uno de ellos aparece en las imágenes como entregándole a un compañero un cuchillo. Finalmente, cruzaron a la mano de enfrente, concretaron el asalto y ocultaron el producto de lo robado, hasta que llegó la policía y logró detenerlos.

Cabría añadir que fueron numerosos los episodios conflictivos que se presentaron en los últimos años en la zona de 1 y 44, en donde el cruce la avenida 1 con la 44 y la diagonal 80, el intenso tránsito vehicular y el tiempo de espera a que obligan los semáforos facilita la actividad de los limpiavidrios, algunos de los cuales suelen ejercer una especie de violencia tácita sobre los conductores, “obligándolos” a aceptar sus servicios.

A grandes rasgos debe decirse que -al margen de que no pocas personas acuden a estas tareas informales por no contar con un trabajo fijo, como una manera de obtener ingresos y superar así sus penurias económicas- no existe justificación alguna para que algunos apelen a comportamientos violentos y extorsivos.

Tampoco debiera dejar de sopesarse que existen verdaderas organizaciones mafiosas -como ocurre con las que actúan en torno a algunos estadios, en donde los barrabravas “administran” los espacios de estacionamiento- ocupadas de ejercer en forma sistemática este tipo de presiones para así aumentar sus ganancias

Semejantes situaciones, tan habituales por otra parte, derivan del escaso acatamiento -y hasta conocimiento- que mucha gente le presta a valores que debieran ser respetados a ultranza, como lo es el del uso del espacio público que no prevé, salvo las excepciones previstas y reglamentadas por las normas, que nadie se arrogue el supuesto derecho de utilizarlo en beneficio propio.

El problema, que es complejo, se nutre de la angustiante situación socio-económica en la que se encuentran muchas personas, pero eso merece otras respuestas por parte del Estado. Las autoridades no pueden dejar hacer y permitir la consolidación de actitudes intimidatorias, claramente delictivas en algunos casos, que degradan la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Esta cuestión, con todas sus complejidades, debe ser abordada con firme decisión. Pero, además, con urgencia. Porque se trata de un fenómeno que crece en forma alarmante y cada vez se tornará más difícil erradicarlo si no se cambia la actitud de indiferencia que ha imperado hasta ahora. Cabe esperar que, alguna vez, el reclamo aquí planteado tenga una respuesta distinta a la indiferencia.

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