Ángela Irene Frigerio de Carrara

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Falleció en su ciudad natal Ángela Irene Frigerio de Carrara -Angelita-, destacada profesional (Contador Público Nacional) y madre ejemplar.

Nació el 6 de junio de 1921 en una ciudad de La Plata en pleno crecimiento. Dilecta hija de inmigrantes italianos provenientes de la Lombardía: don Domenico Frigerio y doña María Maddalena Pensini, abocados a la cría de ganado, tambos y comercio. Le inculcaron su dedicación al trabajo, su acendrada ética y, esencialmente, su inmensa bondad. Fue la cuarta de cinco hermanos: Carlos Luis, Josefina (Pina), María Elena e Ítalo.

Alumna ejemplar en los tres niveles, acompañada siempre por la música clásica y las canciones populares italianas o las arias famosas de ópera que cantaba su padre con su excelente voz de tenor. Mantuvo su humildad y colaboración con sus compañeros y con su familia. Ordenada y rigurosa, fue una de las primeras mujeres que se graduó con la máxima láurea en la antigua Escuela Superior de Comercio, luego Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. En ella conoció al único amor de su vida, Carlos Ramón Carrara, también Contador, y formó una sólida familia propia en la que nacieron sus hijos, Cristina Noemí (Contador Público) y Carlos Roberto (Ing. en Telecomunicaciones).

Nunca dejó su responsabilidad profesional pero supo ser excelente anfitriona. Su casa de San Isidro fue siempre refugio de familiares y amigos, más aún luego de los extensos viajes disfrutados con su marido, quien muere muy joven a los 46 años. En esta etapa de sufrimiento y desolación, Angelita puso en evidencia su fortaleza y su ejemplo de vida para lograr que sus hijos siguieran adelante sin sobresaltos, regresando a La Plata. A pesar de las adversidades, siguió desempeñándose como Contadora y Auditora de importantes empresas y fundaciones nacionales e internacionales, viajando por todo el país.

Se frustró su rol de abuela por el fallecimiento precoz a los tres años de su única nieta María Florencia, hija de Cristina y Ruben Feller, pero volvió a dar muestras de una entereza difícil de encontrar. Su larga vida fue azarosa pero a la vez feliz. Como mujer bondadosa, trabajadora denodada y verdadera alma mater de reuniones, supo rodearse de todo el cariño que le brindaron siempre sus amigos, colaboradores y familiares.

Se apagó suavemente, en el sueño, en paz e irradiando luz. Amable, cariñosa, dulce, poseía un alma pura y plena de bondad. Dejó el conmovedor ejemplo de lo disfrutado y de lo vivido.

 

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