La ideología tramposa (1)

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

Ya hemos visto que la hipocresía es una institución con identidad propia, instalada en individuos, familias, grupos y sociedades.

Hace una década o quizás menos, la ideología de género era una extravagancia de algunos académicos y de lobbies transexuales. Ahora es una ideología política que actúa oficialmente en algunos países e incluye multas e inhabilitaciones a quienes la critiquen. Es decir que ha minado hasta la libertad de expresión, que es un derecho fundamental señalado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Y ahí ya tenemos una muestra de flagrante hipocresía, es decir se pretende imponer una ideología contradiciendo derechos fundamentales. Pero su maldad es tan perversa que cabe sospechar una reformulación de los derechos fundamentales: la hipocresía del ser humano no tiene límites.

Cabe señalar y subrayar que la ideología de género no tiene nada que ver con la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, y tiene mucho que ver con el pansexualismo, es decir con la fantasiosa superstición que proclama que cuanto más sexo se practique, y más libre sea, cuando todos tengan sexo con todos, en cualquier momento y de cualquier modo, el mundo será feliz. ¡Hipocresía absoluta! ¡Decadencia! ¡Denigración!

Según esta concepción ideológica, cada individuo puede decidir su identidad y su orientación sexual recurriendo a los grandes eslóganes de “no discriminación” y de la tolerancia

 

Esta ideología perversa mezcla elementos del comunismo-anarquismo con otros del nacionalismo. En vez de la lucha de clases propugna la lucha contra los que reconocen la existencia científica, experimental y única de solo dos sexos. Pero como éstos - llamados “císgenero”, cuya identidad de género y sexo biológico son concordantes - son mayoría, se pretende por parte de la ideología que haya una represión legal, política y cultural contra ellos. Los otros, los transgénero, para su justificación se constituyen en víctimas y necesitan leyes especiales, protección especial, subvención especial… y castigos ejemplares contra los supuestos victimarios o disidentes. Y quienes no aceptan las desviaciones o las critiquen serán acusados de odio, a semejanza de como quien criticaba la ideología comunista podía ser acusado de odio a la clase obrera.

La ideología de género es tramposa porque se atreve a llamar bien al mal, destruyendo al propio sujeto humano. Así es como niegan la diferencia sexual del varón y de la mujer, reduciendo todos los contenidos vinculados al sexo a una mera construcción social e incluso a la “libre” autodeterminación del sujeto. Según esta concepción ideológica, cada individuo puede decidir su identidad y su orientación sexual recurriendo a los grandes eslóganes de “no discriminación” y de la tolerancia.

Se trata de una ideología insidiosa y encubierta, de una silenciosa revolución cultural que se sirve de los medios de comunicación social y de los medios educativos, pero violenta y contraria a la sana razón.

Los daños de esta ideología de género son progresivos. El Papa Francisco los llama “colonización ideológica”: el trabajo de unos lobbies opulentos occidentales que se intenta implantar con leyes y amenazas…

De todos modos, aún siendo todo esto muy lamentable y gravemente perjudicial para la humanidad, los cristianos - manteniéndonos en la verdad objetiva - siempre estamos dispuestos a tratar con respeto y misericordia a quienes piensan y actúan de modo diverso al Evangelio. No juzgamos al pecador sino al pecado. No queremos ser hipócritas sino honestos con nosotros y con los demás.

 

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