Las Taradas: “La impunidad de ser tarado te quita ese peso de ser tomado en serio”

La orquesta de señoritas vuelve a la Ciudad para repasar su repertorio compuesto de boleros, swing, cumbia y más

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“El tesoro más grande que tenemos Las Taradas es que no nos tomamos demasiado en serio”, dice Rosario Baeza, violín y voz de la festiva orquesta de particular nombre, un alegre y ecléctico grupo que decidió regresar el tiempo atrás para reencontrarse con esa música ingenua, dramática y teatral que tocaban las orquestas características en los 30, los 40, los 50: boleros, swing, cha cha chá, cumbia colombiana, ranchera y otros ritmos y géneros sonarán mañana por la noche, desde las 21, en la sala de 58 entre 10 y 11.

“Tomamos en serio la música, el compromiso con la gente”, agrega Rosario en diálogo con EL DIA, “pero siempre tratamos de explorar todo lo que nos haga descubrir cosas nuevas. Esa vulnerabilidad nos permite incursionar en géneros nuevos”.

La orquestina de señoritas nació en la cabeza de Lucy Patané y Paula Maffia, con la idea no tanto de rescate, sino de “coquetear con esa música que todas escuchábamos pero que ninguna tocaba”, tratando de “recrear esa sonoridad y esa orquestación de esas viejas orquestas características”.

Una a una se fueron sumando “taradas” al proyecto que reversionaría, actualizaría y compondría música en base a “la estética medio naif de aquella época”, y todo gracias a una conversación entre Lucy y Paula que ya es parte de la mitología de la banda. Mirando viejos videos de las Boswell Sisters, agrupación coral de los años 30 que plantó la semilla para las orquestas femeninas, una se imaginó tocando como Connie Boswell, sentada al piano mientras sus hermanos cantaban a su alrededor en estéreo. “Yo quiero tocar un día con dos taradas así”, dijo, y la otra respondió que “quiero ser parte de ese grupo, y quiero que se llame Las Taradas”.

La idea de la “taradez” creció a medida que el sueño se volvía realidad hasta volverse eje central de un proyecto que decidió abordar la ingenuidad de aquellos años como un juego que transmiten al público, un aspecto clave en Las Taradas, un octeto de mujeres que abandona las poses abajo del escenario y apuesta al desparpajo, a la liberación del prejuicio, desde la fiesta, desde la música. “La impunidad de ser tarado te quita ese peso de que todo lo que hacés tiene que ser tomado en serio”, agrega entre risas.

Con la misión de contagiar esa alegría irreverente, esa “taradez”, el versátil octeto subirá al escenario mañana, teloneadas por los platenses Smoking Chango, para, como hiciera la orquesta de Oscar Aleman, repasar todo el repertorio bailable del pasado. Sobre escena, cada una encarna una personalidad diferente y definida, que interactúa con las otras en algo parecido al teatro musical, aunque Baeza descarta que se trate de una puesta en escena: “No es algo que pensamos de antemano, no es un show guionado. Fuera del escenario también somos así”, confiesa entre risas. “En el escenario solo se una amplificación de lo que sucede cotidianamente entre nosotras, algo exagerado, pero porque el micrófono no solo amplifica la voz, amplifica todo lo demás”.

Y contagiar esa “taradez” es clave, más aún en épocas de crisis, como las que parecen sobrevolar cíclicamente en Argentina. Porque, dice Rosario, “la alegría siempre es revolucionaria. Para ser alegre necesitás ser libre, y para ser libre en este mundo tenés que ser un poco revolucionario”.

Ese mensaje llevaron el sábado a Plaza de Mayo, donde se presentaron junto a nombres como Juana Molina y Liliana Herrero en el Lula Festiva, festival para pedir la liberación del ex presidente de Brasil y el esclarecimiento del caso Mariel, y para hacerlo “desde el lugar del baile y la alegría. Ahí es cuando la gente siente ese cambio, no lo finge, no parte de un discurso, parte de algo visceral como la música”.

ORQUESTA DE MUJERES

Combo comprometido, Rosario explica sin embargo que Las Taradas, orquesta puramente femenina, no nació como una apuesta política, una respuesta a un ambiente dominado durante años por el hombre. “Nosotras hacemos música. Cuando nos citamos a ensayar o grabar no lo hacemos desde un lugar de género sino desde un lugar profesional. Que seamos todas mujeres es un poco casual, nos llama la atención que nos preguntan mucho sobre esto de ser todas mujeres, a bandas que son solo varones no tienen la obligación de justificarse. Esa pregunta sí tiene que ver con un conflicto de género”, dice.

La orquestina aborda además músicas de una era donde la escena era dominada por los hombres, lo cual resulta en sí una resignificación de aquel repertorio. “Todas las orquestas eran de varones, y si no tenías que aclarar que eras una orquesta de señoritas, como nosotras”, dice risueña la violinista, y explica que Las Taradas reescriben esa tradición eligiendo “un repertorio que nos convenza desde la música y desde el discurso”, rescatando “canciones de autoras femeninas” como Leonor Marzano, inventora del cuarteto (“esto no se sabe mucho”), y también modificando algunas letras clásicas, como la de “Cartas a Ufemia”: donde un varón cantaba “a sabrás que entre nosotros todo terminó”, ellas cantan “entre nosotras”.

De todos modos, explica, la militancia de género se da por decantación. “No es que estamos de acuerdo con el movimiento feminista: somos mujeres y somos feministas como consecuencia. Ser mujer es una militancia cotidiana, estés haciendo referencia al discurso feminista o no. Siendo mujer ves todos los días las injusticias, los privilegios, las diferencias”.

Y como mujeres, afirma, luchan desde el escenario subvirtiendo ciertas expectativas que resultan increíbles pero reales. Rosario revela que recurrentemente se acercan hombres y les dicen que “tocan re bien para ser mujeres”, y, opina esperanzada, “aunque sea un comentario desafortunado, por lo menos generás un cambio en la visión”.

“Somos mujeres y somos feministas como consecuencia. Ser mujer es una militancia cotidiana”

 

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