La frialdad de un viejo líder de vestuarios

La misma frialdad que expuso el equipo campeón para liquidar pleitos, aún aquellos que en algún momento se le presentaron complicados como el de ayer, es la que irradia el conductor del plantel triunfante Didier Deschamps, quien después de bancarse todos los cuestionamientos en la previa del Mundial y en su partido número 83 con el buzo de DT de Francia dio la vuelta olímpica más preciada.

Criticado por no “soltar” más a sus jugadores, en el fútbol francés existía un convencimiento casi generalizado en torno a que el equipo nacional debía afrontar la Copa del Mundo con otro entrenador: un Zidane, por ejemplo. Pero primó la coherencia. Deschamps, con su estilo sobrio pero contundente no sólo cumplió el récord de permanencia en su cargo sino que además logró lo que muy pocos: salir campeón del mundo como futbolista y como entrenador, algo que hasta ahora sólo habían conseguido Franz Bekenbauer (Alemania) y Mario Lobo Zagallo (Brasil).

Como futbolista integró aquel equipo galo que se consagró campeón del mundo en su casa, hace justo veinte años, no sin antes tener que sortear partidos que se le presentaron también difíciles, como ahora en la finalísima de Rusia. Las crónicas recuerdan como tomó el centro del vestuario en el entretiempo del 0-0 --precisamente contra Croacia-- en esa Copa del Mundo del ´98. Después de adueñarse de la escena, Didier con voz firme y autoridad, marcó errores, alentó a sus compañeros e impulsó a Francia que, partidos más adelante, coronaría su esfuerzo con la Copa del Mundo.

Ya entonces mostraba sus inclinaciones de conductor que quedaron plenamente expuestas posteriormente y particularmente en la competencia que ayer lo coronó en Moscú. Fiel a su estilo, el equipo de Deschamps aplicó los golpes de nocaut en los momentos precisos y terminó goleando en la instancia final. La escuadra azul demostró a lo largo de todo el torneo ser un equipo que se acomodó mejor cuando contó con el terreno libre para contragolpear. Algunos lo han criticado por no explotar mejor la jerarquía de sus jugadores. El DT fiel a su libreto apostó ahora como durante todo el torneo al partido que más le convenía. Ni defensivo ni oportunista, práctico y contundente, Didier le sacó todo el jugo a las genialidades de Kylian Mbappé, la delicadeza de Paul Pogba, la efectividad con lujos de Antoine Griezmann, en un equipo parejo y regular.

Cuentan que en la concentración de Istra –una muy pequeña localidad ubicada a unos 60 kilómetros de Moscú—siempre reinó un clima interno muy bueno. Cuando Deschamps cumplió 80 partidos como DT superando el record de Raymond domeneche, los propios futbolistas organizaron y participaron de un video en el que todos dejaron sus comentarios sobre la relación con el entrenador. Con respeto, con cariño.

La Copa del Mundo nos acaba de entregar un nuevo campeón. Seguramente habrá infinidad de crónicas exaltando las virtudes de los futbolistas que han sido las columnas en esta ansiada consagración.

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Didier Deschamps, en silencio, con frialdad, contundencia y las virtudes de un vejo líder de vestuarios, se merece todos los elogios.