La comunidad judía celebra el Rosh Hashaná
Edición Impresa | 10 de Septiembre de 2018 | 01:57

Con la aparición de las primeras estrellas y de la luna nueva, ayer al anochecer se inició el Año Nuevo hebreo, el 5779, una celebración que se extiende por dos días y que excede los tradicionales servicios en las sinagogas para comprender también rituales que se cumplen en el hogar como, por ejemplo, llevar a cabo la muy colorida tradición de compartir una manzana untada en miel para desear un año próspero y dulce, y que convoca a las familias a reunirse para “revisar los orígenes y los propios actos”.
En la mesa de amigos y familiares no faltará el pan trenzado, el vino, la luz, la cabeza de pescado y las manzanas con miel, además de los knishes, falafel, bohíos de verdura y pleztalej con pastrón, entre otras comidas típicas, que pueden variar según el origen ashkenaz (alemán) o sefardí.
La ceremonia comienza con el encendido de dos velas y continúa con distintos ritos a lo largo de dos días.
Se tocará el shofar -un instrumento musical litúrgico fabricado con el cuerno de un carnero o cabra- para anunciar el inicio del momento de introspección. Se podría decir que funciona como un ‘despertador’ para avisarle a los fieles de la necesidad de hacer un balance espiritual.
El año nuevo judío conmemora, según la tradición, a la primera pareja humana en el contexto de la creación del universo.
“Rosh Hashaná es la oportunidad para un balance del alma, de nuestra propia existencia, y da inicio a un período de diez días que finaliza con el Día del Perdón -Iom Kipur”, explican los rabinos.
Durante Iom Kipur se realiza un ayuno de unas 25 horas, tiempo que también se dedica al recogimiento, y que finaliza con una gran cena en familia.
Según indican los religiosos, durante ese tiempo “Dios juzga a cada uno de nosotros y nos libera de los pecados por los que pedimos perdón, para así comenzar puros un año nuevo”.
“Es un momento tanto de celebración como de introspección espiritual. Las familias vienen a la sinagoga a rezar y luego se retiran a sus casas a cenar”, expresan.
Así, el sentido religioso se complementa con una mesa de exquisiteces, como el pescado (dorado, trucha o boga) tanto frío como caliente, que se prepara como un budín con mucha cebolla; la sopa de pollo que se acompaña con el crocante de los mandalaj (bolitas fritas de harina, agua, sal y pimienta) que constituyen algunos de los platos centrales de la cena de las familias de origen europeo, además de las ensaladas de berenjenas, morrones, paltas y demás delicias.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE