Una ilusión que hizo acordar a la calle que nunca dormía

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La ilusión que generaron con la terminal TecPlata fue tan grande que algunos se animaron a soñar con “la calle que nunca dormía”, como le decían a la Nueva York en tiempos en que funcionaban a pleno los frigorífigos Swift, Armour y La Negra. Poco se exageraba si entonces se decía que “todo Berisso” trabajaba en ellos. En poco tiempo la Nueva York quedó chica y hubo que empezar a levantar persianas en la avenida Montevideo.

Cuando se cerraron los frigoríficos, ya se sabe, todo cambió. Tuvo que pasar un siglo entero para que Berisso se animara a soñar otra vez.

La ilusión empezó a finales de 2012 con una enorme inversión privada y el compromiso del Estado provincial de construir los accesos viales necesarios para que la terminal pudiera operar. Se anunciaba un tránsito diario de 700 camiones con contenedores. Para los berissenses y para los vecinos de toda la región era el milagro de la tantas veces anunciada y nunca cumplida reactivación portuaria.

Aún sin haberse ejecutado la obra vial prometida, entre 2014 y 2015 el entonces gobernador Daniel Scioli, encabezaría tres inauguraciones del emprendimiento. En la última de ellas compartió escenario con el “Pata” Medina. Ese día atracó un barco con dos contenedores. La leyenda urbana dice que estaban vacíos y que después de varias subidas y bajadas volvieron a la bodega del carguero que los había llevado como “cotillón”. La terminal nunca operó. Para 2016 se admitía oficialmente que TecPlata “no iba más”.

Entre los pedazos de esa nueva ilusión rota caminaban 150 trabajadores altamente calificados para el manejo de grúas y otras maquinarias portuarias que, en muchos casos, habían dejado empleos de muchos años en empresas del polo petroquímico, seducidos por las utilidades que prometía TecPlata y, sobre todo por los políticos de turno que habían hablado de reactivación portuaria en cada uno de sus discursos de campaña.

 

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