¿Los libros ya no tienen espacio en la Ciudad? Una encrucijada ante bibliotecas al límite

En distintas instituciones admiten que deben rechazar donaciones porque no hay dónde ponerlos. Otras los aceptan y luego los “liberan”

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De pocas cosas cuesta tanto desprenderse como de los libros. Viejos, leídos una y otra vez, repetidos a veces, algunos varios de cuando los chicos iban a la escuela, aunque no quede lugar en la casa para sumar los títulos nuevos igual no es fácil deshacerse de esos tomos que ya no se piensa en leer. Pero, además, hijas las familias de una cultura en la que los ejemplares escritos “jamás se tiran” y de un mandato que se inclina por regalar a alguna institución la lectura que dejó de interesar, no es fácil en estos tiempos sin embargo que las bibliotecas públicas reciban donaciones. “Es que a nosotros nos pasa lo mismo; no tenemos lugar donde ponerlas”, explicó la bibliotecaria de dos espacios barriales de la zona norte platense.

Virginia Ramella es la encargada de las bibliotecas “Arostegui”, de la calle 502 entre 15 y 16 -Gonnet-, y la del Club Atlético, de Cantilo entre 6 y Jorge Bell -City Bell-. En ambos lugares, la bibliotecaria se ve obligada a rechazar, constantemente, libros que ofrecen aportar los vecinos. “No los estamos aceptando y nos da una pena enorme porque estaría muy bueno tener una mayor bibliografía, pero la verdad es que no disponemos de espacio”, puntualizó a la vez que aclaró: “lo único que recibimos es la literatura para niños y adultos siempre que estén en buen estado”.

En la mayoría de las bibliotecas lo que más aceptan es literatura para niños y adultos

 

¿Qué hacen entonces en las bibliotecas cuando comienza a haber libros “de más”? Ramella indicó que a esos ejemplares se los da de baja enviándolos a alguna institución que, por ejemplo, trabaje con chicos.

Con los clásicos, por lo general muy repetidos, en la Biblioteca del Club Atlético, en cambio, se sigue otra política. “Ahí las liberamos. Las dejamos en canastos dispuestos en la calle Cantilo. Entonces la gente se lleva el libro que le interese y una vez que lo lee lo libera en un bar, la estación de trenes, un micro, para que lo disfrute otra persona y así pasa de mano en mano, no se pierde y se fomenta la lectura”, apuntó la bibliotecaria.

Una biblioteca que comenzó siendo temática y terminó ampliada a toda clase de títulos es la de la Casa del Tango, situada en 43 entre 3 y 4. Como otras de la Ciudad, tiende a agrandarse, porque a la colección específica sobre la historia de la música rioplatense, se le sumó hace unos años toda una partida de libros que le legó a ese espacio, al cerrar, la biblioteca del Club Español. Hoy tiene de todo: manuales de escuela primaria y textos de secundaria. Pero comenzó a especializarse, por cuestiones de demanda, en textos de nivel universitarios. “Estamos en medio de pensiones con muchos estudiantes -explicó la bibliotecaria Magdalena Ramírez Barrios-. Por eso tratamos de tener el mayor material posible de todas las carreras y recibimos cualquier donación”.

En el caso de la biblioteca de la Casa del Tango, que tampoco dispone de mucho lugar en su sede, lo que hace Ramírez Barrios es, en principio, aceptar los libros que personas o instituciones les acerquen. Luego se realiza una selección y lo que la entidad no necesita lo deriva a distintos establecimientos educativos, incluida una escuela rural que necesita agrandar su material de lectura.

Una de las claves, a la hora de necesitar deshacerse de tomos, está en las bibliotecas populares de reciente formación. En esas instituciones es más fácil que reciban textos. Como la Eduardo Galeano, inaugurada apenas una década atrás y en plena recolección de ejemplares todavía. “Nosotros aceptamos todo, porque además, como acá también funciona una escuela de adultos, hay una demanda importante de préstamos de libros, sobre todo en estos tiempos económicos”, indicó la bibliotecaria de la entidad, Claudia de la Torre, quien también apela a las jornadas de liberación de libros para que encuentren lectores aquellos ejemplares repetidos o que no son necesarios en esa biblioteca.

Otra opción la brindan las casas de compra-venta de “viejos”. En estos tiempos, críticos por lo general en la economía familiar, crece la cantidad de gente que reúne algunos ejemplares que sabe que no tocará más y trata de sacarle un beneficio monetario. “Se nota que la gente está vendiendo más libros; los adultos mayores, que leen sobre todo literatura, ofrecen novelas. Pero también está entrando mucho texto escolar y también lo buscan, los prefieren a los nuevos”, precisó Clara Rodríguez, que atiende la librería de usados de la calle 49 entre 4 y 5 donde, aseguró, los volúmenes llegan a costar hasta menos de la mitad de un tomo recién editado.

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