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Policiales |ENTREVISTA EXCLUSIVA

“Me gustaría recuperar la movilidad de los brazos para abrazar a mi hijo”

Alicia Arce era policía del Comando de Patrullas cuando, hace dos años, recibió un tiro mientras perseguía a un hombre que acababa de asaltar a una familia en La Loma. Está cuadripléjica. Los recuerdos y los sueños

“Me gustaría recuperar la movilidad de los brazos para abrazar a mi hijo”

Alicia recibió a EL DÍA en la cama del centro de salud donde permanece internada / Sebastián Casali

Marcelo Carignano

Marcelo Carignano
mcarignano@eldia.com

28 de Julio de 2019 | 02:24
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Hasta sus 23 años, Alicia Arce no sabía con exactitud a qué dedicar su vida adulta. Vivía con sus padres en una modesta casa de Villa Elvira y la situación económica que atravesaban requería de una entrada más de dinero en el grupo familiar. Así que, sin estar convencida del todo, empezó a estudiar en la Escuela de Policía Juan Vucetich, “para tener un trabajo estable”, le explicó a EL DIA.

Una vez que se recibió, la incertidumbre se extendió durante tres meses en los que tuvo “trabajo administrativo” como ayudante de guardia en la Comisaría Quinta, cuando todavía estaba emplazada en diagonal 74 entre 64 y 65. Es que, “a los nuevos los cuidan al principio”, arguyó.

Su situación cambiaría con la primera salida a la calle, con un compañero y en un patrullero de la seccional. Enseguida se dio cuenta de que ése era el camino que quería transitar, y así se ve reflejado en su foja de servicio, historial que tuvo un final violento el 4 de junio de 2017.

Aquel día, Alicia y el oficial Gustavo Federezzi respondieron a un llamado de alerta del 911, el cual indicaba que se estaba produciendo un asalto a mano armada en una casa del barrio La Loma, en 23 entre 35 y 36. Los dos agentes, a bordo del móvil 235929 y con el hombre al volante, arribaron en minutos a la escena, justo para observar a uno de los ladrones en plena fuga.

Arce no lo dudó y, a pesar de contar con la información de que había un cómplice, dio la voz de alto y salió a la carrera en pos del sospechoso. No llegó a avanzar muchos metros: el impacto de un proyectil en el cuello que “le ingresó por el maxilar, bajó por su cuello destrozándole la tráquea y terminó alojado detrás de un pulmón, previo paso por la clavícula”, la hizo caer al suelo. El agresor, que salió del inmueble pocos segundos después de su compinche, sería finalmente repelido por Federizzi en un breve tiroteo y reducido para su posterior detención.

Antes de ser esposado, y acaso consciente de lo que había hecho, el sujeto identificado como José Pablo Riquelme (36) le dijo al oficial en tono de ruego “no me mates, no me mates”.

LA VIDA ENTRE CABLES

“El peligro de ser herido en cumplimiento del deber está siempre presente en el oficio. Un Policía se va de su hogar sin saber si va a volver”, reflexionó un agente retirado.

En ese contexto, el caso de Alicia -con la particularidad que posee cada uno- fue uno de los 101 que tuvieron lugar en 2017 en toda la provincia de Buenos Aires, según cifras aportadas por el Ministerio de Seguridad de la Provincia. Un año después sumaron 48 los efectivos de la Policía Bonaerense heridos. En tanto, en lo que va del año hubo 20 efectivos con diversas lesiones (12 por actuar de oficio ante un hecho y ocho como parte de su recorrida diaria de servicio).

Los incidentes mencionados ocurrieron mientras estaban de franco, en servicio o cubriendo horas de Policía Adicional (PolAd).

Dos años después del episodio que la dejó postrada, Alicia asegura no recordar nada de ese día. Su memoria se remonta a la jornada anterior y al momento en que recuperó la consciencia, ya internada en el hospital Italiano. Poco cambió desde esa vez hasta hoy, porque la mujer de 39 años (nació el 17 de noviembre de 1979) sigue en la cama de una clínica y apenas puede mover los hombros y la cabeza.

Rodeada de cables, de pitidos que salen de máquinas ampulosas y de otros pacientes en terapia intensiva, Alicia pasa su vida “como puede”. Para llegar a ella hay que seguir un protocolo compuesto por una serie de normas destinadas a cuidar su frágil estado de salud. Con el sistema inmunológico deprimido, cualquier bacteria o virus que ingrese en su organismo -traído desde “el exterior”- podría complicar su cuadro, de por sí complejo. No causa sorpresa entonces que, para entrar en el área de terapia intensiva, sea requisito indispensable utilizar guantes y un camisolín, ambos descartables.

Lo que más extraña es a su hijo, ahora de 10 años, que la visita todos los días junto a sus abuelos Justo Arce y Vicenta Zaya Rotela, con quienes vive en Villa Elvira.

Con algo de melancolía en la voz, pero sin mostrar la pena en su rostro, la subteniente del Comando de Patrullas La Plata le confesó a este cronista: “Me quiero poner mejor, pero cuesta. Lo que más quiero es poder mover los brazos para abrazar a mi bebé”. En varios tramos de la charla, su “bebé” está presente. Como recuerdo o como actualidad, es lo que le otorga “fuerzas para seguir” y al mencionar su nombre sonríe con los ojos, acaso el único sentimiento que dejó ver en todo el diálogo.

El esfuerzo de hablar por un lapso extendido la hace jadear en busca de aire. Por la noche, los médicos deben colocarle un aparato que la ayuda a respirar al dormir.

El proceso de rehabilitación es arduo y la resilencia necesaria para llevarlo a cabo, muy demandante. “Ella no se imagina en otra tarea que no sea de Policía, pero tiene que ‘ponerse las pilas’ para recuperar algo de movilidad”, sostuvo un allegado.

La silla de ruedas es el inicio de esa etapa. Por el momento, Alicia la esquiva y eso atenta contra su recuperación, por mínima que sea.

UNA VIDA DE POLICÍA

En contraposición, la evolución de Alicia como efectivo policial se produjo en pocas semanas. Según sus palabras, “de a poquito me fue gustando, fui aprendiendo y al poco tiempo me di cuenta de que era lo mío”.

Al salir de la Academia, le preguntaron a qué Comisaría le gustaría ir y respondió al instante: “Cualquiera menos la Octava”. Ya hacía años que se habían mudado desde Los Hornos hasta 82 entre 2 y 2 bis, y su relación con los frentistas del barrio era muy estrecha. Por ese motivo, en su cabeza se formó una dicotomía relacionada a una circunstancia común de su trabajo. “Imaginate si me toca interceder en una pelea entre vecinos. ¿Qué hago? Después me los cruzo todos los días”, planteó.

Su periplo hasta recaer en la Cuarta fue diverso. Así, pasó por la dependencia de Melchor Romero en la que permaneció por poco más de un mes, patrullando de noche. “No se te pasa más la hora. En esa época (2005) era tranquilo. Ahí tuve que cuidar el calabozo también y, también, es largo el tiempo”, recordó.

Después pasó a Segunda (“me gustó, lo único es que hay mucho tráfico y demorás en llegar a la denuncia”, añadió). Luego vendrían City Bell y finalmente La Loma. De esta “me encanta el barrio, la gente, los comerciantes”, manifestó.

Con Federizzi, su último compañero, estuvieron juntos apenas siete meses, pero se entendían con la mirada. Música, mates y “mucha calle”, así se dividía su jornada laboral. Tan pronto pudo elegir, Alicia sacó provecho: “Yo siempre pedía a alguien de menor jerarquía para poder ir a todas las denuncias. Por eso prefería estar a cargo del móvil yo, para ir a todos lados, hasta a otras jurisdicciones. Gustavo era igual, salíamos a toda la Región, nunca me decía que no”.

En esas recorridas, vivió muchas situaciones, ninguna extrema como la que apagó su brillante carrera. En su memoria guarda muchas de sus salidas. En ese sentido, sostuvo que “íbamos a la zona del Puente de Fierro, de 13 a 31 y de 72 a 90. Un sector complicado, aunque nos llevábamos bien con los vecinos”.

Alicia aseveró que su trato con los ciudadanos era más positivo que negativo, aunque “algunas personas están enojadas con la Policía y lo demuestran”. Esa situación, agregó, es a veces “injusta” porque “suele ocurrir que uno no tiene los materiales para actuar bien, se rompen los móviles y no tenemos quién nos auxilie, o el tránsito te demora la llegada y no lo comprenden”.

Otros tantos, no obstante, “te ofrecen agua si te ven apostados en la calle o un mate”. A ella le “gustaba hablar con la gente” y, en general, “me llevaba bien” con quienes debía cuidar, afirmó. La familia que fue víctima de la entradera en la última intervención de Arce puede dar fe de ello.

Cuando la policía fue internada, la visitaron en el sanatorio y siempre intentaron estar informados sobre su condición.

Por otro lado, sobre el episodio que le cortó la carrera, Arce tiene una opinión formada que no fue fácil de sacar a luz. Conoce la secuencia por lo que le contó su compañero. Con esa perspectiva, indicó que “tendría que haber esperado a que salga el segundo (por Riquelme). La necesidad de agarrar al primero me pudo. Sabíamos que eran dos y que estaban armados, porque un vecino vio todo y llamó al 911 con esos datos”.

De quien le disparó, no se acuerda “ni el apellido”. Tampoco sabe qué suerte corrió después de herirla. (ver recuadro)

No es factible que Alicia pueda caminar de nuevo, mucho menos volver a la Fuerza, donde fue feliz y a la que le dedicó todo su empeño. Otros policías pasaron por un trance similar y padecen la misma problemática.

Al menos, Arce es una de las que poseen una razón de mucho peso para seguir. “Extraño mucho a mi hijo. Éramos muy compañeros, él se había acostumbrado a mis horarios y en mi franco salíamos a todos lados. Me quiero recuperar para poder estar con él de nuevo todos los días”, expresó. Y sonrió con sus ojos claros.

Alicia Arce resultó herida el 4 de junio de 2017, tras una entradera a una familia en 23, 35 y 36

 

Policías heridos en la provincia de Buenos Aires

Del 1/1 al 11/7/19
• 20 efectivos
heridos por enfrentamientos con delincuentes

12
Estaban de franco, por intervención de oficio

8 heridos en servicio

-------------------------------
Heridos en todo 2018:
• 48

-------------------------------
Del 1/1 al 11/7/18
• 25
De franco: 7
En servicio: 17
En Polad (adicionales): 1

 

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Alicia recibió a EL DÍA en la cama del centro de salud donde permanece internada / Sebastián Casali

Imagen de la escena tras el tiroteo, con policías conmovidos / Archivo

Alicia antes de aquel fatídico 4 de junio de 2017, cuando fue a un servicio y cambió su vida / EL DÍA

José Pablo Riquelme

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