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En los hospitales, las médicas son mayoría, pero los jefes son hombres

Siete de cada diez profesionales de la salud son mujeres. Pero sólo acceden a la dirección ejecutiva de un hospital un 20 por ciento en el sector público y un 13 por ciento en el privado. Por qué ocurre y cuáles son los mitos que las excluyen

En los hospitales, las médicas son mayoría, pero los jefes son hombres

Luciana Quain es médica clínica; Mariana Badano es intensivista; María Itatí Martínez se especializó en neurología; y Luciana Brividoro se dedica a la neurocirugía / gonzalo calvelo

MARISOL AMBROSETTI
Por MARISOL AMBROSETTI

26 de Enero de 2020 | 07:51
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Un estudio sobre “Mujeres profesionales en ámbitos hospitalarios” a cargo de la Agremiación Médica Platense (AMP) revela que en La Plata, el 71 por ciento de las trabajadoras de la salud son mujeres, sin embargo, ellas sólo ocupan el 40 por ciento de los cargos jerárquicos. En el sector privado, incluso, esta diferencia es más profunda y solamente el 13 por ciento de los puestos directivos quedan en manos femeninas. La investigación incluye 16 hospitales públicos, siete sanatorios privados y la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata.

Acorde a los estereotipos femeninos y masculinos, el estudio muestra, a su vez, que las mujeres médicas suelen quedar afuera de las especialidades mejor remuneradas y se concentran en las de cuidados de niños, mujeres y ancianos. Por otra parte, como cargan con la mayor parte del trabajo doméstico no remunerado, suelen tener menos tiempo para el desarrollo profesional y, por ende, menos ingresos que sus colegas hombres.

La investigación, desarrollada por el Instituto de Políticas Sociales para Argentina (IPSOAR) se basó en el análisis de la distribución de cargos en establecimientos platenses y en entrevistas que revelan las barreras materiales y simbólicas existentes en las instituciones sanitarias en perjuicio de las mujeres.

“La reivindicación de los derechos de las mujeres que estamos atravesando en todos los ámbitos permite visibilizar situaciones injustas que estaban naturalizadas, y el sector salud no es ajeno a ellas”, explica la neurocirujana, prosecretaria y responsable de la comisión de Género de la Agremiación Médica Platense, Luciana Brividoro al detallar los motivos que motorizaron el estudio. Agrega que, con esta información “buscamos obtener datos concretos y objetivables que nos den un diagnóstico certero como puntapié para empezar a cambiar esta realidad que nos incomoda, nos violenta, nos segrega y resulta históricamente inequitativa”.

El presidente de la AMP, Jorge Varallo, agrega que en Argentina el empleo en el ámbito de la salud pública y privada fue y es mayoritariamente femenino. Antes ocupaban mayor cantidad de cargos semicalificados, técnicos o auxiliares, sobre todo en enfermería, “pero en las últimas décadas creció la profesionalización de las mujeres en el sector salud y hoy, de cada diez trabajadores de la salud, siete son mujeres y la mayoría de las ingresantes y egresadas de las facultades de Medicina también son mujeres”. Sin embargo, señala que esa proporción no se corresponde con un incremento en el porcentaje de mujeres que ocupan cargos jerárquicos en ninguna institución sanitaria, y no sólo habla de los hospitales, sino también de cargos públicos en ministerios o secretarías de Salud, asociaciones profesionales, científicas y gremiales.

Del estudio se desprende también que en la facultad de Medicina de la UNLP la cantidad de varones con cargos es superior (55,43%), y esta situación se expresa mayormente en que el 81 por ciento de los titulares de cátedra son varones.

La neurocirujana Brividoro agrega que en un estudio previo, también encargado por la AMP, “observamos que la principal destinataria de los actos de violencia en hospitales son las mujeres jóvenes, enfermeras o médicas. Pero era la punta del iceberg, la violencia verbal y física es la más explícita, entonces quisimos saber qué pasaba con la mujer profesional en el sistema, y empezamos a ver desigualdades muy pronunciadas en las posibilidades de desarrollo y acceso a cargos jerárquicos”.

TECHO DE CRISTAL

El concepto de “techo de cristal” acuñado por la sociología y la economía hace referencia a un límite aparentemente invisible, que impide a las mujeres ascender a los cargos más altos. En el sector público, donde la distribución suele ser menos discrecional y una parte de los cargos se concursan, las mujeres ocupan el 52 por ciento de los cargos jerárquicos (en direcciones asociadas o jefaturas de servicio, de sala o de departamento). No obstante, indica el estudio, sólo un 20 por ciento de las direcciones ejecutivas, el cargo más alto dentro del hospital público, está ocupado por mujeres. En el subsector privado, ese porcentaje cae drásticamente y solamente un 13 por ciento de los puestos directivos está a cargo de las profesionales.

“La mayoría de las ingresantes y egresadas de Medicina son mujeres”

 

“¿Por qué se habla de techo de cristal? Porque legalmente nada impide que vos logres ser directora o ministra de Salud, pero en realidad no lo alcanzás, porque vos tenés que llegar a ese puesto dando la teta, yendo a buscar a la nena al jardín, o asegurándote que otra mujer lo haga por vos, y a eso se suma un mito que circula mucho en los hospitales: ‘la mujer trae problemas y el hombre, soluciones’”, asegura Brividoro y sus colegas lo confirman.

En el sector privado, lo primero que se le pregunta a una profesional es si está casada, si tiene hijos a cargo o si piensa tenerlos. “Se trabaja como en cualquier empresa y al que más rinde se le da más trabajo y espacio, si no producís no cobrás y si te tomás licencia por maternidad vas dejando un espacio libre que, seguro, ocupará un varón, que aunque tenga 25 hijos no va a dejar de asistir porque atrás tiene una mujer que se los cuida”, dice Luciana Quain, médica clínica del hospital San Martín, docente de la UNLP y parte del plantel de una clínica privada.

Los analistas dicen que el “techo de cristal” incluye varias dimensiones: las responsabilidades domésticas y el cuidado de los niños y niñas siguen siendo actividades mayormente femeninas; el nivel de exigencia es mayor para las mujeres que para sus pares masculinos, los estereotipos de género se convierten en obstáculos subjetivos para la autopercepción de las mujeres y esto lleva a muchas profesionales a sentir inseguridad cuando acceden a lugares tradicionalmente ocupados por varones.

En relación a los niveles de exigencia, Quain ejemplifica que cuando terminó su residencia en el hospital se quería quedar como parte del plantel, entonces, la recomendación de su jefa, que conocía muy bien la cultura hospitalaria, “fue que aprovechara el hecho de que todavía no tenía hijos para hacer todo lo que nadie quería hacer y así ganarme un lugar: así que cubría la guardia de Nochebuena, la de Año Nuevo, la del Día de la Madre, es decir, en un mundo manejado por hombres, para formar parte, había que bancarse todo y, de algún modo, masculinizarse”.

Brividoro coincide en que la exigencia es mayor sobre las mujeres, tanto para acceder como para mantenerse en un cargo, incluso asegura que “si sos mujer, el reclamo de cualquier situación injusta te coloca bajo el calificativo de ‘loca histérica’, pero si el que reclama es un hombre, está defendiendo sus derechos”.

Para Quain, si bien la distribución de cargos jerárquicos es mensurable “es muy difícil medir otras situaciones de inequidad de género que se viven y se silencian a diario en los hospitales”. En ese sentido cuenta que, en un momento de su carrera, “yo aspiraba a un cargo y contaba con la capacidad y todos los avales necesarios para ocuparlo, pero finalmente quedó en manos de un hombre que no era querido por nadie y que incluso trataba mal a los pacientes ¿Sabés cual fue el argumento? ‘Y... él hace 20 años que trabaja acá, vos sos una piba’, así que por más idoneidad que demostrara iba a quedar relegada”.

SEGREGACIÓN HORIZONTAL

Otro de los mitos que por décadas recorrió los pasillos hospitalarios y universitarios sostenía que la mujer no tenía ni la habilidad ni la inteligencia necesarias para las especialidades quirúrgicas. Con años de experiencias en el quirófano, Brividoro reconoce que esa creencia persiste pero va perdiendo fuerza e ironiza: “Nos falta habilidad manual, pero nos mandan a bordar”.

Algo similar cuentan que ocurre con la traumatología “una especialidad para hombres, porque se necesita fuerza”, se suele decir. “Y nosotras nos preguntamos ¿Fuerza con respecto a quién? ¿Todas tenemos menos fuerza que todos los hombres?”.

La realidad es que al día de hoy “las especialidades más elegidas por las mujeres siguen siendo como una extensión de las tareas domésticas en el campo profesional, es decir, están mayormente vinculadas a la nutrición y al cuidado de niños, niñas, de otras mujeres o de ancianos”, analiza la médica intensivista del hospital Italiano, Mariana Badano. Y agrega que al momento de decidir “hay especialidades que muchas mujeres no elegimos, más allá de nuestras preferencias, porque conocemos como están conformadas y sabemos que no vamos a tener cabida o que vamos a pagar un derecho de piso muy caro por ser mujeres”.

El “techo de cristal” incluye las responsabilidades domésticas y el cuidado de los niños

 

El estudio a cargo de IPSOAR corrobora que del total de casos analizados, la especialidad nutrición es en un 100 por ciento femenina; en tocoginecología las mujeres ocupan el 93 por ciento de los cargos; en obstetricia, el 83 por ciento y en dermatología, el 89 por ciento. En tanto, las especialidades pediátricas en el sector público están ocupadas en un 75 por ciento por mujeres y en un 83 por ciento, las que se orientan al cuidado de la mujer. En el otro extremo, las especialidades con más cantidad de varones son urología (100%), traumatología (87%), neurocirugía (84%) y cirugía (70%).

“Muchas veces escuché de las colegas ‘yo hubiera querido hacer cirugía’ por ejemplo, y cuándo preguntás por qué no la hizo te dicen con resignación ‘no iba a poder’ o, ‘también quería tener un hijo’”, cuenta Badano. Las médicas reconocen que muchas mujeres profesionales “compran” el discurso machista y se ven así mismas en una posición de subordinación.

VIENTOS DE CAMBIO

No obstante, las profesionales de la salud reconocen que, en algunos aspectos, el “machismo” empieza a dar señales de deconstrucción también en los hospitales. “Yo fui testigo de un caso que se manejó muy bien”, cuenta esperanzada Quain. A una médica joven que solía ser hostigada por su jefe, la encontraron llorando en un baño. Sus compañeros le recomendaron denunciarlo, pero ella se resistía por temor a represalias.

“La dirección tomó una actitud muy positiva: puso a intervenir a una abogada y a una psicóloga, se reunieron con los médicos y médicas del servicio y también con el jefe. Fue un proceso de más de un año en el que no se optó ni por trasladarla a ella a otro sector ni por ser punitivistas con él, sino por generar otra comunicación y entendimiento de lo que ocurría, y todo ese trabajo revirtió la violencia”. Tanto fue así, que el jefe llegó a confesar a su equipo que él “no se daba cuenta de que la maltrataba”. Hoy tiene con la médica damnificada y el resto del equipo una relación cordial y respetuosa.

La médica Mariana Badano dice que como feminista y en su rol de coordinadora de un servicio hospitalario hace tiempo que introduce en el equipo la perspectiva de género: “Una vez superada la instancia de pensar que el feminismo es como el machismo pero al revés, hemos llegado a una instancia superadora, en la que trabajamos más integrados y con mayor respeto, pero es un trabajo diario”.

Uno de los cambios más necesarios es la incorporación de lactarios en los hospitales

 

A partir del estudio de la AMP, que muestra con datos duros las inequidades entre hombres y mujeres en el ámbito hospitalario, la responsable de la comisión de Género, Luciana Brividoro, apuesta a que haya “una instancia de reflexión dirigida a la acción para cambiar las cosas, más allá de que sabemos que muchos no querrán perder sus privilegios”. Entre los cambios necesarios más urgentes menciona, por ejemplo, la existencia de lactarios en hospitales para que la mujer que amamanta pueda sacarse y conservar la leche con la que alimenta a su hija o hijo, mayor igualdad en la duración de las licencias por maternidad y paternidad, y que haya un cupo femenino, tal como existe en ámbitos legislativos, para que las mujeres tengan mayor acceso a los cargos en los que se toman las decisiones.

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Luciana Quain es médica clínica; Mariana Badano es intensivista; María Itatí Martínez se especializó en neurología; y Luciana Brividoro se dedica a la neurocirugía / gonzalo calvelo

las especialidades más elegidas por las médicas están mayormente vinculadas a la nutrición y al cuidado de niños

Luciana Brividoro (Neurocirujana).- “Buscamos obtener datos concretos que nos den un diagnóstico certero como puntapié para empezar a cambiar esta realidad que nos incomoda, nos violenta, nos segrega y resulta históricamente inequitativa”

Mariana Badano (Intensivista).- “Hay especialidades que muchas no elegimos, más allá de nuestras preferencias, porque sabemos que no vamos a tener cabida o entendemos que el derecho de piso va a ser muy caro por ser mujeres”

Luciana Quain (Clínica).- “​​​​​​​Si te tomás licencia por maternidad vas dejando un espacio libre que, seguro, ocupará un varón, que aunque tenga 25 hijos no va a dejar de asistir porque atrás es probable que tenga una mujer que se los cuida”

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