Horacio Castillo, el poeta erudito y aventurero

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Poeta, ensayista, calificado traductor de autores griegos, Horacio Castillo fue una figura descollante del mundo literario argentino en general y platense en particular, cuya reconocida producción literaria le valió ser designado miembro de la Academia Argentina de Letras y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Parte fundamental de ese trabajo integra su “Obra Reunida”, editado recientemente por La Comuna Ediciones y que incluye los siete libros de poesía publicados por Castillo entre 1974 y 2005 (Materia acre, Tuerto rey, Alaska, Los gatos de la Acrópolis, Cendra, Música de la víctima y Mandala), que constituyen una de las cimas de la poesía argentina, a los que se le suma Colectánea, reunión de ensayos y artículos periodísticos que representan tanto una preparación como un correlato a su obra poética.

El libro –que viene a inaugurar la colección Biblioteca Platense de la editorial- incluye además un retrato íntimo trazado por el poeta Rafael Felipe Oteriño y una extensa entrevista que Augusto Munaro le realizó a Castillo entre los años 2008 y 2010.

Horacio Castillo nació en Ensenada en mayo de 1934 pero residió en La Plata gran parte de su vida. Incursionó en el periodismo desde muy joven y fue secretario personal y luego biógrafo de Ricardo Rojas. Estudió Derecho y ejerció la abogacía. Tempranamente se interesó por la lengua y la civilización griegas y llevó a cabo un ingente número de traducciones. Publicó, además de los trabajos que integran “Obra Reunida”, los libros “Ricardo Rojas” (1999), Darío y Rojas. Una relación fraternal” (2002), “La luz cicládica y otros temas griegos” (2002), “Sarmiento poeta” (2007), y entre las traducciones, “Epigramas de Calimaco” (1979), “Poesía griega moderna” (1997) y “Seis poetas griegos” (2000).

Castillo construyó una obra redonda, concluida con plena voluntad autoral, sin los apresuramientos ni la interrupción que imponen, con la muerte, los azares de la vida. A la erudición clásica y el tratamiento objetivo con los que recrea en sus poemas episodios históricos o míticos de la tradición occidental, se suma una inventiva netamente aventurera en la que el viaje iniciático y la expedición (o el destierro) a parajes lejanos, decisivos, configuran el itinerario de una indagación en la que cada poema es un alto en el camino hacia “el corazón de lo neutro”, el lugar donde la última señal coincide con la última palabra.

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