Dos veces bueno: César Cantoni, aforista

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Por VICENTE COSTANTINI

Destino extraño el del aforismo. Rara vez se lo encuentra en las historias de la literatura, como si configurase un género aparte, a mitad de camino entre el ensayo y el proverbio. Los autores de aforismos frecuentemente recuerdan al acróbata que camina por la cuerda floja; un paso en falso y pueden caer en la solemnidad vana o el lugar común ramplón.

A pesar de estas dificultades, una búsqueda cuidadosa revelará que el aforismo ha sido cultivado por importantes autores argentinos. Destaca entre ellos el caso de Antonio Porchia, con sus reediciones y ampliaciones de «Voces», y la nómina se completa con libros editados en forma póstuma como «Asteroides», de Raúl Gustavo Aguirre, o «Ley de vida», de Mario Trejo. El caso de estos últimos interesa especialmente porque sus libros son el resultado de una paciente acumulación de notas y textos breves que actúan, de algún modo, como una ‘summa’ literaria.

Es precisamente de esta manera como puede leerse la reciente aparición de «Pensar no cuesta nada», libro de aforismos del autor platense César Cantoni (1951), cuya publicación complementa una obra compuesta por once libros de poesía y dos cuadernillos, además de un notable trabajo de archivo de la poesía de La Plata en su blog Los poetas no van al cielo (http://lospoetasnovanalcielo.blogspot.com/). El título del libro, que podría sonar optimista, tiene su amargo revés cuando leemos la frase completa en la primera página: “Pensar no cuesta nada, pero algunos pensamientos se pagan demasiado caros”.

La principal diferencia entre el resto de la obra de Cantoni y este último libro radica en la ausencia de mediaciones que ofrece el aforismo como forma: mientras que la poesía puede trabajar el pensamiento elípticamente a través del lenguaje figurado y la narración ficcional, el aforismo supone una comunicación directa del autor con el lector de un modo mucho más depurado. Y aunque la poesía tiene numerosos ejemplos de formas breves sin un contexto que permita orientar el sentido de la frase —como el haiku—, ésta puede tomarse la atribución de ser ambigua y fragmentaria: el aforismo, en cambio, se presenta cerrado sobre sí mismo y sentencioso; allí donde aquélla es opaca, éste debe ser prístino y concreto.

Todo lo dicho debería dejar en claro que el cambio del género poético al del aforismo no es algo de lo que cualquier autor pueda salir airoso; por su parte, Cantoni ha encontrado un modo de no caer ni en la mera queja ni el retruécano vacío. Aquí frases de una sencillez conmovedora (“Los latidos del corazón son el sonido del tiempo”; “Los mismos caminos unen y separan”) se alternan con reflexiones profundas acerca de la religión, la política y las injusticias sociales: “Dios creó al hombre y el hombre pobló el cielo de dioses”; “Los representantes del pueblo, ¿a quién representan?”; “Sólo los jóvenes tienen la inexperiencia necesaria para ser felices”. Sumado a esto, el autor parece haber hallado el antídoto contra el riesgo de la solemnidad que apuntábamos más arriba; así, a la sección principal, ‘Pensar no cuesta nada…’ le siguen aforismos satíricos que se permiten el alivio del humor y el dardo de la ironía, como cuando ridiculiza repetidamente la vanidad y endogamia de los escritores: “No importa que no hayas escrito ningún libro, alguna sociedad de escritores te premiará por tu descollante trayectoria”.

Mucho se ha dicho sobre la capacidad profética y anticipatoria de la literatura. Leídas hoy, no deja de asombrar el sentido renovado que cobran las siguientes frases, escritas probablemente el año pasado y publicadas en marzo de 2020, cuando el aislamiento social preventivo y obligatorio parecía pertenecer solamente a una pesadilla distópica: “Los virus y las bacterias también son criaturas de Dios” y “Lavarse las manos no significa tenerlas limpias”. A modo de síntesis, el autor apunta sabiamente: “La ciencia ficción es el género literario más antiguo: nació con la religión”.

 

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