Susana Fernández

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Dueña de una personalidad luminosa; mujer de fe que realizó un valioso aporte a la obra parroquial; amada por su entorno más cercano y respetada y apreciada en cada espacio social en los que participó y colaboró, falleció, a los 73 años, Susana Fernández.

Nacida en La Plata el 25 de marzo de 1947, Susana María Fernández era hija de Alfredo Fernández y María Leonor Cañete. Cursó sus estudios en la Escuela Técnica de la Mujer.

Desde muy joven trabajó en la administración pública, pero quizás, en lo que más se destacó fue en la labor que desempeñó, a partir de su profunda religiosidad, en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.

En ese espacio cristiano del barrio de La Loma durante un largo período fue maestra de catequesis, al tiempo que, por más de veinte años, fue una reconocida dirigente dentro del movimiento de cursillistas de la Arquidiócesis de La Plata.

Llamaba la atención el lugar que ocupaba el deporte en su vida. Le gustaban con singular fanatismo el fútbol, el padel y el tenis. Al primero lo seguía desde su pasión por Gimnasia y al segundo guiada de alguna manera por la actuación de su hijo Sebastián, técnico de la selección nacional de esa disciplina y cuatro veces campeón del mundo. En el caso del tenis, además de hacer notoria su admiración por Rafael Nadal, lo practicó junto a un grupo de amigas que se hizo llamar, para agregarle un condimento divertido a la iniciativa deportiva, “Raquetas veloces”.

Susana fue una persona que supo cultivar profundas amistades en todos los ámbitos con los que se vinculó. Esa inclinación se acompañó con una intensa vida social. Y es que entre sus virtudes más valoradas se distinguió por el carácter amable y esa tendencia suya a estar siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Esos detalles hicieron que quien la conociera, la estimara.

Se había casado con Jorge Raúl Mocoroa y el matrimonio tuvo tres hijos: Sebastián, quien, como se dijo, sobresalió en la práctica del padel; Anabella; y María Victoria.

Motivos de una gran felicidad fueron en los últimos años sus tres nietos: Lorenzo, Vicente y Bruna.

El hogar fue para ella un pilar irreemplazable y se entregó por entero a satisfacer las necesidades de su familia.

Siempre sonriendo, extrovertida, preocupada por su arreglo personal, entusiasta de los viajes, quienes tuvieron la gracia de conocerla no dejarán de recordar todos esos rasgos tan característicos suyos.

 

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